Hussam viene de Haifa, Marian de Jerusalén, Michael de Belén. Llegaron a Roma con la pequeña comunidad de Tierra Santa
«He visto que el cristianismo todavía está vivo». Michael viene de Belén. Él también estaba entre los 60.000 de la plaza de San Pedro. Fue con su mujer, Lina, y con un grupo de amigos de Tierra Santa: Naila, Hiba, Souzy, Philip, Marian, Haya, Hussam y Chiara. Están emocionados y conmovidos por haber podido ver al Papa tan de cerca y sentirse parte de un pueblo. «El evangelio no se ha quedado en Tierra Santa, ha llegado al mundo entero». La experiencia del movimiento se ha reavivado en Tierra Santa tocando personalmente la vida de cada uno de los que forman este grupo, que hasta se ha puesto un nombre: Touched (tocados, ndt.), precisamente por eso.
Para Lina, no es su primera vez en Roma, pero esta ha sido especial. «Mi corazón está lleno de gratitud. No solo hemos celebrado el centenario del nacimiento de don Giussani, sino que nuestra vida ha cambiado por el encuentro con él. Es un milagro que recuerdo cada vez que veo a mis amigos».
Hussam es de Nazaret y vive en Haifa con su mujer, Chiara. Es el responsable de la pequeña comunidad de CL en Tierra Santa. Pudo saludar personalmente al Papa. «Le dije quién era yo y de dónde venía, y el Papa me pidió que siguiera rezando por él». Lleva grabado en sus ojos lo que vio desde el atrio. «Mirar a nuestro pueblo desde allí era de una belleza indescriptible. Una belleza así solo puede nacer de seguir a la Iglesia y al Papa». Mariella lleva pocos meses en Belén, pero quiso participar en la audiencia con sus amigos de Tierra Santa. «Viví la jornada del sábado como otro nuevo inicio. Estar allí con ellos me conmovió porque confirmaba que la experiencia que vivo en Belén no es distinta de la que me entusiasmó en Italia. Y también es un nuevo inicio para nuestra pequeña comunidad».
El afecto del Papa por el movimiento, pero también su invitación a «volver a esa primera Galilea del encuentro» y seguir descubriendo la riqueza del carisma son los puntos que más nos han llamado la atención. Como cristianos nacidos y residentes en Tierra Santa, la invitación del Papa a ser “profetas de la paz” tiene un significado especial. Es una invitación que volvía a resonar al día siguiente con otro Francisco, el “pobrecillo de Asís”.
El domingo hicimos una peregrinación a la ciudad de san Francisco, pues ninguno del grupito de Tierra Santa la había visitado nunca. Naila es hija del alcalde de Belén, que firmó un hermanamiento con Asís. «Para mí ha sido una experiencia muy especial estar aquí después de tantos años oyendo a mi padre hablar de esta ciudad. Y también por el vínculo que tenemos con los hermanos de la Custodia de Tierra Santa».
El episodio en el que san Francisco se desnuda y devuelve al padre hasta su ropa impactó mucho a Marian, por la “totalidad” del gesto, y también a Lina. «Incluso cuando parece que lo tenemos todo en la vida, siempre falta algo. Necesitamos a Otro que atraiga toda nuestra vida».
El afecto supremo
La nostalgia de vínculos lejanos y la decisión de seguir la audiencia online. Desde Belén, así lo vivió Caterina
Lo primero que me llevó a seguir la audiencia del sábado era un deseo muy humano: participar como podía en algo en lo que estaban participando las personas que más quiero. Todos estaban allí. ¿Por qué razón? Por una historia llena de agradecimiento. Por nada más que eso. Levantarse a las tres de la madrugada después de una semana de trabajo (cuando no se tienen días libres), subirse a un tren especial a las cuatro de la mañana y volverlo a tomar a las seis de la tarde del mismo día… solo lo haces si te mueves por agradecimiento. Estas cosas solo se hacen por amor.
Al conectarme, lo primero que oí fueron las canciones de nuestra historia y me dio un vuelco el corazón. Me impactó mucho ver tantos rostros de gente desconocida, todos esperando al Papa. Una multitud de personas unidas por el hecho de haber conocido o, mejor dicho, encontrado el acontecimiento de Cristo de la misma manera que yo, que justo ahora me encuentro en Belén, donde todo comenzó. ¡Cuántas veces empiezo mi jornada sin esta conciencia, sin reconocer la gracia que he recibido!
Me conmovió profundamente sobre todo la paternidad del Papa. No estaba allí para “reñirnos” sino para invitarnos a retomar nuestro camino con una autoridad moral, como un padre con su hijo, a quien más quiere, de quien más espera. Qué gracia que el sucesor de Pedro nos devuelva al punto de afecto supremo del corazón humano. De mi corazón, en primer lugar. Desde que llegué a Palestina, de hecho, me siento hecha de pura nostalgia, de pura añoranza: añoranza de mi novio, de mi familia, de mis amigos, de esos rostros maravillosos con los que Jesús me hace sentir su amor de manera más concreta y verdadera. Pero esta añoranza y estos vínculos –como me decían hoy– pueden llegar a convertirse en una prisión. Esos rostros son signos, signos insustituibles y muy valiosos, pero no son mi cumplimiento. Ellos me remiten a lo único que puede llenar mi corazón: al Señor, que aquí se me está mostrando con otras caras y otros rostros, pero que nunca me abandona. Hoy soy claramente consciente, con una conciencia que estoy segura de que tendré que reconquistar cada día.
Mirando así mi experiencia cotidiana, no puedo dejar de captar la analogía con lo que el Papa decía de don Giussani: «Don Giussani atraía, convencía, convertía los corazones porque transmitía a los otros lo que llevaba dentro después de su experiencia fundamental: la pasión por el hombre y la pasión por Cristo como cumplimiento del hombre». ¡Qué conmoción! Y luego añade, citando a don Giussani: «Tú has encontrado esta compañía: esta es la modalidad con la que el misterio de Jesús ha llamado a tu casa».
El Papa nos ha devuelto a este centro: don Giussani no conducía hacia sí mismo, sino que mostraba la preciosa pretensión que Jesús tenía ante nuestro corazón, es decir, quería ser nuestro centro afectivo. Este es mi mayor deseo este año: ceder a esa pretensión y abandonarme en sus brazos, como una hija en brazos del Padre.
Caterina, Belén
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