La experiencia educativa de este verano: la English House
Un grupo de maestros y universitarios hemos participado durante el mes de julio en una experiencia educativa a la que hemos llamado English House.
Emprendíamos esta tarea para dar respuesta a la necesidad que hoy tiene del inglés nuestra sociedad.
Desde hace algunos años las familias aprovechan el tiempo de vacaciones para mandar a sus hijos al extranjero o a cursillos de inglés. En estas actividades generalmente se descarta la posibilidad de un crecimiento humano al poner exclusivamente la atención en el aprendizaje de la lengua. Nosotros queríamos enseñar teniendo en cuenta no sólo el idioma, sino también a la persona que aprendía. Pero la razón quizá más importante era el deseo por parte de los maestros de poder vivir con nuestros alumnos la experiencia que ya era realidad entre nosotros, pero que debido al poco tiempo de relación con ellos durante el curso y su falta de independencia (las edades oscilan entre nueve y trece años) no podíamos expresar claramente. De este modo comenzamos a imaginar la English House intuyendo desde un primer momento que lo único necesario para el «éxito» era vivir entre nosotros y con los muchachos el misterio de Cristo que ha hecho cambiar nuestras vidas. Esto ha sido lo que ha podido salvar nuestra inexperiencia al dar sentido a los malos y buenos momentos, transformando el lugar donde estábamos.
El padre de uno de los chicos nos comentaba: «Es impresionante el clima de simpatía y alegría que se percibe desde que entras en el camino hacia la casa». Una alegría que también nos sorprende a nosotros cuando estamos juntos. Esto no significa que el ritmo del curso, la relación entre nosotros, los problemas estuvieran solucionados y aprendidos por pertenecer al movimiento. Nuestra experiencia no suprime las dificultades que en un campamento de este estilo puedan surgir, lo único que cambia es el modo de afrontar lo cotidiano, de dar respuesta a lo que va pasando, intentando acoger todo y a todos. De este modo, lo determinante no era el problema de turno, o lo bien que había salido una actividad, sino vivir con la máxima humanidad que se hacía presente en cada momento.
La English House ha sido una ocasión de verificación educativa. Vivir educando a un grupo de cien jóvenes impone, y no teníamos ningún esquema pedagógico de acción ni tampoco un proyecto sobre ellos. Cada día los momentos de estar juntos, el tiempo libre, las clases, las comidas, iban cambiando poco a poco según vivíamos con ellos. Lo que para nosotros era importante lo iba siendo para ellos y paulatinamente la forma de estar en las actividades y entre nosotros cambiaba. Esto lo percibíamos en la atención, el ansia de aprender, la amistad, el trabajo en grupos, etc... Todas las tardes teníamos una hora de canción en inglés, había dos personas encargadas de organizarlo. Muchas veces les era difícil mantener la atención porque los niños se cansaban. Un grupo de nosotros empezó a participar cantando y aprendiendo con ellos. A partir de entonces el momento de la canción en inglés resultaba diferente. Cuando nosotros participábamos nos divertíamos: del mismo modo rezábamos, trabajábamos porque, en primer lugar, para nosotros era importante y nos ayudaba a vivir con mayor claridad y conciencia nuestra propia vida.
«El maestro es aquél que ha encontrado algo grande por lo que vivir» nos decía Mario Dupuis a un grupo de maestros. Para nosotros el encuentro con Cristo ha hecho posible educar en la English House, porque cada momento era renovado y salvado. Así la English House se iba construyendo como una obra que nos superaba a todos en grandeza y belleza.
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