El saludo del patriarca latino de Jerusalén, monseñor Pierbattista Pizzaballa, al Triduo pascual de bachilleres en España
Queridos amigos de Comunión y Liberación en España, que el Señor os dé la paz.
Entramos en el Triduo pascual, en la pasión y muerte de Cristo y junto a Él, de toda la humanidad. Él se une a la pasión y muerte de toda la humanidad para llevar a nuestra humanidad su vida, su deseo de resurrección.
Como ya os he dicho en otras ocasiones, estamos viviendo un momento muy difícil, aunque ahora no hace falta que os lo cuente, sé que alguien os hablará de ello. En este momento, me preocupa mucho este mar de odio, de rencor, de resentimiento, que son sombras de muerte, porque el odio no abre, sino que cierra; no te ayuda a reconocer al otro, a escuchar al otro; el odio nos encierra en nosotros mismos.
Y es lo que estamos viendo ahora. Todos los intentos de diálogo que estamos presenciando, que parece que van a salir bien y, sin embargo, acaban fracasando porque el punto de partida es ese odio, esa desconfianza, ese rechazo a mirar a la necesidad de la gente, y es algo que nos llena de dolor.
Lo cierto es que todo esto nos hace estar muy cerca de la pasión de Cristo, nos hace entender mejor la pasión de Cristo, nos hace entrar más en el misterio de la pasión de Cristo. Pero no debemos olvidar que la Pascua termina con la Resurrección. El amor humanamente es siempre una derrota, quien ama pierde siempre, porque quien ama, pone al otro en el centro, justo lo contrario de lo que está sucediendo ahora. Se pone al otro en el centro porque es importante y, por el bien del otro, el que ama está dispuesto a renunciar a sí mismo. Esto es lo que vemos el Viernes Santo, cuando el Dios de Jesús casi parece que se retira, en cierto sentido, por amor al hombre. Pero al final ese amor triunfa, porque el amor, aunque humanamente pierda, en el Espíritu, en la vida de Dios, siempre trae vida.
Os deseo que podáis celebrar esta Pascua, vivir esta experiencia, comunicar esta experiencia de un amor que, aunque humanamente parezca derrotado, vence al mundo. Lo vence dando espacio a los otros, acogiendo al otro, amándolo tal y como es, sabiendo que dentro del misterio de la presencia de Dios en el mundo, de alguna manera, ese amor siempre consigue hacer crecer, madurar y crear una vida nueva.
¡Feliz Pascua para todos!
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