Comunión y colaboración es la fórmula que el Papa ha propuesto para afrontar la relación entre las diversas presencias eclesiales.
Después de la polémica que ha surgido, ¿es posible esto? Es inevitable, ya que ...
Cuando le pedí una entrevista, (1) justo después del discurso del Papa a la Acción Católica, le indiqué el tema: «comunión y colaboración». Juan Pablo II había definido así en aquella ocasión la necesaria relación entre «todas las presencias eclesiales». Después, ha pasado lo que ha pasado. Rosati, presidente de las ACLI (Acción católica de trabajadores italianos) le ha atacado también personalmente. Ha arremetido contra una frase suya.
Pregunta: Parece que usted ha usado una vez, a propósito del hecho cristiano, el verbo «enarbolar». A Rosati esto le parece como levantar un garrote. Entonces, después de lo que dijo Rosati, -como también después del padre Sorge, el hermano Carretto, etc.- ¿tiene sentido hablar de «comunión y colaboración»?
Monseñor Luigi Giussani: Comunión quiere decir participar del Misterio de Cristo en la Iglesia y, por lo tanto, significa la conciencia de estar ligados en las vísceras del propio ser a todos aquellos a los que el Señor llama. «¿No sabéis que sois unos miembros de los otros?». Precisamente por ello no es posible renunciar: participando todos del mismo Misterio, no colaborar significaría renegar de esta pertenencia.
Pregunta: Se oye decir: demasiados movimientos, demasiadas complicaciones...
Giussani: Que la Iglesia, como insiste el Papa, se realice en la variedad de tantos movimientos es un signo de la riqueza del Espíritu. Así, el Espíritu quiere regenerar la novedad y la frescura de la Iglesia en todas las situaciones y según todos los temperamentos. Si la diversidad dificultase la colaboración significaría que el apego a los aspectos particulares prevalecería por encima del amor a la Iglesia como tal.
Pregunta: Colaboración sin condiciones, por lo tanto. Incluso cuando se es atacado por todas partes...
Giussani: Desde hace muchos años este es nuestro caso. Pero quién entiende qué es amar a la Iglesia está siempre dispuesto a colaborar incluso con quien habla mal de él. Pedimos a la Virgen que nos haga perseverar en esta actitud y voluntad, y confiamos en que todos los cristianos pidan también por ello. Además, donde el amor a la Iglesia no es la primera razón de las relaciones, se pueden interpretar mal una infinidad de aspectos particulares.
Pregunta: ¿ Y esa frase que desagrada tanto a Rosati?
Giussani: La expresión «enarbolar la fe» nace por analogía con la que dice san Pablo en la carta a los Efesios donde habla de la fe como escudo. En los años calientes hubo una toma de posición de la juventud de la ACLI contra CL (Comunión y Liberación) y, entonces, estar contra CL significaba coger la espada (cuando no el garrote) contra nosotros. Gracias a Dios son tiempos pasados: sólo pueden dar salida a ciertas imaginaciones. Ahora estamos contentos de notar el cambio que del '77 en adelante está ocurriendo en los jóvenes de la ACLI.
Pregunta: Esta propuesta-invitación del Papa a la «comunión y colaboración», ¿cómo se inserta en la amplia perspectiva de este pontificado? Es decir, de la lectura de los discursos de Juan Pablo II a movimientos y asociaciones, ¿qué perfil de Iglesia emerge?
Giussani: Es evidente que el Papa quiere que se reconstruya en nuestro país una unidad orgánica y articulada de los católicos, de manera que ellos puedan, precisamente por fuerza de la identidad de fe y de la experiencia de comunión entre ellos, contribuir a promover la «civilización de la verdad y del amor» de la que habló el Santo Padre el 31 de agosto de 1982 en el Meeting de Rímini. Es una invitación que ha repetido en el discurso del 29 de septiembre de 1984. Dice: «llevad por todo el mundo la verdad, la belleza y la alegría de la experiencia de Cristo que vosotros tenéis». Civilización ha dicho: promoción de la libertad. Esto, para nosotros, tiene consecuencias concretas.
Pregunta: Un ejemplo.
Giussani: Si tengo que decir uno, me voy a referir a la libertad de educación: afecta de un modo decisivo a la vida misma de la Iglesia. Pero quisiera decir que las diferentes sensibilidades y culturas de los católicos italianos deben realmente confrontarse con este proyecto de unidad del Santo Padre. Y -para realizarlo- deben aceptar correcciones e integraciones. Queremos servir de ejemplo en esto último.
Pregunta: Esta idea de la «colaboración» la recoge en un discurso a la Acción Católica. Después propone para todos indicaciones del Papa dirigidas a ustedes.
Giussani: Cuando el Papa habla a un movimiento o a una asociación, por su naturaleza, se dirige a toda la Iglesia. Por ello, la invitación del Santo Padre a influir en la sociedad, a cambiarla, fue hecha para todos, no sólo para nosotros, del mismo modo que el discurso a la Acción Católica que, entre otras cosas, recoge temáticas ya expresadas con claridad en Loreto, el 11 de abril de 1985. Y, cada vez, Juan Pablo II las recoge y las desarrolla hablando a este o a aquel grupo. En resumen, los criterios de la colaboración entre cristianos creo que se pueden ver en tres grandes discursos del Santo Padre: Asís, a la Conferencia Episcopal Italiana, 12 de marzo de 1982; Loreto, 11 de abril de 1985; Roma, a la Acción Católica, 25 de abril de 1986.
Pregunta: «Comunión y colaboración». Frente a esta invitación, las «dos almas» (2). El padre Sorge ha escrito de una primera, conciliar y nueva, que ve la presencia social del cristiano como «sal de la tierra», y de una segunda -referida explícitamente al cardenal Biffi- que tendría una imagen de «nave triunfante».
Giussani: Muy por encima, poniéndose en este plano, resulta una oposición entre concepciones diversas, pero no se puede construir sobre una metáfora. El mismo Concilio para hablar del Misterio de la Iglesia ha adoptado imágenes distintas. Así, la de la levadura no se opone a la metáfora de la nave. Y viceversa. El verdadero punto es: ¿quién interpreta el Concilio? La verdadera interpretación se encuentra en «la clave sinodal del Magisterio Pontificio» ( usó este término el Papa hablando a la Conferencia Episcopal Italiana en Asís el 12 de marzo de 1982). La verdadera - subrayo, verdadera- oposición está entonces entre una conciencia católica determinada por el seguimiento al Magisterio papal y una conciencia determinada, de algún modo, subjetivamente.
Pregunta: Entonces, las dos almas, ¿existen o no?
Giussani: Objetivamente, no. Es concebible que uno parta de una concepción que privilegia la vida interior (que no hace sólo la Acción Católica sino que tantos otros movimientos han desarrollado en estos años) y que otro desarrolle una posición que subraye con decisión el efecto histórico del acontecimiento eclesial, de lo que reclama la naturaleza misma de este acontecimiento, es decir, la presencia dentro del mundo. Si las dos posiciones se oponen, se equivocan. Sobre todo, deben buscar la una en la otra ser confirmadas y completadas. Sí esto ocurre, en vez de una oposición, aparece un diálogo, un auténtico diálogo.
Pregunta:Es decir, está en juego una concepción de la fe. Muchos acusan a CL, cuando explica así las cosas, de injerencia indebida. Deja que cada uno vaya donde le dicte su conciencia, se oye decir.
Giussani: No, CL nunca ha pretendido ninguna injerencia. Simplemente ha deseado y desea proponer con el entusiasmo que la caracteriza, y el tipo de racionalidad que sostiene este entusiasmo, una mayor fraternidad a sus compañeros de camino en todas las circunstancias posibles. CL siempre se ha opuesto cuando ha visto una parcialidad o una negación de la propia experiencia que, siendo reconocida por la Iglesia, no puede ser negada.
Pregunta: Perdone, doy un paso atrás. La vida interior, la oración, ¿es relegada en CL frente a lo que se llama «la urgencia del tiempo»?
Giussani: La oración ... Sin oración no se puede hacer nada. En nuestros retiros, nosotros subrayamos siempre que la oración, que -lo repito- es el aspecto fundamental de la vida de la Iglesia, tiene una expresión personal y otra objetiva. Sin la primera expresión no existiría oración, pero sin la segunda, la oración personal puede resultar sentimental, vaga, parcial. Falsa. Desde siempre nos ha parecido claro que acentuar el aspecto de oración personal, el silencio, sin tener en cuenta la referencia natural, esencial, a la oración litúrgica, es equivocado. Igual que lo opuesto, porque si la oración litúrgica no atraviesa la inteligencia y la libertad de la persona, no dice nada.
Pregunta: Es innegable que en Italia, más allá de equilibrios de palabras, existen dos lecturas diferentes del mundo moderno. Una que ve irrecuperable cualquier forma de cristiandad y positiva su superación. La otra, ve insoportable la descristianización. Frente a interpretaciones tan distintas, ¿qué unidad es posible?
Giussani: La hipótesis de trabajo en problemas tan decisivos creo que debe seguir de modo privilegiado al Magisterio Pontificio. Sí, porque incumbe al Magisterio papal el guiar a la Iglesia por los mares y tormentas de los tiempos. Cuando se privilegian opiniones propias, aunque estén muy documentadas, es difícil que pueda nacer una idea o un programa que edifiquen una auténtica presencia de Iglesia.
Pregunta: Justo; ya ha dicho «presencia».
Giussani: Pues sí, es la gran palabra desconocida. No podemos sino subrayar que la Iglesia es una presencia; el acontecimiento de Cristo es una presencia en el mundo. Reléase el magnífico discurso de Pablo VI, sobre la unidad visible del pueblo de Dios, en julio de 1975. Sí, presencia. Y su manera de manifestarse es la unidad entre los cristianos. Pero esta unidad invocada no es una preocupación del deber, moralista, sino inevitable consecuencia de la naturaleza misma de la Iglesia, que es visible e invisible. La comunión es invisible como densidad de misterio, y visible como actividad: «Que vean nuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos». No se puede considerar la palabra de Cristo en un modo sólo individualista: no existe la persona cristiana si no es en comunión con los demás. Me ha pasado muchas veces en mi relación con los jóvenes: el «buen ejemplo» que se da de forma individual acaba por traer gloria sobre la persona pero no reclama al Misterio de Cristo y de la Iglesia.
Pregunta: Hay, sobre todo, dos palabras que en estos días se utilizan equivocadamente contra el Papa. Son conciencia y libertad. ¿ Cuál es la conciencia y cuál es la libertad que el cristiano debe tener?
Giussani: La conciencia cristiana es distinta de la del hombre natural. Es una conciencia que tiene una dimensión de relación con el misterio de la Iglesia y precisamente con el magisterio infalible de la Iglesia. Y esta dimensión es constitutiva del propio juicio y del propio afecto. La libertad del cristiano se juega primero en reconocer la verdad de la Iglesia y, después, en adherirse a ella.
Pregunta: ¿No existe, entonces, espacio para la duda y la incerteza?
Giussani: Existe todo el espacio para las tentaciones de la debilidad humana, por lo tanto, también para la duda. Si uno está en la incerteza, ¿qué puede hacer? Cuando hay una indicación clara de la autoridad, aún en la duda, uno obedece. Metodológicamente, ésta en la manera de dar solución a las dudas: tomar como hipótesis de trabajo, aunque en ese momento me parezca no entender nada, lo que ha dicho el Magisterio. Entonces, la tentación de la duda es un camino que se me ofrece para ensimismarme con las razones que en esta materia tiene la autoridad. Y este es el genio del catolicismo y del cristianismo ortodoxo: el criterio interpretativo último es objetivo y vivo entre nosotros. No, nunca es interno a nuestro trabajo intelectual o de conciencia.
Pregunta: En uno de sus últimos artículos antes de morir, Karl Rahner afirmó que después del Vaticano II y su idea de colegialidad, el Papa no debería ya difundir una encíclica sin consultar a todas las conferencias episcopales; y, sin embargo, usted propone una referencia al Papa.
Giussani: ¿La referencia al Papa como persona? Simplemente es el camino más breve, más adaptado a los sencillos para afirmar un principio reconocido por cualquier concepción de colegialidad: que sin el Papa cualquier colegialidad no tiene valor (me parece que también las iglesias ortodoxas lo están reconociendo ahora).
Pregunta: Volvamos al tema. ¿Cómo ve esta unidad de los cristianos en la historia hoy en Italia? ¿Cómo se configura esta visibilidad, este encontrarse de gente que ha conocido a Cristo de maneras diferentes? ¿Qué pueden hacer los obispos?
Giussani: En la Italia de hoy me parece que esta unidad de los cristianos debe buscar los modos de hacerse visible según las imágenes y la generosidad que el Espíritu suscita en el pueblo cristiano. Es allí, en la base del pueblo, donde se vive la tensión fe-mundo. Esta tensión rio está sobre todo en la mesa de los teólogos y de los intelectuales. Esta aventura que acontece, que la base vive ya en su propio ambiente, encontrará formas más críticas e incisivas gracias a la autoridad de los obispos. Su autoridad -utilizando los instrumentos que vienen del Concilio, como los consejos pastorales- puede favorecer el diálogo entre todas las experiencias, tratando de valorar las aportaciones.
Creo que se deben respetar dos coordenadas: de una parte, las situaciones en las que el pueblo vive y, de otra, el Magisterio del Papa.
Pregunta: ¿No le parece que existe una contradicción en sus tesis? Por una parte usted valoriza el pluralismo y la belleza de la diversidad, y por otro, CL a través del Movimiento Popular parece querer conducir a todos a la unidad política...
Giussani: Ante todo, digo que no se debe hablar -después del último Sínodo- de pluralismo, sino de pluriformidad. Con este último término, se evoca un escenario de sensibilidades, temperamentos e historias diferentes, pero de un sólo acontecimiento y, por lo tanto, de una sola cosa en el Misterio. De ahí la llamada a que se encuentren y colaboren; el resultado será una vida, una presencia más potente y rica de este acontecimiento. Pero este movimiento no puede sino tener como deseo ideal ( cito a Loreto) incluso la unidad cultural, social, política de los católicos. Pero esto debe venir con paciencia y en el respeto a la libertad, que no disminuyen la urgencia del ideal, pero garantizan que no será artificial en su manera de actuar.
Pregunta: Resumiendo, esta unidad llega a la política, ¿y qué se hace con la Democracia Cristiana (DC)?
Giussani: Me parece que los católicos italianos deben tender a potenciar el instrumento que históricamente tienen entre manos, la DC. El modo de colaborar con su valor original: ser defensa de los valores comunes, tutela de la dignidad humana. Todo esto se podría resumir como defensa de la libertad auténtica del hombre. La cuarta parte de la Redemptor Hominis creo que va en este sentido.
Pregunta: Usted ha tenido, en los años 50 y 60, gracias a GS (Juventud Estudiantil), relaciones orgánicas con la Acción Católica. ¿Puede recordar los contenidos positivos y negativos? ¿Qué desea de verdad a la Acción Católica?, ¿qué se convierta en otra CL, como alguno dice maliciosamente?, ¿alguna otra cosa?
Giussani: Recuerdo aquellos años con emoción y gratitud. La Acción Católica central, siguiendo sus ideas y sus métodos, permitió en su interior el intento de una renovación y de una mayor incisividad en el ámbito estudiantil. Hubo diálogo: esto permitió una comparación de experiencias y un reflujo de valores. Recuerdo los encuentros con los monseñores Lanave y Maccari y, en Milán, con el pobre monseñor Manfredini, don Aldo Mauri y el doctor Quadrelli. No, de verdad que no llegó a ver aspectos negativos en aquellos años, llenos de imaginación y acción.
A pesar de esto no puedo negar la amargura que empezó a producirse en mí en 1964. Ocurrió lo que un alto dirigente definió como la «fucinización» (3) de la Acción Ca tólica con el pobre monseñor Costa. Lo que motivó en mí la amargura no fue tanto la presencia de una posición cultural muy lejana a la nuestra como la de la FUCI sino el hecho de que fuimos relegados al margen, sólo porque promovíamos un tipo de cultura y de pastoral diferente. ¡No queremos que se vuelva a cometer el mismo error! No seamos de hecho la «ciellinización» (4) de la Acción Católica, justamente por su posición privilegiada en la relación con la Conferencia Episcopal Italiana, que esta participe de la paternidad y maternidad de la autoridad eclesial. Esto podría favorecer un ámbito de diálogo y de colaboración entre experiencias diferentes.
Pregunta: ¿Sin tener en cuenta la Comisión para el apostolado de los laicos?
Giussani: La comisión aseguraría este intento si fuese renovador, comprensivo, con todo lo que existe y hay de verdad, de democrático en el diálogo.
Pregunta: Una palabra más: diálogo. Me parece que están manteniendo como ejemplo un intenso diálogo con la Comuna Baires (5).
Giussani: Es un ejemplo concreto; podríamos citar miles. Pero creo que es significativo como actitud ( el Meeting ha nacido para esto, y es la expresión mayor de esto mismo). Es de hecho propiamente por la fuerza de nuestra concepción de adhesión a la Iglesia como realidad, acontecimiento nuevo en medio de la sociedad de los hombres, por lo que nosotros hemos imaginado siempre tal presencia como diálogo y en los límites de lo posible como colaboración con todas las energías humanas válidas que encontramos; siempre fue así. Me acuerdo de nuestro primer encuentro público. Se tituló: «Vivir las dimensiones del mundo». Invitamos a La Pira con el que, desde entonces, mantenemos viva nuestra simpatía y amistad. Recuerdo también los encuentros con la juventud evangélica protestante de Regensburg, con el movimiento polaco del padre Blaknicki y los intelectuales de Znak con la Central Latinoamericana de Trabajadores (CLAT) en Venezuela. Hemos buscado siempre colaboración y diálogo con las energías válidas que Dios nos ha puesto en el camino. De tal forma que ahora nos acusan por el diálogo que mantenemos con personas y realidades de sindicatos y con los partidos, quizás no católicos, como el Partido Socialista. En realidad, nos parece imposible huir de un diálogo real.
(1) Esta entrevista la realizó Renaro Farina para el semanario italiano Il Sabato de 17-23 de mayo de este año.
(2) Se refiere a las dos concepciones dominantes hoy en la iglesia italiana (y no sólo italiana): aquella que se centra en la vida interior y aquella otra en la que predomina la presencia dentro del mundo.
(3) De FUCI, (Federación universitaria de católicos italianos), que sugería el dualismo como modo de presencia.
(4) De CL.
(5) La Comuna Baires es un grupo cultural surgido a raíz de Mayo del '86.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón