La persona, la convivencia, la libertad de los pueblos. Un documento de la Compañía de las Obras aborda los desafíos de las elecciones europeas. Hablamos con su presidente, Andrea Dellabianca
Del 6 al 9 de junio, casi 359 millones de electores de los 27 países miembros de la Unión Europea están llamados a renovar la composición del Parlamento de Estrasburgo. Una cita que no se puede dar por descontado. «No es un momento fácil para Europa –explica Andrea Dellabianca, presidente de la Compañía de las Obras–. Ante la crisis de participación y democracia, hay que moverse para vencer la desconfianza, el abstencionismo y recuperar un ímpetu renovado en busca de la libertad y la paz entre todos los pueblos». Por este motivo, la CdO ha publicado un documento que ofrece un juicio sobre esta situación y plantea algunas grandes cuestiones que la UE debe afrontar: la paz, la fidelidad a las propias raíces, la libertad de las personas y los Estados, el desafío tecnológico. Un manifiesto que se dirige a los electores, claro está, pero también a los que han decidido comprometerse personalmente en la gran aventura de gobernar la Unión.
«La UE nació con el objetivo de la paz –recuerda Dellabianca–. Da escalofríos pensar con qué amplitud de miras, después de la Segunda Guerra Mundial, vencedores y vencidos se sentaron juntos en una mesa, unos al lado de otros, para reconstruir. El deseo de un futuro sin conflictos era lo que movía a los padres fundadores –los católicos Robert Schuman, Konrad Adenauer y Alcide De Gasperi– y les permitió incluso dialogar con quien hasta pocos años antes había sido un enemigo. El mercado único, antes de ser un interés económico, nació también como posibilidad de construir juntos una paz estable y duradera respondiendo a una necesidad muy concreta: compartir el mercado del carbón y del acero, de ahí nacería primero la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) y luego el MCE (Mercado Común Europeo). Un medio, no el fin. Se ha repetido hasta la saciedad que los europeos solo están unidos por las ventajas económicas del mercado único, pero no es así».
Ya lo decía Schuman cuando era ministro francés de Exteriores, en un discurso histórico el 9 de mayo de 1950: «Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común». Y añadió: «La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan. La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas».
Han cambiado muchas cosas desde entonces. Soplan vientos de guerra en Europa, las crisis migratorias se suman a las dificultades económicas, no faltan tensiones entre muchos estados miembros, mientras las propias instituciones europeas –perdidas, ahogadas por la burocracia, los tecnicismos y la parálisis política– «a menudo realizan peligrosas invasiones de terreno en detrimento de las tradiciones culturales y económicas de cada pueblo», como dice el documento de la CdO. La campaña electoral europea ve en este reclamo uno de sus puntos centrales, mientras no está claro qué esfuerzos de diálogo real se están haciendo en Bruselas para evitar que el conflicto se extienda. «El riesgo de una escalada es real –reconoce el presidente de la CdO– como demuestra la angustiosa situación en Ucrania y Rusia. Por ello, como volvía a recordar el Papa recientemente, es necesario renovar nuestros esfuerzos creativos para tender hacia la paz. La guerra tiene que acabar y para eso hacen falta tratados, acuerdos, búsqueda de diálogo y negociación».
Pero las provocaciones del presente pueden ser la ocasión de un nuevo impulso, según Dellabianca, porque la pandemia, las guerras y los nuevos y complejos escenarios que plantea la Inteligencia Artificial imponen una reflexión concreta sobre el bien común y la recuperación de la tarea que tiene Europa. «Vivimos en una época incierta, en la que tendrán un papel formidable las nuevas tecnologías, que imponen la transformación digital de las empresas. Que en marzo se haya votado en el Parlamento europeo la Artificial Intelligence Act, primer marco jurídico del mundo para la Inteligencia Artificial, es un paso muy importante. Pero antes creo que hace falta recuperar una cierta idea de la persona. El ser humano es relación, y ese dato está en la base del ímpetu que movió a los fundadores de la Unión y a los pueblos europeos para construir la paz y una sociedad libre y madura. Pero con el tiempo esta idea de persona se ha sustituido por el concepto de individuo, donde las relaciones, la comunidad, los cuerpos intermedios van perdiendo importancia. Paralelamente, la UE, que nació para garantizar seguridad, paz y prosperidad, ha cedido el paso a la tecnocracia. Pero un hombre solo es frágil, manipulable, temeroso. Y una potencia política hecha tan solo de protocolos, compromisos económicos y técnica pierde su sentido último y se aleja de los ciudadanos. Queremos hacer un llamamiento a la recuperación del ideal democrático, donde todos y a todos los niveles sientan la viva responsabilidad de cooperar por el bien común». Esto –como apunta el manifiesto de la CdO– es posible volviendo a los orígenes del compromiso europeo tal como lo describía el papa Francisco en 2016 cuando recordaba la necesidad de dar «un paso de creatividad y también de “sana desunión”: es decir, dar más independencia, dar más libertad a los países de la Unión».
«Sin duda hace falta un liderazgo maduro que pueda hacer frente a las diferencias valorándolas con creatividad y sin ahogarse en la burocracia –señala el presidente de la CdO–. Para ello no debemos olvidar la gran lección de los tres padres fundadores. Tenían claro que solo se construye juntos, unidos en la diversidad pero con la mirada puesta en la salvaguarda de la dignidad de la persona como sujeto único e irrepetible, libre y responsable. Porque ni el progreso más avanzado puede ligarse solo a la técnica. Siempre necesitará la libertad y la creatividad humanas para alcanzar un desarrollo positivo». Fue justamente De Gasperi quien trazó ese camino: «El futuro no se construirá por la fuerza o el deseo de conquista, sino con la paciente aplicación del método democrático, el espíritu constructivo de los acuerdos y el respeto a la libertad».
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