Trescientos universitarios españoles han participado este verano en la peregrinación a Santiago propuesta por el Papa, después de varios años sin juntarse por vacaciones
Este verano, trescientos amigos del CLU (Comunión y Liberación universitarios) de toda España hemos pasados unos días juntos peregrinando a Santiago. El papa Francisco propuso una Peregrinación Europea de Jóvenes en el contexto del año santo jacobeo y como preparación para la JMJ de Lisboa 2023. Tras varios años sin poder estar juntos de vacaciones hemos podido retomar este momento tan importante del año, el tiempo de la libertad, como dice Giussani. Han sido muchas las provocaciones; la primera de ellas a las personas a las que hemos invitado, amigos de la universidad que nunca habían estado en una peregrinación y que vuelven conmovidos de lo que han visto; otros que durante los años de pandemia no han podido venir a muchas de las propuestas, amigos del barrio…
El primer impacto del viaje fue cuando todos juntos rezamos el Ángelus en el Parque del Oeste, cerca de la Ciudad Universitaria donde muchos de nosotros estudiamos. Después, en el autobús, se nos desafió con la conocida frase de Montale, «Un imprevisto es la única esperanza, pero me dicen que decírselo es una estupidez». Creo que muchos de nosotros hicimos experiencia de cómo cada día sucedían imprevistos que nos sacaban de nuestras ideas y nos hacían estar presentes con todo lo que llevábamos.
Uno de estos momentos fue cuando una amiga vino desde Madrid para darnos un testimonio e irse al día siguiente. Nos contó cómo se habían cumplido cada uno de los deseos que había tenido y cómo ha podido mirar sin temor ni escándalo toda su humanidad (dos cosas que preocupan mucho a los universitarios). En esta amiga se podía ver que la vida es una promesa que va a más, que crecer es atractivo, que uno empieza a querer jugársela más en su vida para verificar si existe un cumplimiento tan concreto.
Otra de las cosas verdaderamente sorprendentes ha sido la gratuidad de tantas personas que han ayudado a montar la peregrinación. Por ejemplo los que se levantaban antes que nosotros para prepararnos el desayuno, o nuestros amigos del coro que han sorprendido a todos lo que les han escuchado, desde el párroco de un pueblo del interior de Galicia hasta un grupo de peregrinos de Castilla y León. Qué agradecimiento a la educación recibida en el carisma por una sensibilidad hacia la belleza concretamente en el canto. Entramos en la ciudad de Santiago cantando juntos. Por amor a la verdad diré que hubo algunos de los vecinos a los que no les gustó en absoluto, en cambio hubo otros que se ponían a llorar de conmoción según pasábamos a su lado. Una noche en Santiago nos pusimos a cantar todos juntos en la plaza del Obradoiro, no había persona que no se acercase curiosa a ver qué sucedía y quiénes éramos.
A medida que nos acercábamos a Santiago se percibía más alegría, por ver que nos acercábamos a nuestra meta. Cada día que pasaba era una gran novedad que se concretaba en nuevos rostros, nuevos compañeros de camino, con los que se podía hablar de todo, desde lo más sencillo y cotidiano a lo más radical y definitivo para la vida. Muchos hemos sido testigos de cómo cada uno se la ha ido jugando, poniéndose en juego hablando de las cosas más importantes para la vida. Uno no saca su corazón a pasear a no ser que intuya que va a ser bien mirado, decía un amigo.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón