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Huellas N.10, Noviembre 1998

COLABORACIONES

Cartas

María Pérez

Italia. La píetas de Cristo
Querido Gius: Esta maña­na, a las 13 horas, me encuentro el teléfono comunicando. Heme aquí, por tanto, vía fax. Te mando un saludo y te recuerdo siempre con mucho, muchí­simo agradecimiento. Tú eres padre y "autor nuestro", como escribía en esa bellísi­ma y sencilla carta publica­da en Tracce, un bachiller que estuvo en Roma el 30 de mayo. En ella daba "gra­cias" por tu vida, sin la cual no habría conocido la Vida. Por mi parte, aunque claudi­cante en todo, sigo estando presente ante la consigna que rige la vida. Y continua­mente me admiro de que la misericordia de Dios sea mayor que cualquier imagi­nación; y que la gloria de Cristo, gloria que Le debe­mos en cada pensamiento, acción y obra, sea lo único deseable, ya que tiene el poder de hacernos ver límpi­damente el destino de felici­dad que nos posee, incluso en los momentos más deli­cados, difíciles y, a veces, repugnantes de la vida. Te quiero por el bien que me has dado y que me das, esto es, por Él, de quien somos estirpe y esperanza en este mundo. El mundo, por mucho que se esfuerce en torcer la cara ante Quien hace todo, no puede dejar de percibir - al menos en los hombres más reflexivos -cómo es ridículo, más que melancólico, el resultado del intento de ocupar el lugar de Dios, y erigirse en juez de ese pabilo vacilante que es el hombre. En este tiempo malvado, donde no queda huella de la píetas de los antiguos, hace falta amar mucho, porque no hay nada que se pueda entender y per­suada más, que el amor pro­pio de Cristo.
Luigi Amicone,
Director de la revista
Tempi


Rusia. El milagro del cambio
Querido Padre: Sólo que­ría contar en dos palabras el último milagro del que somos testigos en esta tierra que usted ama tanto. La mujer de un compañero de trabajo de Giovanni, casado y con dos hijos, le echó de casa en septiembre. Le aco­gimos en nuestra sede, en el piso al lado del nuestro, y estuvo con nosotros diez días. Había denunciado a su mujer y el juez, al poco tiempo, le llamó para testifi­car. Pero este hombre retiró la denuncia y por la noche, mientras cenábamos, nos dijo: «Os doy las gracias. En estos días que he vivido con vosotros he visto cómo os queréis, cómo os tratáis, y cómo me habéis querido y tratado a mí. No pensaba que se pudiera vivir así y tratar a las personas de este modo. Yo también deseo una familia como la vuestra. Se lo he dicho a mi mujer, he retirado la denuncia, ella se ha quedado muy impresionada por lo que le he contado. Hemos decidido volver juntos. Yo no voy a la iglesia, pero con vosotros he visto algo que creía imposible. Mi mujer y yo queremos participar en vuestra Escuela de comunidad». Le dije simplemente que "Aquello" que le parece imposible es también para ellos y que les ayudaríamos. Una última petición. En ese tiempo participamos de la dramática situación que el pueblo ruso atraviesa. Una vez nos dijiste que «la salvación de Occidente sólo ven­dría de la amistad entre la cultura y la tradición orien­tal y la occidental». Por ello, pedimos si es posible que el movimiento entero se haga cargo de pedirle al Señor por este país. Este podría ser nuestro modo de participar en el sacrificio que se les pide a la anciana que vive en el metro o al borracho de la calle que mendiga para vivir. Por nuestra parte, compartimos lo que pode­mos con ellos, y lo ofrece­mos todo para la unidad de la Iglesia y para que el Señor nos conserve tu pater­nidad durante largo tiempo.
Roberto

Albania. Partir para Tirana
Querido don Giussani: Tomándome por sorpresa, el responsable de la comunidad de Albania me pidió que contara mi encuentro con el movimien­to. Me alegré de poder dar razón de la esperanza que hay en mí. Al inicio comen­té que me costaba estar lejos de mi familia y hubiese que­rido estar en Milán, pero que la nostalgia quedaba vencida por la gratitud que me llenaba el corazón de poder ver a la comunidad de CL de Tirana. Su presencia daba sentido a mi estancia allí, ya que me recordaba el significado de la vida de todos los hombres: poder dar gloria a Dios. Les conté que por la mañana había ido a la sede de la Cooperación italiana para participar en una reunión de organizacio­nes no gubernamentales. Escuchando las intervencio­nes percibía un desinterés en quien hablaba y yo me daba cuenta que para mí no era así. A continuación expliqué cómo había surgido la posi­bilidad de irme a Albania para trabajar en un proyecto AVSI. Durante una reunión de la fraternidad de los médicos, Mimmo, dijo que necesitábamos un médico que se fuera a Valona duran­te un tiempo. Luego conti­nuó su intervención (... que no tenía nada que ver con Albania) diciendo que por experiencia cuando le pides algo a Dios, Él te lo concede mientras tú estés dispuesto a cambiar algo en tu vida... Así desde la mañana siguiente empecé a pedir y todo fue fácil: mi queridísi­ma mujer, Patricia, consi­guió los visados, mi nuevo jefe de planta en el hospital me dio permiso para ir, etc. Nada más llegar a Valona me resultó claro que el método siempre es el mis­mo: puedo echar una mano sólo si sigo a alguien más grande, que tiene más fe. Sor Marcela, sor Paula, sor Catalina y Alberto con sus simples consignas me seña­laron el camino: 1) ser rea­listas, 2) responder a lo que pide el proyecto, 3) ayudar a las hermanas, 4) estar en mi lugar de trabajo (el hospital de Valona), 5) rezar el Ánge­lus antes de empezar, 6) hacer un resumen del día para planear el trabajo del día siguiente. Me han ayu­dado a amarrar mucho más. Las personas aquí viven en un gran descuido. Por ejem­plo, hay gente que vive en un piso limpio, pero con patios y calles en peor esta­do que las de Calcuta. Ante tan gran abandono mi habi­tual dejadez se ha visto sacudida, y he decidido ir a las citas de trabajo, incluso las de menor compromiso, arreglado, con traje y corba­ta. A la hora de decidir qué hacer con mi tiempo opto por lo que es más importan­te según un juicio de fe por­que vale más, incluso cuan­do me cuesta mucho. No tengo tiempo para tener malos pensamientos porque por doquier hay una extrema pobreza mediante la cual el Señor me reclama y me invita a amar. Amelía, una madre de la comunidad de Tirana, ingeniero químico, en paro y con graves proble­mas económicos, me decía hoy: «Los albaneses son pobres espiritualmente». Se trata de la consecuencia del pasado régimen que ha des­truido lo humano. Entonces, se me ha escapado un «¡Viva la comunidad cristia­na de Tirana! ¡Viva nuestra comunión! ¡Viva Cristo Redentor del mundo!». Te abrazo. P.S.: Patricia y mis hijos me han escrito y firmado una nota para que la pusiera en mi mesilla de noche durante este viaje. Escucha qué bonito: «Debes hacer todo como si de ti dependiera sabiendo que todo depende de Dios» (san Ignacio).
Andrea, Milán

Italia. Queridos padres
Desde hace tiempo parti­cipamos de la experiencia de «Familias para la acogida». Hace unos meses atravesamos un momento de dificultad con uno de nues­tros hijos que tenemos en custodia. La adolescencia es siempre un período difícil, y más aun para los que tienen a sus espaldas una historia dramática y dolorosa como la suya. Pero en un momen­to determinado siempre sucede el milagro. Nuestra hija nos escribió esta carta para expresar su alegría que es también la nuestra.
«Queridos padres: Os escribo porque quiero compartir con vosotros la alegría que expe­rimento y que nunca había tenido antes. Me he equivo­cado muchas veces y de ello doy gracias a Dios. Le agra­dezco que lo haya permitido. De no ser así ahora no enten­dería la gracia que he recibi­do. Sólo puedo decir que he sido tonta porque habría podido ser feliz incluso antes y no lo quise. Si lo que vivo no fuera tan verdad creo que seguiría siendo como antes por dentro y por fuera. Os doy las gracias porque vues­tra vida es un testimonio en que la verdad se hace concre­ta para mí. Estoy aprendien­do a miraros como a la pre­sencia de Cristo en mi vida. ¡Qué curioso! Yo entré en vuestra vida y estoy aquí hablando de que vosotros habéis entrado en la mía. Sí, es recíproco. Pero vosotros lo habéis elegido y yo no. A menudo me encuentro rezan­do a Dios para que os de la fuerza para seguir por el camino duro y fatigoso en el que os ha puesto. Creo que es porque os quiero y sé que sois esenciales para mí. Soy realmente afortunada porque, además de tener amigos, os tengo a vosotros que todos los días con vuestros silen­cios y vuestras miradas me miráis con los ojos de Cristo. Él no juzga, ama».
Graziella y Silvano, Cesano Maderno

Mirar a otro
Querido don Giussani: Siempre es una gracia poderte ver. Y también ver cómo te conmueves ante cualquier resquicio de realidad. Viendo tu conmo­ción se hace más fácil con­vertir la relación con las cosas en una experiencia, esto es, en el descubri­miento de que la realidad es el abrazo de Cristo, con­sistencia de la realidad. Ahora comprendo con sen­cillez por qué estás «alegre porque Cristo vive».
don Paolo, Roma

Quedamos en el "El Soto"
Hemos celebrado juntos los ocho años de vida del movimiento en Móstoles.
En el parque público de "El Soto" nos vimos todos, ce­namos y, luego, empeza­mos a cantar cantos popula­res juntos. Fue escuchar otra vez el eco de la belleza que nos ha fascinado. Ju­lián contaba cómo estando con Chalo conocieron a Amalia y Mª Ángeles y así empezó la primera Escuela de comunidad; cómo de forma casual encontró al Portu, le invitó a un viaje a Roma que él no dudó en aceptar. Arturo destacaba que fue decisivo el paso a la Universidad para madu­rar una presencia en el am­biente. Por último benjamín e Inma expresaron el agra­decimiento por El que nos ha reunido y por nuestra amistad. Acabamos la ve­lada cantando "Il popolo" para expresar el deseo de construir para todos la Igle­sia en Móstoles.
Inma, Zaragoza

Edificar con ladrillos nuevos
Querido don Gius:
Me han elegido Presidente de la Asociación de Empresarios de la Construcción de mi ciudad. Quería decírtelo porque es algo importante y comprometedor. Asumiré este cargo bajo mi total responsabilidad y, a la vez, lo considero como algo que pertenece al movimiento. De este modo, y con la ayuda de el Señor, podré ayudar a profundizar en el tema: «Iglesia sin mundo», del que nos hablaste en los ejercicios de la Fraternidad.
Marco
Querido Presidente:
¿Te acuerdas de Eliot cuando hablaba de reconstruir? «En lugares abandonados cons­truiremos con ladrillos nuevos ... ». Te deseo que pertenezcas a esta realidad en la historia. Para esto no hace falta ser monjes: basta con ser cristianos de CL.
Don Giussani

Barca
El domingo 4 de octubre tuvimos el encuentro de apertura de curso en Barcelona. Los testimonios sen­cillos y, a la vez, profundos fueron la clave de la jor­nada. Viendo a gente nueva entre nosotros, viendo el es­pectáculo de la unidad de la vida que se produce con el tiempo, viendo la sencillez de muchos, se renovó en nosotros la memoria de Aquel que nos convoca. En particular, para mí fue la ocasión de ver que Su acon­tecimiento llena de inme­diato la vida.
Marga, Barcelona

La fe y lo humano
Cuando Jorge, mi marido, me llamó al trabajo para decirme, que la niña que esperaba su hermana (embarazada de 8 meses) había muerto en el seno ma­terno, mi primera reacción fue pensar que no era posi­ble. Al dirigirme hacia la clínica ese mismo día, sólo tenía presente que Cristo permite que nos sucedan las cosas para afirmarle a Él en cada instante y pedía para que fuera así incluso en una situación tan triste. Frente al rostro de Cristina y Javier no dejaba de sorprenderme viéndoles capaces de expresar, aun en el gran dolor d ese momento, que el hijo desde su concepción no les pertenecía a ellos.
Todo lo ocurrido y cómo lo han vivido, acompañados por familiares y amigos pone de manifiesto la cer­teza de que la fe es lo hu­mano y otorga la esperanza que permite continuar cada día.
Pilar, Madrid

¡Ojo al dato!
El chiringuito de Pársifal ha recogido en Parla cuarenta y pico suscripciones a Huellas en tan sólo unos días. ¿Habilidad? ¿Marketing? ¿Magia? De todas formas se llevan el guiness para muchos años.
Una atenta observadora

Adherirse a la realidad
Respondiendo a una propuesta de un amigo nuestro, habíamos decidido pasar una semana en el campo de CÁRITAS de No­cera Umbra, donde hemos encontrado inesperadamente muchos chicos provenientes de toda Italia y de muy di­versas experiencias, cristia­nas y no cristianas, unidos por el deseo de ayudar a las víctimas del terremoto. A final del primer día había­mos visto que la vida en el campo era distinta a lo que esperábamos. La jornada es­taba señalada por gesto bien precisos: laudes matu­tinos, el trabajo común (re­coger la fruta, arar la tierra) la Misa y la velada. La jor­nada laboral era ante todo fatigosa: era necesario le­vantarse temprano para afrontar trabajos físicos y muy pesados. La fatiga fí­sica, pero no sólo ella, ha­cían hacer de modo exi­gente la pregunta sobre la razón por la cual valía la pena estar disponible. Toda la jornada del inicio al fin demandaba nuestra adhe­sión a la realidad. Esta ex­periencia ha sido sobre todo una posibilidad concreta de experimentar la preciosidad de la educación que nos da el Movimiento; a la reali­dad, de hecho, es necesario responder como ella es. También ha sido grandiosa la experiencia de la unidad imprevista y sorprendente con los chicos del campo, algunos muy diferentes por caracteres y carismas, estábamos juntos por un único fin: servir a Cristo.
Fabiano, Gabriele, Michele, Paolo, Silvestro, Walter, Oliver, Damiano, Fabio, Alessandro, Gabriel, Milán

Hombres conmovidos
Querido don Giussani: Después de haber leído en el cuadernillo de Comunión y Liberación que Cristo tiene necesidad de hombres conmovidos y no reveren­tes, no me he podido quedar en la cama (son las 23:45h.); «conmovidos» quiere decir «movidos con, juntos» y yo forzosamente debo levantarme y escribirte que lo que vivo desde hace dos años es verdad. Leía hace poco que el carisma es un don del Espíritu Santo; yo, ahora, puedo decir que el Señor ha querido donarte el carisma para que yo no estuviese sola el día del accidente, el día más doloroso de mi vida, y ahora con una distancia de seis meses, para que mi hermano no estu­viese solo, aunque lo estaba físicamente, puesto que está en América, para que la vida de mi hermana Débora (muerta en el accidente) tenga un sentido. Yo ahora puedo sólo agradecerte ha­ber dicho sí hace años y continuar diciéndolo ahora y pedir que el Señor me dé la fuerza de decir sí ahora, mañana y en medio de cual­quier semana que esté de nuevo en la Escuela.
Valentina, Pescara

Memoria y cambio
Queridísimo don Gius­sani: En estos días e in­cluso semanas existe como una dominante nove­dad en mis jornadas: es que la memoria de Cristo, es como si coincidiese con el cambio cotidiano que sor­prendo en mí y en torno a mí. Estoy verdaderamente cierto de que Cristo ya ha vencido también en la dra­maticidad del pedazo de historia que estamos vi­viendo. Sí, hacer memoria de Cristo es justamente la posibilidad de no perder el presente que pasa, sino vi­virlo llegando hasta la raíz de su significado. Que agrandamiento de horizonte hacer cualquier cosa sin la angustiosa sensación de cárcel de que cuanto existe se acabará, sino sorpren­diéndose de que la raíz, Cristo, la vuelve consis­tente y qué afecto y pasión nacen justamente por las cosas que debes hacer; por­que aquella es tu circunstancia, hecha para ti por Cristo. Sigo ofreciendo por­que es así como de dejo hacer compañía por ti cada día. Tuyo por gracia de Je­sucristo.
Don Paolo, Novosibirsk

Pueblo Nuevo
Querido don Giussani: No hemos podido participar en la peregrinación a Roma a causa de una tan grave como inesperada in­tervención quirúrgica de nuestro hijo. Leyendo tu intervención es como si la situación en la que nos hemos encontrado nos hu­biese ayudado a compren­der el sentido de lo que has dicho, posiblemente más de lo que hubiésemos podido comprender si hu­biésemos participado. Esto por mérito de nuestros amigos que han rezado por nosotros y por aquellos que hemos encontrado en el hospital, que nos han se­guido y sostenido. Cuando tu has hablado del pueblo nuevo, del nuevo Israel de Dios, han venido a nuestra mente sus rostros y su ca­pacidad para compartir. Para quien entra en el hospital en condiciones dramáticas, es fundamental encontrar a alguien que tenga tu corazón. Gracias.
Gabriele, Cristina, Giacomo

En compañía
Participo de la realidad de Comunión y Liberación desde hace casi diez años. Debo decir «par­ticipo» y no «formo parte» porque, estando inscrita en la Fraternidad y sabiendo que es la realidad que más me corresponde, no me he sentido nunca «en compa­ñía». Siempre he oído ha­blar y he visto entre los otros la amistad encarnada gracias a gestos comunes, banales (el trabajo, el vivir juntos, el llevar a los niños al colegio, los cumpleaños), que se dilataban en gestos de auténtica comunión (compartir la enfermedad, los problemas económicos, la muerte de un pariente, el misterio acontecido el seis de Enero, etc.). Siempre he considerado esto, de algún modo, como algo obvio, natural, fruto del sentido común. Pero no entiendo cómo, no entiendo qué me ha pasado inadvertido, para no llegar a sentirme en co­munión, en fraternidad. Ahora me encuentro pos­trada en la cama por el tercer embarazo (que pido al Señor que consiga llevar a término) y simultáneamente mi padre se encuentra hos­pitalizado recuperándose de un infarto. La desespera­ción y el desconsuelo que se apoderó de mí al cono­cer la noticia se veía sólo mitigada por mi empeño de recitar el rosario por él. Se transformaba en cambio en paz cuando empecé a leer la Escuela de comunidad (El rostro del hombre, «La verificación como prenda», Ed. Encuentro, pág. 141). Los párrafos «En la proxi­midad» y «Una unidad misteriosa» se han transfor­mado en rostros queridos para mí a los que he tele­foneado para pedirles que rezaran en su familia y en su Fraternidad por la cura­ción de mi padre. He sa­bido, entonces, que la noti­cia de la enfermedad ya se había extendido a todos y que aquello que yo deseaba ¡se estaba realizando hacía varios días! He experimen­tado hoy lo que no he acertado a entender en diez años. La gracia de Dios está ya presente. Lo tangi­ble de este hecho se con­creta en la implicación de mi libertad.
Elena, Padua

Respuesta imprevisible
Las circunstancias de nuestra vida, como grandes pilares del recorrido, son signo del Misterio que se revela. La muerte de mi marido Gianni, acontecida inesperadamente tras una sencilla operación, a la edad de 38 años, se me muestra como el cumplimiento de una vocación. En el desper­tar tras la operación, durante aquellos quince minutos en los que se cumplió su vida, Gianni había afirmado, con toda la certeza y la fuerza de la que era capaz: «Esto es un calvario pero después está la Resurrección». Gra­cias a Patricia y a los herma­nos en Cristo yo hoy tengo la certeza que el rostro del Misterio es bueno, también cuando soy atravesada por el dolor. La mañana del 19 de Agosto, antes de la opera­ción, se había encomendado a la Virgen de Loreto, de la que era particularmente de­voto, y, como cada día, ha­bía rezado el Ángelus. Si la Virgen, con su ternura mise­ricordiosa ha querido res­ponder de un modo tan im­previsto e imprevisible a su oración ha sido para cumplir su infinito deseo de Amor y de Eternidad. Este aconteci­miento me permite ahora ver más claramente aquello que antes apenas percibía de modo confuso. Lo primero es que él tenía un gran afecto al Movimiento y a don Giussani, y quería qu­e nuestro destino, el de toda su familia se cumpliese den­tro de esta compañía. La percepción que tengo hoy del tiempo no es la misma de antes: «El tiempo apremia» y está lleno de esperanza y de significado en cada acto de su cumplimiento dentro de las circunstancias. La muerte de mi marido ha hecho evidente para mí que el sacramento del Matrimonio es indisoluble y eterno y que un es para el otro "el punto el fuga", la apertura al Miste rio. Otro signo del «milagro­ del cambio» producido por este acontecimiento es el cambio de mirada con el que me pongo ante mis hijos y concibo su destino, porque he entendido de repente que Gianni y yo no podíamos ser horizonte y cumplimiento para su vida. Solo Cristo es­ compañía a su destino. A los compañeros de trabajo que en estos días me confesaban su admiración por mi coraje (el primero de septiembre he regresado a mi trabajo de enseñante) les he manifes­tado que esta fuerza no era mía, porque no la he tenido en otras circunstancias dolo­rosas de mi vida. El coraje del presente se llama Frater­nidad, experimentada ines­peradamente como el ciento por uno en esta vida.
Silvia

Nada por menos de esto
Queridos amigos: Os re­mito la carta que me ha es­crito Stefanía, una amiga de los tiempos de la Universi­dad, en los años setenta, con­vertida en Sor Esperanza al entrar en la clausura de las clarisas. Me escribe desde un monasterio en Thailandia.
23 de Agosto de 1998. Que­rida Claretta: He recibido el pasado septiembre tu postal de Rímini en la que te ex­presabas así: «Desde hace 18 años estamos siempre aquí». Y este año os re­cuerdo en el Meeting por decimonoveno año. Estamos en la misma casa, en este camino y en este carisma que es un don grandísimo que nos hace carne de la misma carne y huesos de los mismos huesos como oí­amos decir siempre pero cada vez contiene una sor­presa grande más próximos al padre o a la madre. Y este carisma es así de grande porque te sostiene y te lleva y yo me lo he encontrado aquí en Thailandia, donde con mucha mayor decisión cada día está sostenido por la pertenencia a Cristo, en este camino, esto es con todo lo que caracteriza la vida en un monasterio y todo lo que exige nuestra unidad. Muchas veces es dramático porque nuestra comunión es literalmente escandalosa, sobre todo en un ambiente en que la per­sona no existe. Me conmo­vió muchísimo que justa­mente en Noviembre del 95, cuando llegué, la escuela de Comunidad fuese sobre el texto de don Gius El Rostro del Hombre. Puede que en Italia no lo hayáis notado, haya sido normal, pero aquí sólo el impacto con el título producía un choque: si hu­biese sido El Rostro de Dios no habría ningún problema, todo estaría en orden; pero ¿qué quiere decir rostro del hombre? Quiere decir tu cara, tu nombre, tu historia, tu, en suma, ponerte ante el otro como imagen de Dios y, por tanto, frente a sí mismo, y vivir el tú es insoportable. Por esto es cada vez más claro que el Señor me ha tra­ído aquí para mi conversión. Nada por menos de esto. Pero esto no tendría sentido si fuese sólo mi conversión, ya comamos, ya durmamos... es verdadero que ¡todo es para la gloria de Cristo! Doy gracias al Señor que ha gra­bado a fuego vuestros ros­tros en mi vida: vosotros sois el rostro de Cristo, por esto es razonable empeñarse en buscar el rostro del hombre.
Stefania

Con la ayuda de San Ricardo Pampuri
En Julio de 1998, he te­nido un grave accidente (traumatismo craneal con fractura y hematoma), mi hijo Andrea, que ha cumplido este año cinco años, ha sido sometido a una delicada intervención de neuro­cirugía en el Instituto Gas­lini de Génova. En aquellos días difíciles, mi mujer y yo habíamos tratado de la espe­ranza que deriva de la fe la fuerza para afrontar la dura prueba a la que era llamado nuestro hijo y nosotros con él. Existe un momento en aquellos días que no olvi­daré. Durante la intervención, telefoneé a don Mimmo (nuestro párroco) y le pedí que dijera una ora­ción por Andrea. Don Mimmo tuvo para nosotros palabras de esperanza y nos exhortó a confiar nuestra plegaria a San Ricardo. La intervención resultó inmejo­rable. Con la ayuda de Dios y de San Ricardo, Andrea ha superado la intervención y el sucesivo periodo de te­rapia intensiva que, por exi­gencia clínica ha resultado la dolorosa distancia tam­bién física de los padres. Contar esta experiencia quiere ser el testimonio de un hecho, de un momento de la vida en el que se ha manifestado la realidad de un milagro más grande que la maravillosa curación de Andrea, que va más allá de nuestra comprensión y de nuestra misma existencia y que encuentra y confirma la única explicación en la vo­luntad de Dios y en su pre­sencia real todos los días en medio de nosotros. En esta realidad se completa y se afirma cada día nuestra par­ticipación en el designio de Dios que abraza todo lo cre­ado, la más tenue hoja de hierba que aplastamos hasta
la más grande estrella del Universo que ni siquiera lle­gamos a ver.
Danilo, Cogorno

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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