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Huellas N.11/12, Noviembre 1992

ANIVERSARIO

Un pueblo en Lourdes

17 de octubre de 1992. Cinco mil miembros de la Fraternidad de Comunión y Liberación han participado en una peregrinación a la gruta de Massabielle para celebrar el décimo aniversario del reconocimiento pontificio.
Presentamos el documento fotográfico del encuentro

CAMINO
Una compañía guiada al destino es una compañía en camino. No podemos evitar la conciencia de ser peregrinos. Gracias a Dios, para la peregrinación de la vida hacia el Destino, la personalidad humana no necesita más que de algo muy elemental, una gran sencillez de corazón, una pobreza de ánimo y de espíritu. La Virgen es el «tipo» de este hombre que camina hacia su Destino, de este protagonista nuevo del tiempo.

EL ÁNGEL
«Nosotros, que por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo...». ¿Por el anuncio de qué ángel he conocido yo que Dios se ha hecho hombre? El ángel, el que lleva el mensaje, es toda la tradición de la compañía cristiana que se ha coaugulado haciéndose presente para nosotros en la brevedad de nuestra compañía.

AGONÍA
El misterio de nuestra compañía tiene como imagen Getsemaní, y como signo la agonía de Jesús. Agonía es una palabra griega que indica lucha, sufrimiento lleno de lucha. Para Cristo todo estaba tranquilo «hasta el día en que comenzó su misión» (Péguy)

COMPAÑÍA
«¡Que la Virgen proteja el camino de nuestra compañía! Y que lo proteja a través del gran amor con que la abraza la Santa Madre Iglesia y en particular la figura del Papa, cuyo comprometedor mandato contenido en el discurso de nuestro treinta aniversario - "Id por el mundo" - estamos tratando de cumplir» (de la homilía de monseñor Angelo Scola)

TERNURA
Nuestra compañía es generada por la ternura de Dios, que se refleja en nuestro corazón de pequeños y sencillos, capaz sin embargo, de abrazarse.

MARÍA
Nuestra naturaleza es deseo de felicidad, nuestra vida deseo de verdad. María es la respuesta de Dios que dice: «Yo realizaré tu deseo; me hago compañía de tu vida para que este deseo se verifique»

ENEMIGO
Existe un poder mundano que no ama nuestra vida, sino que la quiere usar para sus iniciativas. Por eso odia nuestra unidad. Nuestra libertad puede ser connivente con ese odio.

EL MILAGRO DE LA UNIDAD
Milagro es aquello con el que Cristo demuestra su resurrección. La compañía es, en el mundo, milagro. ¡Que la Virgen salve nuestra unidad frente al desperdicio de ella al que el mundo nos invita!


UN PROBLEMA DE MÉTODO
Al concluir la peregrinación, Don Giussani habló un momento con algunos periodistas presentes. Traemos a estas páginas el resumen publicado el 18 de octubre por Il Corriere de la Sera

Lourdes. Fuma un cigarrillo con parsimonia, busca las pala­bras mejores y mueve sus ojos claros, todavía preciosos, como si intentase, con toda la fuerza que tiene en el alma y en el cuerpo, dar un mensaje. Don Giussani se esperaba la pregunta y no la rechaza: ¿Qué le parece la Italia de hoy? ¿Se acuerda de la peque­ña Italia de cuando usted enseña­ba en el liceo Berchet de Milán?¿Qué diferencia hay entre aquella y esta Italia? ¿Este país le ha desilusionado, asustado?
«Me asusta -dice en seguida-, Italia me parece un terremoto. Donde quien más empuja logra tirar más piedras que le obstruyen el terreno. Es una situación civil en la que no existe un ideal ade­cuado, donde no existe nada que supere el aspecto utilitario. Un utilitarismo perseguido sin ningún punto de fuga ideal. Esto no pue­de durar. El temor es que se desencadenen conflictos sin fin».

Usted ve la situación terri­ble..
«Sí, mal, muy mal. Y sin embargo, de modo paradójico, hay, transver­salmente, dentro de todas las posi­ciones, hombres que por el contrario tienen una sensibilidad rara, difícil de encontrar. Es un hecho ocasional y transversal. Esperemos que estos hombres puedan dar lo que tienen. Entonces se lograría tamponar, limi­tar los daños».
Don Luigi Giussani, cabeza caris­mática de Comunión y Liberación, peregrina hacia la Virgen de Lour­des, con cinco mil miembros de CL, en su gran mayoría italianos. Pero hay delegaciones de irlandeses, por­tugueses, españoles, suizos y france­ses. La peregrinación es un agrade­cimiento por el décimo aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Libera­ción. Cuando ve a los periodistas Giussani sonríe amablemente y pre­gunta: «¿Pero cómo es posible que siempre consigáis reducir el Mee­ting de Rímini a algo únicamente político? Sin embargo es un mundo lleno de riqueza humana». El gran sacerdote, hijo de un ferroviario anarquista, utiliza otras palabras con su gente cuando predica en una de las basílicas del Santuario de la Vir­gen de Lourdes: «La ternura de Dios se ha comunicado a través de la Vir­gen. En este lugar es más fácil levantar una mirada sobre uno mis­mo y sobre el mundo que no tenga miedo de la realidad de desolación y de cinismo que nos rodea». Y añade: «Hemos venido aquí para pedir que se realice lo que el Papa tiene en el corazón, por el bien de la Iglesia».

¿Por qué ve a Italia de este modo? ¿Por qué ha sucedido todo esto? Usted lo puede decir después de haber visto crecer a tantas generaciones. ¿Cuál ha sido el fac­tor desencadenante de una caída similar, de un empeoramiento semejante?
«A todas estas generaciones de hombres no se les ha propuesto nada. Salvo una cosa: la aprensión utilitarista de sus padres».

¿Está hablando del dios dinero?
«El dios dinero o la seguridad de una vida acomodada, de una vida sin riesgos. Hecha únicamente de cosas, sin riesgo alguno. ¿Me permite que le haga una pregunta? Dígame un ideal que exista hoy».
Don Giussani se para un instante, fuma, y casi se interroga a sí mismo: «Quién sabe si este deseo de hacer menos difícil la vida de los hijos, o de un determinado grupo de perso­nas, abre en algún momento su hori­zonte. Es decir, si quien tiene este deseo comprende que para poderlo realizar necesita un ideal, una espe­ranza. Yo creo que esto se puede esperar. Por ejemplo, ciertos aspec­tos del Islam y del hebraísmo son así. Cuando hablaba de transversali­dad pensaba sobre todo en ciertos hombres hebreos y del Islam que parecen más cercanos a lo que hemos dicho, a una sensibilidad que puede abrir su horizonte».

¿Por qué en Occidente, justa­mente en el Occidente cristiano, la gente vive en esta condición de malestar, de falta de ideales?
«Aquí estamos realmente en el caos».

Comparemos los dos «finales de siglo». En los últimos años del siglo XIX había un gran fermento, una gran confianza en la ciencia. Se celebraba el «Baile Excelsior». Quizás fuera trivial, pero algo era. Ahora parece que sólo existe inquietud y malestar...
«No era trivial en absoluto, aquella confianza en la ciencia tenía la dig­nidad de la idolatría. Hoy hay sed de poder. Pero no por el gusto prome­teico de aplastar, de tener a la gente sometida, sino sólo para asegurar tranquilidad a quien interesa».
Es también la sociedad de la apariencia, de la ilusión, del tener que contar ...
«Estamos de acuerdo. Pero vosotros, los periodistas, llegáis por inducción a estas verdades observando las cosas, la realidad. Yo, por el contra­rio, las comprendo porque las deduzco de advertir la ausencia del ideal en el que creo. Occidente ha rechazado este ideal». Otra pausa de Giussani. Luego dice: «Vosotros y yo nos encontramos cerca al decir estas cosas. Sólo que vosotros no podéis indicar los ideales para reconstruir, como dice el profeta Isaías, "las paredes de las casas des­truidas"».

¿Por qué sucede esto en Italia?
«Es un problema de educación».

Usted dice que hay egoísmo, sed de poder; pero en el fondo Italia es un país de educación católica: la gente iba a Misa, a la parro­quia, hablaba de solidaridad y votaba a la Democracia Cristiana. ¿No es esto un país de educación católica?
Es la única vez que Don Giussani eleva la voz para gritar un tajante: «¡No! Esto quizás pasaba en tiem­pos de Rosmini».

Es decir, entre una generación y otra ¿no se han transmitido valo­res?
«No se ha transmitido el método para captar el núcleo de los valores, su razón última, la génesis. Y las consecuencias que estos valores pueden tener. Todos han tenido bue­nas intenciones. Creo que todos tuvieron, de verdad, buenas inten­ciones, pero sin transmitir el método para comprender y la razón de los valores... ».

Pero había Misa y vida en parroquia en los años sesenta...
«Pero esto no es un contenido. Por hacer una comparación, sería como un título de bolsa, no es dinero real».

Sin embargo también hoy hay quien intenta encontrar, y de hecho a veces lo descubre, un ideal en el trabajo y en el contacto con el mundo de los pobres, con el Tercer mundo, por ejemplo ...
«Estos pueblos no han tenido el pre­mio equívoco de un desarrollo mate­rialmente confortable».

¿Se refiere, quizás, al hecho de que tampoco han tenido intoxica­ciones culturales?
«No existe una máquina que pro­duzca intoxicaciones culturales. Lo que produce confusión es la ausen­cia de un ideal».

¿En qué consiste esta confusión?
«Una persona que no admite que en ella hay una parte de traición, de no voluntad en perseguir el ideal que cada uno tiene dentro de sí (para los cristianos es el reconocimiento del pecado original), ya no es auténtica, ya no es verdadera en ninguna rela­ción. Porque olvida la verdad exis­tencialmente inicial, esto es, que la mezquindad, el ser miserables, la pereza, la maldad, ofuscan el cora­zón del hombre que está constituido por el ideal. El pecado original es un misterio sin el cual nada se entiende; una hipótesis de trabajo sin la cual no hay orientación posi­ble».

Me parece que usted está dicien­do que Occidente ha querido cancelar este misterio del pecado ori­ginal...
«Hoy día el pecado original es algo que hace reir a Occidente. Occiden­te ha cancelado el pecado original porque de lo contrario significaría tener que admitir al Salvador».

Usted ha hablado, durante su meditación en el Santuario, de un poder enemigo del pueblo, un poder dispuesto a tolerar a «los cristianos que no molesten». ¿A qué se refería?
«Me refería al poder que domina, no al que sirve. Hay un poder que se constituye y toma forma en torno a intereses parciales, unilaterales; éste es el poder enemigo del pueblo, el poder que odia al pueblo».

¿Quién es este poder, quizás el de las lobbies?
«Puede ser también esto».

Pero ¿cuál es su concepto de pueblo?
«Un ideal de vida humana, o más humana, no puede no suscitar el interés de la gente que de algún modo se reconoce amiga y colabo­ra, en vistas a un percibido o supuesto ideal de mejor humanidad, e intenta también encontrar los ins­trumentos para realizarlo. Esto es un pueblo».
En el Santuario de Lourdes, Don Giussani dice a los miembros de CL: «¿Sabéis por qué el mundo odia a los cristianos? Porque afir­man que el ideal no es un principio abstracto, sino un bien que está pre­sente en un pueblo que hace histo­ria». Hace comprender a su gente que los cristianos están hoy en medio de la batalla, en el centro de polémicas y contestaciones. Pero añade: «Estoy satisfecho de mi gen­te. Están atentos, con interés. No hay necesidad de guardias o policí­as. Piden que se les hable. La belle­za humana de los resultados, de todos modos, no está en nuestras manos».

Traducido por María del Puy Alonso

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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