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Huellas N.14, Diciembre 1988

MOVIMIENTO

Estimo a CL porque va a lo esencial

El cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha tenido recientemente un encuentro con la comunidad de CL en Chile, recordando la figura de Hans Urs von Balthasar, maestro y amigo común.
Éste es el texto:


Queridos amigos de Comunión y Liberación, he meditado sobre cuáles son los aspectos que más me atraen de vuestro trabajo y de vuestra comunidad. He encontra­do cuatro.
Primero. Vosotros sois jóve­nes, y con la frescura característi­ca de esta edad, expresáis las pre­guntas últimas, las preguntas, radi­cales, y no tenéis miedo a la opi­nión pública sino simplemente -como un joven sabe hacer­buscáis la verdad, buscáis lo esen­cial.
En segundo lugar, he encontra­do en vosotros una voluntad gran­de de captar lo esencial. No os conformáis con las cosas penúlti­mas y superficiales, sino que realmente vais a buscar el agua fresca a la misma fuente, sin mediacio­nes de cañería alguna.
Tercero. Junto a esta esenciali­dad veo combinada, por otro lado, una gran voluntad de encarnar la realidad cristiana en una cultura cristiana auténtica. Precisamente porque vais a la fuente, a la esen­cia, tenéis una creatividad capaz de expresar nuevamente lo esencial del cristianismo en la cultura cris­tiana de hoy.
Por último, he encontrado como determinante de vuestra in­tención una gran fidelidad al ma­gisterio universal de la Iglesia, al sucesor de san Pedro, al Papa. Es esta sinfonía de elementos lo que me atrae y que me parece tan im­portante para la Iglesia de hoy.
Muchos piensan hoy día que la fidelidad es algo superado, un obs­táculo para la libertad y la creati­vidad; muchos piensan, además, que la esencialidad es algo que no merece la pena, piensan que lo esencial no existe o no es encon­trable por nosotros. Por el contra­rio, vosotros habéis comprendido perfectamente que el coraje de buscar las cosas últimas y esencia­les, y la creatividad se condicionan mutuamente y que sólo en un cli­ma de fidelidad pueden madurar las cosas grandes.
Esto es muy importante: cons­tatar que sólo retornando a la fuente, sólo si tenemos el valor de buscar la verdad en su origen, na­cerá una cultura cristiana nueva. Sólo en el espacio de una gran fidelidad existe la posibilidad de maduración de una nueva fuerza de la fe cristiana en nuestro mun­do.
Querría exhortaros, por consi­guiente, a mantener este valor, esta frescura, esta fidelidad de modo que contribuyáis de forma fundamental a la vitalidad de la Iglesia actual.
El segundo tema de mi encuen­tro se refiere a la figura de nues­tro amigo Hans Urs von Baltha­sar; he reflexionado sobre las ra­zones por las que vosotros habéis descubierto a este gran teólogo, desconocido durante tanto tiempo y poco tenido en cuenta.
Creo que existe una consonan­cia, una coincidencia entre sus do­tes esenciales y vuestro carisma, también él era un hombre «de lo esencial».
A pesar de su enorme cultura nunca se dispersaba en la multi­plicidad y en la curiosidad por sa­ber mucho sin tener una visión verdadera de las cosas esenciales para la vida humana. Se concen­traba siempre en lo esencial y al mismo tiempo estaba abierto: un hombre de vastísima cultura. Por esta atención a lo esencial, a la fuente de la vida, a la verdad, es­tudió a los padres de la Iglesia y se consignó a la teología y al pensa­miento. Naturalmente, también se puede estudiar a los padres con ojos de puro historicista, con la cu­riosidad por el pasado que perma­nece pasado. El no lo hizo así.
Verdaderamente, era un gran historiador; sin embargo -como sabemos-, él ha formulado la gran expresión «teología de rodi­llas». Su teología nace de estar arrodillado, de la oración, de la adoración. En esta atmósfera mís­tica de oración, de meditación pro­funda, de escucha con el corazón al Señor que habla, vivía una co­munión profunda con los padres de la Iglesia, hasta tal punto que ya no eran cosa del pasado; él ha visto en el presente a los padres. Por decirlo con otras palabras, ha transportado a los padres a nues­tro presente y nos ha enseñado cómo podemos vivir hoy una co­munión viva con ellos.
Ha ayudado al mismo tiempo a redescubrir la vitalidad de la Sa­grada Escritura. Ésta, como sabe­mos, ha estado recubierta por un velo de problemáticas históricas que la hacen morir y la transfor­man en letra muerta. Von Baltha­sar, en comunión con los padres, en comunión viva de oración con la Iglesia orante, ha rescatado la Escritura, la ha hecho hablarnos de nuevo. Conociendo bien todos los problemas históricos, ha sabi­do, con un espíritu de visión inte­gral, integrar el conocimiento en una visión vital y vivificante de la Sagrada Escritura y de la totalidad de la vida y del pensamiento cris­tiano.
Querría añadir todavía algo más. Siendo hombre de lo esen­cial, en el sentido que he dicho, von Balthasar era un hombre de una cultura cristiana, de una en­carnación del cristianismo en la cultura de hoy; era un hombre ver­daderamente creativo. Para él, esta cultura nacía de una fidelidad profunda, o mejor dicho, nacía, como toda su vida, de un espíritu de gran obediencia. Su intención personal no fue la de convertirse en sacerdote, sino la de ser litera­to o músico. Pero una mañana, bajo un árbol en la Selva Negra, comprendió su vocación: «Dios me quiere sacerdote, me quiere je­suita». Con un gran espíritu de obediencia comenzó este camino; jamás su caminar fue según su propia voluntad, sino determina­do por este clima de obediencia.
Podemos aprender de él que la arbitrariedad es lo contrario a la li­bertad. Von Balthasar -hombre de gran obediencia y jamás arbi­trario- fue el hombre más inde­pendiente de nuestro tiempo. To­dos aquellos que lo han conocido, aunque poco, saben hasta qué pun­to fue independiente de todas las tendencias, de todas las escuelas teológicas, de todas las autoridades puramente exteriores, de todas las ideologías. Y este hombre inde­pendiente, en el fondo realmente libre, había encontrado y encon­traba siempre la fuerza de esta li­bertad en la obediencia a la volun­tad de Dios. Así, nuestro amigo, tan imprevistamente desapareci­do, permanece como una gran guía para nosotros y como luz para sus amigos de Comunión y Liberación.



VON BALTHASAR, LA AMISTAD DE UN MAESTRO
En unas pocas líneas escritas a don Giussani, el testimonio, conmovedor que el gran teólogo suizo ha legado a Comunión y Liberación pocos días antes de su imprevista muerte el pasado 26 de junio, a los 83 años. Nombrado cardenal por Juan Pablo II el 29 de mayo, habría recibido la púrpura cardenalicia en el solemne Consistorio del 29 de junio.

Queridísimo hermano: muchísimas gracias por sus felicitaciones. Rece para que mi pequeñísima obra florezca a la sombra de la suya, inmensa. Que Dios les conceda la fuerza de sostenerla hasta el final. Unido en oración,
Hans Balthasar
Basilea, 6 de junio


Queridísimos amigos todos, peqúeños y grandes, viejos y jóvenes: este último testimonio de nuestro maestro y amigo os concierne a cada uno de vosotros, exactamente igual que me concierne a mí. Sin la dedición de cada uno de nosotros la «obra» no sería posible. Sin la humilde pasión por la gloria de Cristo y de su Iglesia en cada uno de nuestros corazones, la «obra» no sería inmensa, como dice Von Balthasar. En el dolor ofrecemos de nuevo nuestra vida «como sacrificio grato a Dios»: aquí estará la obediencia al maestro y el ofrecimiento por el amigo.
En el dolor, unidos a los compañeros de viaje que Von Balthasar aparentemente ha abandonado,
don Giussani

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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