Todos los años el Meeting de Rímini ofrece un espectáculo sorprendente y edificante de un cristianismo abierto y activo: el testimonio de un enorme número de personas, provenientes de distintos países del mundo, que siguen esta manifestación con atención ordenada y apasionada, la capacidad de encuentro y de diálogo con hombres de religión, cultura y posición política distintas son muestra de esta apertura.
Pero en la edición de este año, cuyo título sería en español «buscadores de infinito, constructores de historia», ha sucedido algo nuevo. Porque este último Meeting ha llevado a campo abierto ni más ni menos que el objetivo último de un movimiento como el de Comunión y Liberación, es decir, el intento de una comunicación viva del mensaje cristiano. «La única cosa que interesa a CL -afirma el comunicado final de la manifestación de Rímini- es la propuesta cristiana y la verificación de su capacidad de afrontar todo lo humano, exaltándolo, y haciendo que la vida del hombre sea más auténtica. La experiencia de esta mayor humanidad despierta un ímpetu misionero y abre al diálogo con todos, tanto más evidentemente cuanto más posibilitan los demás el encuentro». Aquello que CL quiere de hacer de nuevo posible es la experiencia de la correspondencia entre la exigencia más profunda del hombre, el sentido religioso (tema del Meeting de este año), y el hecho cristiano. Dicho con palabras de la encíclica programática del pontificado de Juan Pablo II, la Redemptor hominis, de lo que se trata es de hacer experiencia del hecho que «sólo en el encuentro con Cristo el hombre puede comprender y vivir una vida íntegramente humana».
En una sociedad cada vez más secularizada, donde la mayor parte del mundo católico oficial sigue perdiendo -también aquí en España- la capacidad de un evangelización viva y de un impacto con lo real, corriendo así el riesgo de reducirse a una lista de siglas de un pasado glorioso, pero incapaz de encontrar realmente al hombre de hoy, es precisamente la experiencia originaria del encuentro con el Acontecimiento cristiano lo que permite estar cordial y totalmente abiertos a la pregunta de un sentido último, y por tanto la felicidad, que define la esencia misma del corazón humano. La experiencia de esta correspondencia entre el hecho cristiano encontrado y la espera de verdad y de felicidad del propio corazón es lo que abre al reconocimiento y a la valoración de la misma espera en cada hombre, además de la insuficiencia o del error de respuestas religiosas (sectas,... ), morales y culturales (ideologías,... ) de hoy.
Cuando, en la Leyenda del Anticristo de Vladimir Soloviev, el staretz Juan responde al emperador (símbolo del poder mundano): «Para nosotros, lo más querido en el cristianismo es Cristo mismo. Él mismo y todo lo que proviene de Él, puesto que nosotros sabemos que en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad», expresa así el contenido único de la experiencia cristiana.
¿Y si fuera precisamente ese mismo único amor lo que suscita por gracia el milagro de hombres que se convienen, como la experiencia del Meeting, sobre todo este año, ha demostrado (Ionesco, entre otros, por ejemplo)?
¿Y si fuera precisamente ese mismo amor lo que explica la apertura, el diálogo y la colaboración con mundos tan lejanos (desde el de los monjes budistas hasta el de mundanos exponentes del Partido Socialista Italiano)?
¿Y si en el mundo de hoy jóvenes y menos jóvenes, razonable y libremente, reconocieran que la Presencia viva y real de Jesucristo es todo para su vida y este reconocimiento fundamenta su propio derecho y dignidad de ciudadanía en el mundo (universidad, oficina, hospital...) al igual que los primeros cristianos)
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