Hay una pequeña comunidad de CL en la capital de este país africano. ¿Qué impresiona más del movimiento? El anuncio de que Destino no es un enemigo que hay que exorcizar, sino una compañía para la vida
¿Quién es y qué es el Destino? En Occidente, lo hemos aprendido ya, prevalece la pretensión de identificarlo y reducirlo a la obra de las manos del hombre: en Oriente se concibe como un mar en el que el hombre se disuelve como una gota en el océano. ¿Y en África? Probad a preguntárselo a un africano y él os responderá que el Destino es un presagio oscuro, una fuente de angustia, una amenaza inminente. Porque Dios es bueno, pero está lejano del hombre: por medio está el mundo de los espíritus malvados que dominan nuestra vida. Son los que causan la enfermedad, la muerte, la miseria, la infelicidad. El hombre, piensa el africano, es la víctima predestinada del Destino.
Fuera de la tempestad
«Estás en medio de la tempestad, las olas rompen a tu alrededor, pero tienes cerca una voz que te recuerda la razón, que te llama a no dejarte arrastrar por las olas, a no ceder. La compañía te dice: "Mira, que después resplandece el sol; estás envuelto por las olas, pero luego sales y hace sol"». Benoit, sentado junto con otros en un banco del colegio de las monjas en la parroquia de Etoudi, da vueltas al folio entre las manos. Vuelve a leer mentalmente la frase (escrita en francés) y sonríe. Pide la palabra y, riendo cada dos palabras, pide explicaciones sobre esta compañía que vence el miedo. Dicen que los betas hacen así cuando una cuestión seria les impresiona. Y ¿qué hay más serio y pertinente para un africano que la promesa de salvarlo de la tempestad?
Aquí en Yaoundé, la capital de Camerún, el panfleto de Pascua se ha convertido en el primer panfleto de Comunión y Liberación en este país africano. La comunidad africana de Camerún es la más joven del movimiento: nació en noviembre del año pasado a través de la persona del padre Maurizio Bezzi, un joven misionero del P.I.M.E trasladado a la capital después de cuatro años de actividad en el extremo norte del país, en una región habitada en un 90% por ateos y musulmanes. Durante cuatro años Maurizio hizo Escuela de comunidad él solo, después una infección en la boca le obligó a mudarse a la capital para que un especialista lo curase. Allí se puso a ayudar a un párroco en dos parroquias distintas, se dedicó completamente a la pastoral de los chicos de la calle (muchas en Yaoundé, como en todas las grandes ciudades africanas) y comenzó a proponerles el movimiento. El primero que aceptó la propuesta fue Charles Atini, director del coro de la parroquia de San Agustín, padre de nueve hijos y genial artista del bricolaje. Charles pinta (dirige un taller), canta, escribe guiones, recita (ha interpretado un personaje muy popular en un serial televisivo). Ímpetuoso como es, si no hubiese encontrado al padre Maurizio habría fundado él mismo un movimiento eclesial.
«Ya había pensado incluso en el nombre», explica con aire divertido. «Tenía que llamarse "Comunidad Emaús" y pensaba proponérselo a los miembros del coro. El proyecto era de encontrarnos para rezar y para meditar los salmos, para después contarnos cómo el cristianismo se hacía carne en nuestras vidas. Desvelé mis intenciones al padre Maurizio. Él me respondió: "Lo que buscas puedes encontrarlo en el movimiento. Ven a Escuela de comunidad". Le tomé la palabra que hoy la Escuela de comunidad en Yaoundé se hace todos los miércoles por la noche en su taller, en medio de lienzos frescos de témpera o acuarela encargados por locales ricachones. Una vez al mes además todos se encuentran un domingo por la tarde en el colegio de Etoundi.
El polifacético Charles Tiene el carisma del líder. Encima es hijo de una capital de provincia y por estas partes la sangre no es agua. Pero la recién nacida comunidad de Yaoundé (unas treinta personas) presenta un muestrario de tipos humanos muy variopinto. Está Jean-Pierre, que a los 20 años escribió sus memorias de bandido y todavía alterna con los chicos de la estación central. Está Honorine, encargada de una tienda de equipos Hi-Fi en el centro de la ciudad, hija de una polígamo, una chica despreocupada. Después su padre muere y durante seis meses está obligada a dormir en el suelo con las mujeres y los hijos del difunto; así se hace luto según la tradición. Y ahora la nidada de hermanitos y hermanastros los tiene que mantener ella, que es la única que lleva un sueldo a casa. Están Virginie y Antoine, una pareja de prometidos que están a cargo de un hijo cada uno, fruto de historias pasadas; la primera mujer de Antoine murió en el parto.
Brujos
Antoine es uno de los primeros que han oído hablar de CL en Yaoundé. Formaba parte de una fraternidad carmelitana alentada por el padre Antonio Sangalli, misionero y rector del seminario interdiocesano. El padre Sangalli, simpatizante del movimiento, había hablado más veces de Comunión y Liberación a sus hijos. Antes de dejar el pueblo a causa de un infarto, les aconsejaba que se unieran al grupo naciente del padre Maurizio. Algunos han seguido el consejo.
Después está Alice, una bella chica baosa, de ojos grandes y brillantes, pelo rizado y cortísimo. Tal vez es la persona que más ha cambiado al encontrar el movimiento. Antes atribuía todos sus males (frágil salud, dos suspensos en el examen de selectividad) a la mala suerte y, como hace la mayor parte de los africanos, se dirigía a los curas para obtener bendiciones y exorcismos contra los espíritus malvados. "Puedo darte todas las bendiciones que quieras -le dijo el padre Maurizio- pero no resolverán tu problema. Sin embargo, ¿por qué no vienes con nosotros?". Alice comenzó a ir con la gente del movimiento y ahora está mucho más serena y tranquila. ¿La prueba? Hace algún tiempo los familiares le propusieron acompañarla a un feticheur (un brujo) en Douala para solucionar sus problemas y ella osó negarse. "Yo te sigo a tí" le dijo al padre Maurizio.
El Destino como compañía
Es increíble el número de brujos, curanderos y sectas religiosas que afloran en las ciudades africanas, y todavía es más increíble su éxito popular, pero nunca dura más de algún mes o año. Para atraer las masas están las promesas de curación y enriquecimiento por intercesión divina; para todos el problema es el de convencer a Dios para que se muestre benévolo con sus hijos, para que vuelva su rostro hacia los que sufren y liberarles de sus circunstancias dolorosas. Nadie sospecha que el Destino pueda hacerse compañero del hombre incluso en el sufrimiento, que el dolor pueda tener un sentido. Ante esto la propuesta del movimiento suena nueva e inimaginable: «He aceptado la invitación del padre Maurizio -cuenta Charles- porque me había sorprendido una frase en una homilía suya: "Nosotros reservamos a Dios una parte de nuestro tiempo", decía, "pero Él nos pide toda la vida"». El Destino no es más que la potencia remota de poner al servicio del hombre por medio de la magia: de Dios se puede vivir. Gracias a aquella grande brujería que es la compañía.
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