El manifiesto de Pascua de este año contiene una frase de San Agustín. La imagen del apóstol Juan, apoyado sobre el brazo de Cristo, es símbolo de la confianza concreta que tiene el cristiano en el Misterio Presente. Una entrevista con Giacomo Tantardini para comprender el significado y la propuesta del manifiesto de 1990.
Ya es casi una tradición para el movimiento de Comunión y Liberación, una tradición en el sentido noble y positivo de la palabra. Cada año, el «manifiesto» de Pascua marca para el movimiento un punto firme de profundización de su propia experiencia eclesial e indica una propuesta, clara para todos, de lo que más se desea, del acento con que se desarrolla año tras año su vida cristiana.
El comienzo de esta tradición se puede remontar a 1982, con un manifiesto que se titulaba Cristo, la compañía de Dios con el hombre. Era el redescubrimiento del «corazón» de la experiencia de CL, un corazón totalmente inserto en el corazón mismo del cristianismo: la persona de Cristo. Desde entonces, el movimiento propone cada año un texto y una imagen que condensan en una visión sintética el «paso» que se quiere dar y que se quiere proponer: es lo que llamamos «el manifiesto de Pascua».
Es un instrumento no sólo para pegar en la pared de la propia casa, sino también en los pasillos de la Universidad, en las aulas de los colegios e institutos, en los despachos, para que nos sirva a nosotros mismos de invitación a la memoria y de anuncio-provocación para todos.
En estos años se han sucedido las imágenes del Gernika de Picasso, el Ícaro de Matisse, el rostro de Cristo de Massaccio y el del mismo Cristo de Rembrandt. Las frases han sido un pasaje evangélico del diálogo entre Cristo y Marta sobre la resurrección, una oración de Gregorio Nacianceno, una frase del Diálogo del Anticristo de Soloviev y un pensamiento de E. Mounier.
Este año la imagen (cf. la portada de este número) es del escultor alemán, de 1400, Tilman Riemenschneider: es un detalle de su Blutaltar (Altar de la Última Cena), donde se ve al apóstol Juan con la cabeza apoyada sobre el brazo de Cristo, según la descripción del Evangelio de San Juan. La frase que acompaña esta imagen está tomada del Contra tulianum. Opus imperfectum de San Agustín y dice: «Éste es el horrendo y oculto veneno de vuestro error: que pretendáis hacer consistir la gracia de Cristo en su ejemplo y no en el don de su persona».
Con Giacomo Tantardini, párroco en Roma, que sigue varios grupos de universitarios en Italia y que en estos dos últimos años ha predicado en Madrid los ejercicios espirituales a todo el movimiento, buscamos profundizar las razones de la elección del manifiesto de este año.
«La frase de San Agustín -comienza- indica que el cristianismo es una Presencia, un Acontecimiento de gracia, un Hecho irreductible. El mundo, siempre y hoy sobre todo, ha intentado reducir ese Acontecimiento a palabras, a modelo, a ejemplos, a valores, a compromisos, a leyes. El amor al cristianismo como Hecho no se despierta, por lo menos en su primer instante, por una preocupación de ortodoxia, sino por una pasión por lo humano. Un cristianismo reducido a normas morales no salva al hombre. Sólo la presencia aquí y ahora del misterio de Jesucristo puede dar dignidad, consistencia, salvación y perdón a la vida. Aquello que nos mueve es una pasión por la felicidad verdadera del hombre y, por tanto, por una posibilidad de vida mejor. Me viene a la mente una frase del cardenal Ratzinger, extraída de su último libro Mirar a Cristo (publicada en la portada del número anterior de esta revista, n.d.r.); expresa el modo con que el Acontecimiento cristiano alcanza y se comunica a los hombres: a través de la gracia de un encuentro. Son las mismas palabras de L. Giussani, en su entrevista Laico, es decir cristiano: "Se encuentra el hecho cristiano topándose con personas que han realizado ya este encuentro y cuya vida desde que éste se dio, de algún modo, ha cambiado" (cf. 30 Días, nº 3. Agosto-Septiembre 1987. p.53). Igual que en los primeros encuentros del Evangelio: "Ven y verás"».
Nueva Tierra: Pero, ¿cómo se pone de manifiesto este cambio con más evidencia?
Tantardini: En la transfiguración de lo cotidiano, de las cosas normales. Y esto es particularmente evidente en el mundo de los jóvenes; un joven encuentra el hecho cristiano al encontrarse con otros jóvenes como él y se asombra al ver que ellos viven sus mismos intereses (que son los intereses de todos) de un modo más real, más bello y más alegre. Es un modo que él jamás había visto antes y que, sin embargo, siempre había esperado. El cristianismo no es una novedad porque introduce en la vida unas problemáticas y unos compromisos diferentes, sino por el modo nuevo, es decir, más humano con que hace vivir los intereses y las necesidades de todos; desde la inteligencia y la libertad con las que se afronta el estudio en la Universidad hasta la creatividad no violenta o artificial con que se puede vivir el tiempo libre.
N.T.: La palabra «seguimiento» indica el método con el cual esta novedad se hace propia...
Tantardini: El escritor italiano C. Pavese hablaba de estupor por algo inaudito y a la vez familiar, y de este modo definía inconscientemente los elementos esenciales del encuentro con el acontecimiento cristiano: el estupor frente a una realidad totalmente gratuita y, a la vez, la correspondencia con el propio corazón. Así pues, se trata de seguir esta realidad, de permanecer agradecidos y suplicantes -como la imagen del manifiesto indica admirablemente- en este estupor y en esta correspondencia. Para que todos los «pero», los «tal vez», los «sin embargo» no tomen ventaja sobre nosotros.
N.T.: ¿Qué es lo que más se opone al encuentro?
Tantardini: Por lo que conozco de la situación de los jóvenes, destacaría dos objeciones: en los más inteligentes se opone el cinismo. Pienso en una poesía de Juan Ramón Jiménez -«Ahora es verdad. Pero fue tan mentira que sigue siendo imposible siempre»- con la que Giussani concluye su libro La conciencia religiosa en el hombre moderno. Es como si ya a los quince o dieciséis años, en la vida de muchos jóvenes, se haya quemado la posibilidad de esperar algo verdadero y real. La segunda dificultad es el ser dependientes, esclavos de las modas del poder. El poder también puede llegar a aprovecharse de la ingenuidad favoreciendo huidas por ideales abstractos e irreales, con rasgos incluso de tipo religioso.
De todos modos sigue siendo verdad que el encuentro con el Acontecimiento cristiano -al ser un puro don de gracia- es siempre posible para todos.
N.T.: Exactamente igual a como «hace dos mil años», al comienzo de la difusión del cristianismo...
Tantardini: Exactamente igual. La frase de San Agustín, en este sentido, incluye también un acento polémico en contra de aquéllos que pretenden plantear ciertas precondiciones, morales o religiosas, al encuentro con Jesucristo. Por el contrario, el encuentro hace que salga a flote aquella apertura al ser, a lo real, y aquella disponibilidad profunda del corazón humano que puede permanecer también, según el Evangelio con más facilidad incluso, en el pecador más empedernido.
N.T.: ¿Qué es lo que el manifiesto de este año pide a nuestras comunidades del movimiento?
Tantardini: Pide sencillamente la obediencia al gesto propuesto: que sea leído, mirado, utilizado. El éxito que de éste pueda llegar, en los términos de profundización de la propia conciencia y de encuentro con otras personas, es un milagro que está en las manos de Dios.
N.T.: El Consejo Nacional de Comunión y Liberación, en un comunicado oficial de Agosto de 1988, declaró que el contenido del manifiesto de aquel año «índica el manifiesto viviente y permanente de todo el movimiento». El texto, en su parte central, decía esto: «Para nosotros, lo más querido del cristianismo es Cristo mismo, Él y todo lo que proviene de Él, puesto que sabemos que en Él habita corporalmente la plenitud de la divinidad». En 1989 la frase del manifiesto era de E. Mounier: «De la tierra, de la solidez, es de donde brota el parto lleno de alegría y el paciente sentimiento (...) de etapas que se suceden y que han de esperarse con calma, con seguridad. Es necesario sufrir para que la verdad no se cristalice en doctrina, sino que nazca continuamente de la carne». ¿Se puede determinar un itinerario entre estos dos textos y el de este año?
Tantardinl: El pasaje de Soloviev indica el corazón del cristianismo: una persona viva. Mounier sugiere que, tratándose justamente de una persona viva, Su reconocimiento surge al percibir Su acción en la «carne», al sorprender el milagro de un cambio. La frase de san Agustín nos recuerda que todos los pasos del camino cristiano son el fruto de la gracia, son un don. Y todo esto está resumido en la frase del Papa: «Nosotros creemos en Cristo, presente aquí y ahora, el único que puede cambiar, y de hecho cambia, transfigurándolos, al hombre y al mundo».
N.T.: ¿Y la imagen?
Tantardlni: La imagen indica que esta presencia es tan concreta aquí y ahora que siempre nos podemos apoyar en ella con ternura y con inmensa gratitud.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón