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Huellas N.13, Octubre 1988

ENCUENTRO

Diez años de encuentro

Se cumplen ahora diez años desde que comenzara a funcionar Ediciones Encuentro, primera manifestación cultural del movimiento Comunión y Liberación. Con motivo de este acontecimiento, Nueva Tierra ha querido realizar una entrevista a José Miguel Oriol, director y fundador (junto con otras personas) de esta obra, queriendo dar a conocer y recoger su incidencia dentro de la sociedad española y las razones que le llevaron a un compromiso cultural de esta índole.

Nueva Tierra: ¿Cuáles fueron los motivos que te empujaron a crear una nueva editorial hace ya diez años, teniendo en cuenta que tu actividad profesional la habías desarrollado hasta entonces dentro del mundo de la edi­ción?
José Miguel Oriol: Efectiva­mente, en abril de 1978 yo dejé la Editorial Zero-Zyx, en la que ha­bía venido ejerciendo la responsa­bilidad de la selección de origina­les y títulos a traducir, la progra­mación y la coordinación de redac­ción prácticamente desde 1970, para poner en marcha Ediciones Encuentro.
Lo que me llevó a empezar de nuevo, esta vez a partir de cero, fue la conciencia de la necesidad de no perder más tiempo en la lucha intestina que venía sosteniendo en el seno de Zero-Zyx y de la orga­nización de militantes (Libera­ción) que se había ido construyen­do a su alrededor, desde que, en di­ciembre de 1974, durante mi viaje a Milán para conocer más de cer­ca a Comunión y Liberación, había vivido una extraordinaria expe­riencia de clarificación interior, sobre todo al conocer a don Giu­ssani, que supuso para mí, en mi trayectoria vital, el reencuentro definitivo (aunque la fidelidad a él sea objeto constante de mi ora­ción) con Cristo y con el rostro concreto de su presencia en el mundo, la comunidad eclesial.
La toma de contacto y la inme­diata amistad con ese núcleo hu­mano milanés, en medio del cual se percibía palpitante la presencia actual de Jesucristo señalando horizontes y suscitado vocaciones para alcanzarlos en todos los cam­pos -desde el psicoanálisis pari­sino al trabajo tenaz contra el sub­desarrollo en África o en el Brasil, desde el reaprendizaje de la ora­ción y la contemplación del arte cristiano a la acción política popu­lar y democrática- produjo en mí una conmoción más decisiva aún que la que años atrás había produ­cido otro encuentro cargado de consecuencias y significado cristia­no: el que tuve con el grupo de hombres y mujeres de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) que habían construido Zyx en los años '60, una de las ex­periencias más auténticas y reno­vadoras del catolicismo español al hilo del Concilio.
Esa conmoción -cuyo mo­mento más vibrante recuerdo como si fuese ahora, cuando des­cubrí durante una cena con Gius­sani y Bagnoli de qué manera y a través de cuáles rostros había in­tervenido siempre Cristo en mi vida- tuvo consecuencias en to­dos los órdenes, a medida que la onda expansiva cobraba más espe­sor y extensión. La primera y más manifiesta fue la necesidad de re­constituir, en el seno de la reali­dad humana de Liberación con la que compartía vida e ideales -aunque también, sano es reco­nocerlo, mucha ideología-, un ámbito específicamente cristiano; y, naturalmente, recuperar para ese núcleo cristiano un espacio de expresión propia en el programa editorial de Zero-Zyx. El norte era uno y bien claro: recuperar una ní­tida identidad cristiana, lo que, además, era el origen de mi mili­tancia y el único motivo adecuado para sostenerla, como podría com­probar con toda claridad durante la detención y el encarcelamiento posterior que sufrí en la primave­ra del 76, cuando todavía no esta­ba nada claro que se produciría la reforma política que iba a condu­cir a las libertades democráticas.
El intento de poner en marcha ese ámbito cristiano en el seno de Zyx-Liberación provocó una lucha interna tremenda durante los años 75 a 77 que no hay lugar aquí para narrar ahora, pero que me ayudó enormemente a comprender mu­chas cosas acerca de la trayectoria y la situación de crisis en que vi­vía la Iglesia española en su con­junto y, en particular, los cristia­nos «comprometidos» en las orga­nizaciones y movimientos apostó­licos. Durante esos años mis via­jes a Milán, adonde Carras y Jone habían ido en 1975 acogidos por los amigos de CL fueron frecuen­tes. Y también las visitas a Espa­ña de ellos. Don Giussani vino a España por primera vez en di­ciembre de 1976, precisamente a encontrarse con ese núcleo cristia­no. El resultado fue un desastre: nos quedamos más solos que an­tes. Bagnoli -fundador y presi­dente de la Jaca Book, primera persona del movimiento a quien yo había conocido en 1971 y a cuya humanidad y amistad cristianas debo el progresivo acercamiento a CL entre esa fecha y 1974, y gran parte de mi posterior proceso per­sonal de maduración en la perte­nencia a él- venía con mucha frecuencia.
Hasta que la tensión se hizo in­sostenible. Carras y Jone habían regresado ya en septiembre de 1977. Las primeras elecciones de­mocráticas para Cortes Constitu­yentes se habían celebrado en ju­nio. Yo me había operado de una úlcera de duodeno que venía espe­rando desde mis diecisiete años, a la vista del fin de todas nuestras expectativas y sueños de un cam­bio social profundo y positivo -verdaderamente revoluciona­rio- que acompañara al final del régimen de Franco. Y toda nues­tra conciencia apuntaba ya en una sola dirección: construir el movi­miento en España, comunicar la experiencia y la perspectiva que a nosotros nos había hecho renacer para una esperanza viva, o cuan­do ya el «desencanto democrático» comenzaba a aflorar en los espíri­tus más generosos aunque tam­bién más ingenuos de nuestro en­torno. Recuerdo la osadía -que sigo manteniendo- con la que contesté en una entrevista para una revista europea de cultura a la pregunta sobre las posibilidades futuras de España:«La verdadera esperanza de futuro en España so­mos nosotros, los cristianos que vivimos un proceso de recupera­ción de nuestra identidad».
Y así, en mayo de 1978, junto con Carras, don Tomás Malagón, que vivió a fondo y con enorme ilusión -aunque también con cierta perplejidad- los primeros pasos del movimiento en Madrid, y Lilí Alvarez -cuya ayuda inicial por seguimiento a don Tomás fue muy importante- fundábamos Ediciones Encuentro con plena conciencia de que íbamos a expre­sar la posición cultural del movi­miento e inseparablemente a prestar así un servicio importante a la Iglesia en España y a inaugu­rar una presencia en la sociedad española decisiva para el porvenir de su convivencia democrática. Además de los socios fundadores: la presencia en el equipo de traba­jo inicial de Norberto Moreno, su mujer y su madre, y de Carmina, mi mujer, completó la comunidad que puso en marcha el proyecto. Junto con algunas otras personas - pocas- que no trabajaban en Encuentro, comenzábamos la marcha del movimiento en Es­paña.

N.T.: ¿Cuál es el significado (o cuál desearías tú que fuese) que Ediciones Encuentro tiene para la sociedad española?
J.M.O.: Para responder a eso puedo enlazar con el final de mi respuesta anterior. Cuando inicia­mos la editorial en el '78 teníamos claro que íbamos a nadar contra corriente. El ambiente general, in­cluso en la Iglesia, estaba estre­nando ilusionadamente el espectá­culo de la democracia, aunque pronto comenzó en ciertos ámbi­tos de responsabilidad eclesial la preocupación por la ausencia de voces cristianas en casi todas las instancias de la vida pública espa­ñola, lo que denotaba una grave fragilidad de fondo en la concien­cia católica de nuestro país: la se­paración profunda entre fe y cul­tura, el dualismo fuertemente ra­dicado en la mentalidad del cato­licismo español, la comprensión del cristianismo con un mensaje moral, como una doctrina de sal­vación trascendente, y no como un hecho personal, social e histórico.
La experiencia vivida en estos diez años no sólo nos ha confir­mado sino que nos ha hecho per­cibir con mucha mayor conciencia aún la gravedad de la situación: hoy por hoy, en España, el cristia­nismo se sigue debilitando acele­radamente; los profesores, escrito­res, artistas, periodistas, políticos, sindicalistas, empresarios, etc., -todos los cuadros sociales­ cristianos, que los hay aunque no se vean, están dispersos, perplejos y confusos; y el mundo del clero y los religiosos vive una «larga y pe­nosa templadura» en la que, para colmo de males, muchos ni tan si­quiera han entrado todavía y ya no se sabe si entrarán algún día.
En este contexto Encuentro es, no sólo para el interior de la Igle­sia sino para quien quiera dialogar seriamente con el catolicismo des­de fuera de él en nuestra sociedad, uno de los lugares más claros don­de encontrar pensamiento y lite­ratura cristianos en la España de hoy. Y no sólo algunos de los teó­logos, filósofos e historiadores que marcaron el Concilio Vaticano II sino también algunos de los que hoy y ahora están contribuyendo al entusiasmante itinerario que la Iglesia está recorriendo bajo la guía de Juan Pablo II.

N. T: Explícanos por qué Edi­ciones Encuentro, que se dice cristiana cuando habla de sí mis­ma y publica obras de cristianos reconocidos como tales, no se dedica a editar solamente libros «religiosos».
J .M.O.:
Me alegro de la pre­gunta. Una posición cultural cris­tiana, cuando es auténtica, no sólo se manifiesta «dando razón de nuestra fe» como dice San Pedro, anunciando la Presencia que reco­nocemos y mostrando el significa­do que ha tenido y tiene en la his­toria de la humanidad y en la de cada uno de nosotros la Encarna­ción y la Redención. También lo hace acogiendo, valorando y do­tando de nueva perspectiva «cual­quier brizna de verdad que nazca de otras posiciones humanas»: éste es el sentido que tiene la actitud dialogante que se manifiesta en nuestro catálogo con posturas distintas y sobre temas diversos. Hay un montón de autores, sobre todo en el campo de las ciencias sociales y humanas en todas sus ramas, que, sin ser cristianos y ni siquiera creyentes en Dios según alguna de las grandes tradiciones religiosas, denotan lo que nosotros llamamos un gran sentido religio­so en su trabajo de investigación histórica, antropológica, económi­co-política, etc...
Ese tipo de posición humana rigurosa y seria, auténticamente científica, que tiene experiencia de la insondabilidad última de reali­dad en cualquiera de sus aspectos; y que sabe usar de la razón y los conocimientos con magistral hu­mildad, es un claro interlocutor nuestro. Más aún, es un claro com­pañero en la batalla frontal que li­bramos contra el ilusionismo ideo­lógico que invade el cuerpo social -incluido gran parte del tejido eclesial- desde los aparatos «culturales» del poder.

N.T: ¿Cómo podemos ayudar a sostener y difundir una obra como ésta personas que no esta­mos directamente implicadas en Ediciones Encuentro pero que valoramos muy positivamente su significación cultural y deseamos que siga en pie durante mucho tiempo?
J.M.O.:
De múltiples maneras. La primera de todas, ciertamente, conociendo mejor lo que publica­mos. Sólo se quiere lo que se co­noce. En el catálogo de Encuentro hay muchos títulos extremada­mente sugerentes y útiles para ad­quirir una visión cristiana de las cosas que han pasado desapercibi­dos incluso entre nosotros, la gen­te del movimiento, y nuestros amigos y familiares.
En segundo lugar dando a co­nocer, difundiendo, regalando a compañeros de trabajo y estudio, familiares y amigos, los libros y revistas que a nosotros nos han ayudado. Pero también discutien­do, juzgando y criticando nuestras opciones y propuestas editoriales, sugiriendo nuevas líneas y temas, autores y títulos, de manera que Ediciones Encuentro crezca como instrumento cada vez más com­pleto para esa renovación cultural de catolicismo en España y, como consecuencia, de nuestra sociedad.
Hay muchas tareas de colabo­ración posible en la redacción (lec­tura de originales, crítica de libros, traducción, seguimiento de colec­ciones y catálogos extranjeros, es­tudio de la bibliografía castellana de autores y temas concretos, etc...) y en la promoción y difusión (sobre todo, venta militante en congresos y reuniones numerosas, fábricas, hospitales, parroquias y seminarios, facultades e institutos, etc...). Toda colaboración es bien­venida.
Para terminar, aprovecho la ocasión para anunciar que en este otoño, tras cumplir diez años de vida como empresa, vamos a lan­zarnos a una fuerte ampliación de capital social que nos permita sa­near a fondo la situación financie­ra y afrontar con mayores recur­sos la expansión de actividades que hace falta llevar a cabo. Tene­mos ya garantizada una cobertura importante de esa ampliación de capital, pero nos gustaría enorme­mente que el máximo de familias y personas vinculadas al movi­miento tomara parte, en la medi­da de sus posibilidades, en esta ampliación. Vale todo: de hecho en Encuentro hay ya actualmente socios que tienen cinco acciones y socios que tienen cinco mil (de mil pesetas cada una). Lo importante es que este instrumento que pusi­mos en marcha hace diez años como primer signo público de la presencia de CL en España, sea cada vez más realmente de todos y sea utilizado cada vez más am­pliamente por todos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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