Las Elecciones: ¡Una ocasión para afirmar la comunión que vivimos!
Durante demasiado tiempo los cristianos hemos aceptado una concepción de la fe reducida y dualista. Hemos sufrido la separación entre una fe cristiana capaz de animar solamente la vida interior del hombre y una vida de relación social planteada según otros criterios y otras visiones de la realidad. Hoy podemos comenzar a superar esta esquizofrenia; podemos dar un paso para recuperar la verdadera experiencia cristiana: una vida auténtica, una vida plena, una vida unida ¡una vida humana!
Nosotros queremos llevar al mar abierto de la sociedad, del quehacer cultural, del trabajo, del tiempo libre, es decir, a toda nuestra vida concreta de hombres, los ideales cristianos que animan nuestra existencia. A todas las dimensiones de la vida concreta y, por consiguiente, también al terreno de la responsabilidad política.
Ha llegado el momento de comenzar a superar la censura que nos impone la ideología dominante. Ha llegado el momento de hacer saltar la prohibición que nos han impuesto eficazmente durante años: ¡no manifestar la identidad cristiana en la política!
Hoy, en diversos puntos de la sociedad y de la geografía española, está sucediendo algo nuevo: una agregación del pueblo cristiano que recobra la conciencia de sí mismo, de su propia cultura, su historia y su destino. Este pueblo que se va formando recobra el gusto del trabajo cultural, la construcción social y el ejercicio de la responsabilidad política. Sí, gusto, porque antes que un sentido del deber nos mueve una pasión por todo lo humano, la pasión de que la vida del hombre pueda ensancharse saliendo de la mezquindad actual, de que los hombres puedan encontrarse a sí mismos y entre sí, las diversas culturas puedan con vivir y estimarse, en resumen, la pasión por construir la ciudad del hombre para todos los hombres.
Es esto a lo que llamamos política. Nuestra política es construir estructuras nuevas y formas de socialidad nuevas en los colegios e institutos, en los talleres y universidades, en las fábricas y oficinas, en los barrios y pueblos. Incluso dentro de las instituciones políticas aspiramos a construir también, en coherencia con nuestra fe, una dinámica de servicio a todos los hombres.
Sabemos que los partidos debieran ser instrumentos de participación política para la construcción de una sociedad más adecuada a las necesidades del hombre. Pero también sabemos que hoy, en la circunstancia española, lo son en muy escasa medida. El pueblo cristiano debe contribuir, con su voto y sobre todo con su presencia pública cotidiana, a una renovación de la democracia española que la haga conectar mucho más con las raíces populares de una vida política sana. Plantearse con seriedad y no demagógicamente este problema significa tomar en consideración, entre otros, dos grandes factores:
A) LA POLITICA VERDADERA NACE DE UNA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE
Es facciosa la concepción de quienes traducen en el plano político el clima dominante de escepticismo, relativismo, agnosticismo y negación de la verdad que cultiva con pesimismo radical tanto falso pensamiento actual. La política puede renovarse si se reencuentra con su base ideal y cultural. Una política indiferente a los valores, a toda cultura, a toda visión del hombre y de la sociedad, no es más que proyecto -a fin de cuentas privado- de poder. La pretensión de reducir la política a una mera organización de funciones técnicas, indiferentes a toda referencia ética, sólo puede imponerse a costa de la salud cívica, intelectual y moral del pueblo.
No tenemos la pretensión de imponer a nadie nuestra visión de la realidad. Tenemos la voluntad de expresar y ejercer un derecho y un deber irrenunciable: ser nosotros mismos dentro de la sociedad, porque la sociedad y el país serán más justos y democráticos en la medida en que cada uno sea quien es y se manifieste como tal.
No hay democracia cuando todos piensan de la misma manera, cuando se impone un conformismo de masas que anula toda identidad, toda fe, toda cultura. Al contrario: la sociedad verdaderamente viva es una sociedad a cien voces, a cien colores, donde cada fe religiosa, cada cultura, cada hombre, puedan expresarse.
Contra este pluralismo operan hoy fuerzas que tienen un proyecto de hegemonia sobre la sociedad española. Nosotros ponemos nuestra identidad y nuestra cultura al servicio de todos para impedir esa hegemonía. Queremos que la política sirva a los ideales. Queremos que se construyan puntos de encuentro y diálogo entre las diversas identidades que componen el pueblo. Queremos leyes que defiendan la centralidad del hombre y su dignidad inviolable. Reclamamos a las fuerzas políticas que garanticen las condiciones de libertad para que todas y cada una de las experiencias humanas puedan vivir, expresarse y construir socialmente.
Queremos una sociedad en la que haya verdadero espacio para el acontecimiento cristiano en todas sus dimensiones, porque la experiencia cristiana auténtica es tan irreductible a la lógica dominante que toda sociedad que la permita y le deje espacio libre, deja necesariamente espacio también a todo otro acontecimiento humano.
B)LA MORALIDAD POLITICA CONSISTE EN RENDIR CUENTAS AL PUEBLO AL QUE SE PERTENECE
El segundo factor de renovación es comprender que la política es responsabilidad.
Frente a tanto hablar hoy día de ética, queremos señalar la cuestión de fondo. El centro de toda moralidad es comprender que tenemos que responder de nuestras acciones, de nuestro trabajo, de nuestra labor. Mucha política actual -en el poder y en la oposición- resulta inmoral, precisamente porque ha querido y podido independizarse de cualquier punto de referencia.
Refundar moralmente la política significa producir en los políticos el sentido de pertenencia a un pueblo, a una comunidad. Sólo se es responsable ante aquello a lo que se pertenece. Y nosotros. cristianos, pertenecemos a una realidad popular que nos precede. También los políticos cristianos.
Por eso. para nosotros hoy, la primera política es hacer renacer el pueblo cristiano al que todos pertenecemos: un pueblo cristiano nuevo creará políticos nuevos: una nueva comunidad hará redescubrir la política como construcción del bien común.
Nuestra propuesta va mucho más allá del 15 de junio, como también ha nacido mucho antes de esta campaña electoral concreta. Pero las elecciones, cada campaña electoral, son jalones extremadamente importantes para ese renacimiento del pueblo cristiano.
Hagamos, pues, que los políticos respondan ante el pueblo, y que los políticos cristianos respondan también ante el pueblo cristiano, contribuyendo así a reunirlo y congregarlo. ¡Decide tu voto a la luz de criterios cristianos! ¡Confronta tu decisión de voto con la comunidad a la que perteneces!
Los católicos tenemos en la doctrina social cristiana un riquísimo y coherente patrimonio de pensamiento acerca del hombre y la sociedad. La doctrina social es la expresión de la experiencia histórica de la Iglesia militante. Es la expresión de la conciencia social de la comunidad cristiana. Por eso proponemos los siguientes puntos como otros tantos elementos de juicio para emitir nuestro voto:
1. Sacralidad de la vida
Hoy día parece que la vida no tiene más valor que el que le atribuyen en cada caso el poder y la mentalidad dominante. Una sociedad que no reconoce ante todo la dignidad de la vida como algo que trasciende intereses y opiniones particulares se convierte en antihumana y no puede aspirar a realizar el bien para el hombre.
La afirmación del valor sagrado de la vida humana, desde el momento mismo de su concepción, fundamenta la posibilidad misma de defender consecuentemente cualquier otra reivindicación de mejores condiciones de vida en los diversos planos, situaciones y estadios de la existencia de los hombres. La lucha contra el hambre y sus causas en el plano internacional, por ejemplo, que debiera constituir una tarea primordial del Parlamento europeo, tiene su fundamento en esta afirmación.
2. Familia
Su defensa y promoción son la condición para reconstruir el primer ámbito de sociabilidad plenamente humano, capaz de tutelar el crecimiento y desarrollo de la persona en todos sus factores y, como consecuencia, de la sociedad. La capacidad de acción gratuita y solidaria tiene su primer origen en una experiencia de unidad familiar auténtica. Una política europea que favorezca la unidad familiar es la base de cualquier llamamiento realista a la solidaridad.
3. Trabajo
No se puede hablar de creatividad humana si no se recobra el gusto de obrar en función de un ideal que confiera utilidad a los esfuerzos y sacrificios que requiere el trabajo. En el trabajo se expresa la dignidad del hombre. Por consiguiente, sólo una concepción del trabajo que ponga al sujeto humano por encima de los medios y técnicas de producción supera el reinvindicacionismo exasperado de tanto sindicalismo corporativista y la búsqueda exclusiva del dinero, haciendo que nazca una auténtica cultura de la solidaridad. La lucha contra el paro que es actualmente el mayor factor de degradación de la juventud europea, es realista únicamente desde esa perspectiva.
4. Educación
La defensa y promoción de una educación libre, del justo pluralismo de ofertas educativas dan la medida del grado de civilización y de madurez de un pueblo, ya que lo que cualifica a una sociedad como civil es justamente la libre comunicación y transmisión de toda experiencia humana y de toda cultura. Frente al burocratismo y el vacío de propuesta que caracteriza a los sistemas escolares públicos, debemos orientarnos hacia sistemas modernos y abiertos a la contribución cualificada de las diversas agregaciones culturales populares presentes en la sociedad civil europea.
5. Libertad de cultura
Es urgente reemprender un modo de producir cultura en el que sean decisivos la identidad y el rostro de quien se expresa. No hay verdadera cultura más que allí donde el hombre es libre para buscar un sentido a su propia existencia. Y no es auténtica democracia la que no valora la expresividad y los intentos positivos mediante los cuales dan voz los hombres a sus propias aspiraciones. Hace falta una política europea de la cultura que fomente y no sustituya burocráticamente la creatividad popular.
Muchos sienten como superfluos e inútiles los llamamientos a la participación. Porque sólo la conciencia de la propia identidad y el vínculo con una historia son principio de una responsabilidad civil capaz de construir. Hombres y mujeres con una identidad clara toman iniciativa en los diversos ámbitos de la vida y están dispuestos a colaborar con todo aquél que no se avergüence tampoco de pertenecer a una historia y tener un rostro.
Cultura, economía y política deben dejar de ser ocasiones para repartir poder o para encogerse de hombros y pasar a ser ámbitos donde construir una nueva agregación popular en torno a contenidos verdaderamente humanos.
A. La falsa unificación o la Europa que no queremos
"Una unificación política y económica cualquiera, que tenga lugar en Europa, no equivale de por sí a un futuro europeo. Una pura centralización de competencias económicas o legislativas puede incluso conducir a una rápida descomposición de Europa si sólo tiende a crear una tecnocracia cuyo único criterio sea el aumento de los consumos" (J. Ratzinger). En efecto, no quisiéramos que nos dejaran viajar sin pasaportes o documentos de identidad simplemente porque ya somos todos iguales e igualmente no peligrosos, finalmente sometidos a lo que ya Pío XI llamaba "el imperialismo internacional del dinero" basado en una hipócrita idea de tolerancia y en una falsa libertad.
No queremos la Europa actual, asfixiada entre las dos superpotencias, paralizada por los nacionalismos y los intereses egoístas, olvidada de sus propias tradiciones y reducida por consiguiente a cínica perspectiva de poder.
B. La Europa que queremos
1. Respeto de la dimensión religiosa del hombre y particularmente de la tradición cristiana.
"Después de Cristo, ya no es posible idolatrar a la sociedad como magnitud colectiva, devoradora de la persona y de su destino irreductible... Ya los antiguos griegos habían descubierto que no hay democracia sin sometimiento de todos a la ley, y que no hay ley que no esté basada en una norma trascendente de lo verdadero y lo justo" (Juan Pablo II): la distinción de la tradición cristiana entre lo que es del César y lo que es de Dios (y el hombre sólo es de Dios) es un límite saludable contra los abusos del hombre sobre el hombre y contra la nefasta y objetivamente letal tentación de construir la sociedad perfecta. Los mesianismos políticos desembocan a menudo en las peores tiranías no sólo políticas y económicas sino también "éticas". El diálogo debe conducir a todas las corrientes de pensamiento del viejo continente a "reflexionar sobre las oscuras perspectivas a que está conduciendo la exclusión de Dios de la vida pública" (Juan Pablo II).
2. Una Europa entera, no dividida.
Queremos una Europa "que pueda extenderse a las dimensiones que le ha dado su geografía y, antes aún, su historia" (Juan Pablo II). La perestroika del este no puede reducirse a una ocasión de hacer dinero para el oeste, sino que debe ser oportunidad para conquistar libertad real para los pueblos de más allá y de más acá del viejo "telón de acero". Europa será ella misma y no estará unida hasta que no sea libre del Atlántico a los Urales.
3. Una Europa civil y pluralista, no estatalizante.
La construcción de la unidad europea constituye una oportunidad histórica para contener el estatalismo totalizante y promover, en cambio, un Estado verdaderamente laico (y no laicista), al servicio de la vida social entendida como expresión de la laboriosidad y responsabilidad de los diversos sujetos populares. Queremos más poder para la libertad en Europa: en la educación, en la economía, en los servicios sociales. etc ... El Parlamento europeo debe tener medios para hacer saltar las leyes y burocracias estatales "intocables" generadas por muchos decenios de concepción y tratamiento materialista del hombre en las relaciones del Estado con la pluralidad de sujetos que componen la sociedad civil.
4. Libertad de obrar y construir
La solidaridad verdadera solo puede nacer de la libertad. "Es necesario subrayar que en el mundo actual se sofoca a menudo, entre otros derechos, el derecho de iniciativa económica" (Juan Pablo II). La libertad de una sociedad se mide por la libertad de realizar obras, expresión de la unidad de la persona con su trabajo. No nos basta una libertad abstracta, la única que admiten las "logias" del poder ideológico y económico actual, que concentran cada vez más en sí mismos los medios de comunicación y financieros. "La fe sin obras está muerta": las obras e iniciativas sociales católicas tienen una importancia eminente para la Iglesia y para la comunidad humana. "No son mera suplencia de carencias provisionales del Estado (o de otros entes), ni tampoco competencia con éste, sino que son expresión original v creativa de la fecundidad del amor cristiano" (Juan Pablo II). Hace falta una política europea que defienda y fomente la libertad real de construir para todas las iniciativas.
Una sencilla confrontación de los criterios y objetivos anteriores (que no pretenden constituir un juicio exhaustivo sobre las exigencias de la construcción europea, pero que si constituyen ciertamente elementos claves del juicio cristiano sobre esa construcción) con nuestra experiencia política inmediata, arroja algunas conclusiones claras:
1. Que la acción parlamentaria y de gobierno del actual equipo dirigente del PSOE (al que no pretendemos confundir con todo el socialismo hispano) tanto en España como en Europa, ha demostrado sobradamente en estos años su distancia, cuando no abierta hostilidad cultural y política, respecto a dichos criterios y objetivos.
LLAMAMOS, POR CONSIGUIENTE, A LOS ELECTORES CRISTIANOS QUE HA TENIDO EL PSOE HASTA AHORA A NO SEGUIR CONTRIBUYENDO CON SU VOTO A LA EXPULSION PROGRESIVA DEL CRISTIANISMO DE LA ESCENA PUBLICA ESPAÑOLA, UN PROYECTO QUE, COMO YA ESTAMOS COMPROBANDO, SOLO PUEDE FAVORECER A QUIEN BUSCA UNA HUMANIDAD ALIENADA POR "LOS IDOLOS DEL PODER, LA LUJURIA Y EL DINERO" (T.S. ELLIOT).
2. Que la acción parlamentaria y de gobierno (autonómico, local) de las diversas formaciones políticas de oposición, así como su presencia en las instituciones europeas, sólo muy fragmentaria, ambigua y parcialmente han reflejado hasta ahora los criterios y objetivos expuestos. Con excepción de algunos candidatos concretos, repartidos además en varias candidaturas, resulta difícil para el elector cristiano reconocer una personalidad y una orientación cristianas en la palabra y en la acción de la mayoría de los políticos y partidos de oposición. A pesar de esta dificultad,
NOSOTROS APOYAREMOS Y RECOMENDAREMOS EL VOTO A AQUELLAS CANDIDATURAS QUE MENOS DIFICULTEN LA PRESENCIA PUBLICA DEL CRISTIANISMO EN LA SOCIEDAD.
APOYAREMOS A QUIENES PONGAN CON MÁS FUERZA A LA PERSONA EN EL CENTRO DE LA CONSTRUCCION EUROPEA.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón