Ante una nueva sección: REVISIÓN CULTURAL
Entre los aspectos de la vida que deben ser objeto de nuestro compromiso con la existencia entera quiero resaltar uno esencial: es la tradición. ( ... ) Cada uno de nosotros nace en una tradición. La naturaleza nos arroja dentro de la dinámica de la existencia pertrechándonos con un instrumento completo para afrontar el ambiente. ( ... ) No para que nos fosilicemos en ella (en la tradición), sino para que desarrollemos -hasta incluso cambiarlo, y profundamente aquello que se nos ha dado. Pero para cambiar lo que se hos ha dado debemos en principio obrar «con» eso mismo que se nos ha dado, debemos usarlo. Sólo en base a los valores y en la riqueza que he recibido puedo, a mi vez, llegar a ser creativo.
(L. Giussani, El Sentido Religioso, pp. 52-53).
La historia tiene un valor y una importancia fundamental para la existencia: una persona que no tiene historia, que no es «rico» en historia, está condenado a vivir determinado por la circunstancia particular, como un niño que cuando tiene un juguete está contento y, cuando no lo tiene, llora. Para nosotros, conocer la historia de la Iglesia es mucho más que el conocimiento científico de un sector importante de la historia occidental: es conocer algo de lo que somos parte para comprender más a fondo lo que somos y lo que vivimos.
Para comprender el hecho cristiano la historia de los tres primeros siglos es la más importante.
l. Quiero hacer una comparación entre la cultura dominante de entonces y la de hoy, pues hay una analogía notable entre ambas. Nuestra cultura también hoy es pagana, aunque no haya dioses como Júpiter, Minerva, A polo, etc El poeta Eliot, en los «Coros de La Piedra», afirma que los dioses de hoy son la Usura, la Lujuria y el Poder. Y en efecto, dinero, guerra, sexo, producción, son los dioses de hoy (dios = realidad en la que uno confía incondicionalmente su propia verdad y salvación). Hoy todo el mundo sirve a estos dioses. Proponed a un compañero vuestro del instituto o de la universidad que haga algo gratuitamente: ¡os mirará como si estuviérais locos!
Quiero poner un ejemplo. La cultura de hoy usa normalmente como paradigma negativo -cuando quiere denigrar una acción o un suceso- el apelativo de «bárbaro» o «medieval». Recuerdo que hace algunos años, cuando murieron aplastados muchos italianos espectadores de un partido de fútbol en el estadio de Heisel, la prensa y la opinión pública calificaron aquel hecho de «acto de barbarie»
o de «cosas de la Edad Media». Sin embargo, debemos recordar que los bárbaros mataban para defender su vida y su tierra, mientras que, en Bruselas, hubo una apuesta por la muerte, exactamente como hacían los paganos hace dos mil años en los circos. Tanto la cultura de hoy como la pagana (y no la de los bárbaros), deben excitar continuamente la psicología de la gente, y lo que proporciona más excitación es la muerte. Esto no es sino el placer como lógica del vivir: es paganismo de «pura cepa».
2. Hoy todos creen ya saber lo que es el cristianismo, Cristo, la Iglesia, etc. ¡No hay nada peor que hablar con uno que cree saberlo ya todo:¡no aprenderá nunca!
Hace dos mil años no era así: el cristianismo era una realidad nueva, pero nueva porque era irreductible a cualquier otra realidad humana. El acontecimiento cristiano entró en la Historia, no como una realidad «en contra» de algo, sino como una realidad original; luego, frente a un acontecimiento nuevo, o uno se adhiere, o uno se pone en contra de ello (y el primero en ponerse en contra fue el rey Herodes).
En esta época, como hace dos mil años, el cristiano está llamado a ser «precursor»: debe construir un lenguaje nuevo y una civilización nueva.
3. ¿Cómo era la cultura grecorromana? Estaba totalmente planteada sobre la religión (la vida, la ciudad, la política, las costumbres, etc.). Toda la existencia estaba relacionada con la divinidad. La función de Roma fue la de acoger y ampliar -en dimensiones mundiales- el planteamiento griego del hombre y del Estado; sus presupuestos eran la divinización del orden y de su representante, el Emperador. Los cristianos -los únicos que se negaban a aceptar estos presupuestos- eran acusados por el Estado de:
-Ateísmo. Todos creían en los dioses; sin embargo, los cristianos decían tener una relación directa e inmediata con Dios en Jesucristo. Se les atacaba porque no aceptaban a los dioses y, en consecuencia, a la sociedad en sus fundamentos (Estado y Emperador).
-Eran perseguidos con motivo de su rechazo a ofrecer sacrificio al emperador. El Imperio Romano toleraba cualquier ideología, opinión, religión, con tal de que se aceptase el ofrecimiento de sacrificios al emperador. Los cristianos eran gente que abiertamente se oponía a esto: tenían un único
Por otro lado, también el pueblo bajo, para desprestigiar socialmente a una persona, la tachaba de «ser cristiano». Además, acusaba a los cristianos de: -Ser causa de todas las calamidades y plagas sociales (epidemias, terremotos, incendios, etc.).
-Devorar a los niños, porque habían oído decir que, cuando los cristianos se reunían, comían el cuerpo y bebían la sangre (era la Eucaristía) de un hombre vivo.
-Cometer incesto, porque los cristianos se amaban como «hermano y hermana».
Al final, la cultura absolutista grecorromana, después de haber perseguido el desarrollo de aquel hecho nuevo, y no pudiendo hacer nada en contra de ello, intentará instrumenralizarlo ( «edicto de tolerancia» y proclamación del cristianismo como «religión del Estado»).
4. ¿Dónde está la diferencia fundamental entre la cultura grecorromana y el cristianismo?
La cultura grecorromana era una cultura de hombres religiosos. La religión es el intento humano de alcanzar el misterio último de la vida, el fondo último del propio destino: a través de dogmas, ritos y leyes morales.
El cristianismo, de por sí, no es una religión en ese sentido (incluso durante tres siglos no hubo iglesias, etc.). El cristianismo dice: «Vuestro intento (religioso) no os salva, porque es un esfuerzo vuestro -aunque bueno, digno y generoso-, es una proyección vuestra. Sin embargo, lo que te salva es un gesto de Dios hacia ti: Cristo».
El punto de choque, la diferencia fundamental, no estaba en un cierto tipo de experiencia religiosa, sino en una experiencia de fe. El problema fundamental es la fe, es decir, reconocer la iniciativa de Dios.
5. Es sólo a partir de este reconocimiento de la iniciativa de Dios en Jesucristo, cuando la persona adquiere todo su valor, porque en Jesucristo es posible, para cada hombre que viene al mundo un acceso real al fondo de la existencia: los demás tendrán que emplear tres siglos para comprender el alcance revolucionario de esta afirmación, pero quien se adhería al cristianismo estaba introduciendo en la Historia una dimensión desconocida. A nosotros nos parece una observación de poca importancia; sin embargo, es muy significativo el hecho de que solo los documentos cristianos hayan transmitido el nombre de algún tipo de personas del que ningún escritor pagano habló nunca: personas humildes, esclavos que ni siquiera estaban apuntados en las oficinas de empadronamiento porque no era «ciudadanos» (cives). Y este discurso llegará a tales consecuencias que, cuando en la mitad del siglo II llegue a ser papa un liberto (esclavo liberado) y más tarde un extranjero (un sirio), nadie tendrá impedimentos para obedecerlos, pues el valor está en la persona en tanto que implicada en el acontecimiento cristiano.
La historia de los cristianos de los tres primeros siglos fue, en la sociedad de entonces, una coherente petición y un testimonio de libertad, esto es, de la afirmación de que el hombre no puede ser encerrado en ningún esquema porque adquiere de Cristo, que ha muerto por su liberación, su valor auténtico y total (cfr. «Carta a Diogneto»).
6. El factor existencial de la vida cristiana, aquel factor que manifestaba la presencia de la fe como madurez y plenitud humana, era (y es) la conversión, un cambio profundo del pensar y del actuar de la persona. Este cambio es un acontecimiento, algo que sucede en la vida (como, por ejemplo, cuando una mujer, en un determinado instante, se da cuenta de que es madre; o como el enamorarse de una persona). No es una coherencia con determinadas leyes. El cambio no es una realidad que se pueda medir en términos cuantitativos, un hacer más cosas o hacer cosas distintas: al fin y al cabo, sería siempre la proyección de lo que tú eres. Es más bien algo que, cuando se da, se da en términos análogos a los términos artísticos (como una música, o una obra de arte), es una calidad de vida distinta.
Lo que ha cambiado el Imperio Romano, su cultura y, por extensión, toda la faz de la tierra, ha sido la presencia de hombres nuevos, gente «tocada» por aquel acontecimiento y no simplemente gente «religiosa».
Bibliografía esencial:
- G. Bardy, La conversión al cristianismo en los primeros siglos.
- Cochrane, Cristianismo y cultura clásica.
- H. Rahaner, Iglesia y Estado en el cristianismo primitivo.
- Menoud, La vida de las iglesias primitivas.
- Daniel Rops, Historia de la Iglesia de Cristo.
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