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Huellas N.13, Octubre 1988

TESTIMONIOS

Formar hombres nuevos

Marta Gómez Ortueta

La experiencia educativa de este verano: la English House

Un grupo de maestros y uni­versitarios hemos participado du­rante el mes de julio en una expe­riencia educativa a la que hemos llamado English House.
Emprendíamos esta tarea para dar respuesta a la necesidad que hoy tiene del inglés nuestra so­ciedad.
Desde hace algunos años las fa­milias aprovechan el tiempo de vacaciones para mandar a sus hi­jos al extranjero o a cursillos de inglés. En estas actividades gene­ralmente se descarta la posibilidad de un crecimiento humano al po­ner exclusivamente la atención en el aprendizaje de la lengua. Noso­tros queríamos enseñar teniendo en cuenta no sólo el idioma, sino también a la persona que apren­día. Pero la razón quizá más im­portante era el deseo por parte de los maestros de poder vivir con nuestros alumnos la experiencia que ya era realidad entre nosotros, pero que debido al poco tiempo de relación con ellos durante el curso y su falta de independencia (las edades oscilan entre nueve y trece años) no podíamos expresar clara­mente. De este modo comenza­mos a imaginar la English House intuyendo desde un primer mo­mento que lo único necesario para el «éxito» era vivir entre nosotros y con los muchachos el misterio de Cristo que ha hecho cambiar nues­tras vidas. Esto ha sido lo que ha podido salvar nuestra inexperien­cia al dar sentido a los malos y buenos momentos, transformando el lugar donde estábamos.
El padre de uno de los chicos nos comentaba: «Es impresionan­te el clima de simpatía y alegría que se percibe desde que entras en el camino hacia la casa». Una alegría que también nos sorprende a nosotros cuando estamos juntos. Esto no significa que el ritmo del curso, la relación entre nosotros, los problemas estuvieran solucio­nados y aprendidos por pertene­cer al movimiento. Nuestra experiencia no suprime las dificultades que en un campamento de este estilo puedan surgir, lo único que cambia es el modo de afrontar lo cotidiano, de dar respuesta a lo que va pasando, intentando acoger todo y a todos. De este modo, lo determinante no era el problema de turno, o lo bien que había salido una actividad, sino vivir con la máxima humanidad que se hacía presente en cada momento.
La English House ha sido una ocasión de verificación educativa. Vivir educando a un grupo de cien jóvenes impone, y no teníamos ningún esquema pedagógico de ac­ción ni tampoco un proyecto so­bre ellos. Cada día los momentos de estar juntos, el tiempo libre, las clases, las comidas, iban cambian­do poco a poco según vivíamos con ellos. Lo que para nosotros era importante lo iba siendo para ellos y paulatinamente la forma de estar en las actividades y entre no­sotros cambiaba. Esto lo percibía­mos en la atención, el ansia de aprender, la amistad, el trabajo en grupos, etc... Todas las tardes te­níamos una hora de canción en inglés, había dos personas encarga­das de organizarlo. Muchas veces les era difícil mantener la atención porque los niños se cansaban. Un grupo de nosotros empezó a par­ticipar cantando y aprendiendo con ellos. A partir de entonces el momento de la canción en inglés resultaba diferente. Cuando noso­tros participábamos nos divertía­mos: del mismo modo rezábamos, trabajábamos porque, en primer lugar, para nosotros era importan­te y nos ayudaba a vivir con ma­yor claridad y conciencia nuestra propia vida.
«El maestro es aquél que ha en­contrado algo grande por lo que vivir» nos decía Mario Dupuis a un grupo de maestros. Para noso­tros el encuentro con Cristo ha he­cho posible educar en la English House, porque cada momento era renovado y salvado. Así la English House se iba construyendo como una obra que nos superaba a todos en grandeza y belleza.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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