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Huellas N.3, Julio/Agosto 1986

VIDA DE CL

Comunión y Colaboración. Una entrevista con Monseñor Giussani

Comunión y colaboración es la fórmula que el Papa ha propuesto para afrontar la relación entre las diversas presencias eclesiales.
Después de la polémica que ha surgido, ¿es posible esto? Es inevitable, ya que ...


Cuando le pedí una entrevista, (1) justo después del discurso del Pa­pa a la Acción Católica, le indiqué el tema: «comunión y colaboración». Juan Pablo II había defini­do así en aquella ocasión la necesa­ria relación entre «todas las presen­cias eclesiales». Después, ha pasa­do lo que ha pasado. Rosati, presi­dente de las ACLI (Acción católica de trabajadores italianos) le ha ata­cado también personalmente. Ha arremetido contra una frase suya.

Pregunta:
Parece que usted ha usado una vez, a propósito del he­cho cristiano, el verbo «enarbolar». A Rosati esto le parece como le­vantar un garrote. Entonces, después de lo que dijo Rosati, -como también después del padre Sorge, el hermano Carretto, etc.- ¿tiene sentido hablar de «comunión y co­laboración»?
Monseñor Luigi Giussani: Co­munión quiere decir participar del Misterio de Cristo en la Iglesia y, por lo tanto, significa la conciencia de estar ligados en las vísceras del propio ser a todos aquellos a los que el Señor llama. «¿No sabéis que sois unos miembros de los otros?». Pre­cisamente por ello no es posible re­nunciar: participando todos del mismo Misterio, no colaborar sig­nificaría renegar de esta pertenen­cia.
Pregunta: Se oye decir: dema­siados movimientos, demasiadas complicaciones...
Giussani: Que la Iglesia, como insiste el Papa, se realice en la variedad de tantos movimientos es un signo de la riqueza del Espíritu. Así, el Espíritu quiere regenerar la novedad y la frescura de la Iglesia en todas las situaciones y según to­dos los temperamentos. Si la diver­sidad dificultase la colaboración sig­nificaría que el apego a los aspec­tos particulares prevalecería por en­cima del amor a la Iglesia como tal.
Pregunta: Colaboración sin condiciones, por lo tanto. Incluso cuando se es atacado por todas partes...
Giussani: Desde hace muchos años este es nuestro caso. Pero quién entiende qué es amar a la Iglesia está siempre dispuesto a colaborar incluso con quien habla mal de él. Pedimos a la Virgen que nos haga perseverar en esta actitud y vo­luntad, y confiamos en que todos los cristianos pidan también por ello. Además, donde el amor a la Iglesia no es la primera razón de las relaciones, se pueden interpretar mal una infinidad de aspectos par­ticulares.
Pregunta: ¿ Y esa frase que de­sagrada tanto a Rosati?
Giussani: La expresión «enarbo­lar la fe» nace por analogía con la que dice san Pablo en la carta a los Efesios donde habla de la fe como escudo. En los años calientes hubo una toma de posición de la juven­tud de la ACLI contra CL (Comu­nión y Liberación) y, entonces, es­tar contra CL significaba coger la es­pada (cuando no el garrote) contra nosotros. Gracias a Dios son tiem­pos pasados: sólo pueden dar sali­da a ciertas imaginaciones. Ahora estamos contentos de notar el cam­bio que del '77 en adelante está ocu­rriendo en los jóvenes de la ACLI.
Pregunta: Esta propuesta-­invitación del Papa a la «comunión y colaboración», ¿cómo se inserta en la amplia perspectiva de este pontificado? Es decir, de la lectu­ra de los discursos de Juan Pablo II a movimientos y asociaciones, ¿qué perfil de Iglesia emerge?
Giussani: Es evidente que el Pa­pa quiere que se reconstruya en nuestro país una unidad orgánica y articulada de los católicos, de ma­nera que ellos puedan, precisamen­te por fuerza de la identidad de fe y de la experiencia de comunión entre ellos, contribuir a promover la «civilización de la verdad y del amor» de la que habló el Santo Pa­dre el 31 de agosto de 1982 en el Meeting de Rímini. Es una invita­ción que ha repetido en el discurso del 29 de septiembre de 1984. Di­ce: «llevad por todo el mundo la verdad, la belleza y la alegría de la experiencia de Cristo que vosotros tenéis». Civilización ha dicho: promoción de la libertad. Esto, para nosotros, tiene consecuencias concretas.
Pregunta: Un ejemplo.
Giussani: Si tengo que decir uno, me voy a referir a la libertad de educación: afecta de un modo decisivo a la vida misma de la Igle­sia. Pero quisiera decir que las di­ferentes sensibilidades y culturas de los católicos italianos deben real­mente confrontarse con este proyec­to de unidad del Santo Padre. Y -para realizarlo- deben aceptar correcciones e integraciones. Que­remos servir de ejemplo en esto úl­timo.
Pregunta: Esta idea de la «co­laboración» la recoge en un discur­so a la Acción Católica. Después propone para todos indicaciones del Papa dirigidas a ustedes.
Giussani: Cuando el Papa ha­bla a un movimiento o a una aso­ciación, por su naturaleza, se diri­ge a toda la Iglesia. Por ello, la in­vitación del Santo Padre a influir en la sociedad, a cambiarla, fue hecha para todos, no sólo para nosotros, del mismo modo que el discurso a la Acción Católica que, entre otras cosas, recoge temáticas ya expresa­das con claridad en Loreto, el 11 de abril de 1985. Y, cada vez, Juan Pa­blo II las recoge y las desarrolla ha­blando a este o a aquel grupo. En re­sumen, los criterios de la colabora­ción entre cristianos creo que se pueden ver en tres grandes discur­sos del Santo Padre: Asís, a la Conferencia Episcopal Italiana, 12 de marzo de 1982; Loreto, 11 de abril de 1985; Roma, a la Acción Cató­lica, 25 de abril de 1986.
Pregunta: «Comunión y cola­boración». Frente a esta invitación, las «dos almas» (2). El padre Sorge ha escrito de una primera, conciliar y nueva, que ve la presencia social del cristiano como «sal de la tie­rra», y de una segunda -referida explícitamente al cardenal Biffi­- que tendría una imagen de «nave triunfante».
Giussani: Muy por encima, po­niéndose en este plano, resulta una oposición entre concepciones diver­sas, pero no se puede construir so­bre una metáfora. El mismo Con­cilio para hablar del Misterio de la Iglesia ha adoptado imágenes dis­tintas. Así, la de la levadura no se opone a la metáfora de la nave. Y viceversa. El verdadero punto es: ¿quién interpreta el Concilio? La verdadera interpretación se encuen­tra en «la clave sinodal del Magis­terio Pontificio» ( usó este término el Papa hablando a la Conferencia Episcopal Italiana en Asís el 12 de marzo de 1982). La verdadera - subrayo, verdadera- oposición está entonces entre una conciencia cató­lica determinada por el seguimien­to al Magisterio papal y una con­ciencia determinada, de algún mo­do, subjetivamente.
Pregunta: Entonces, las dos al­mas, ¿existen o no?
Giussani: Objetivamente, no. Es concebible que uno parta de una concepción que privilegia la vida interior (que no hace sólo la Acción Católica sino que tantos otros movi­mientos han desarrollado en estos años) y que otro desarrolle una po­sición que subraye con decisión el efecto histórico del acontecimiento eclesial, de lo que reclama la natu­raleza misma de este acontecimien­to, es decir, la presencia dentro del mundo. Si las dos posiciones se oponen, se equivocan. Sobre todo, deben buscar la una en la otra ser confirmadas y completadas. Sí es­to ocurre, en vez de una oposición, aparece un diálogo, un auténtico diálogo.
Pregunta:Es decir, está en jue­go una concepción de la fe. Mu­chos acusan a CL, cuando explica así las cosas, de injerencia indebi­da. Deja que cada uno vaya donde le dicte su conciencia, se oye decir.
Giussani: No, CL nunca ha pre­tendido ninguna injerencia. Sim­plemente ha deseado y desea pro­poner con el entusiasmo que la ca­racteriza, y el tipo de racionalidad que sostiene este entusiasmo, una mayor fraternidad a sus compañe­ros de camino en todas las circuns­tancias posibles. CL siempre se ha opuesto cuando ha visto una par­cialidad o una negación de la pro­pia experiencia que, siendo recono­cida por la Iglesia, no puede ser ne­gada.
Pregunta: Perdone, doy un pa­so atrás. La vida interior, la ora­ción, ¿es relegada en CL frente a lo que se llama «la urgencia del tiempo»?
Giussani: La oración ... Sin ora­ción no se puede hacer nada. En nuestros retiros, nosotros subraya­mos siempre que la oración, que -lo repito- es el aspecto funda­mental de la vida de la Iglesia, tie­ne una expresión personal y otra objetiva. Sin la primera expresión no existiría oración, pero sin la se­gunda, la oración personal puede resultar sentimental, vaga, parcial. Falsa. Desde siempre nos ha pare­cido claro que acentuar el aspecto de oración personal, el silencio, sin tener en cuenta la referencia natu­ral, esencial, a la oración litúrgica, es equivocado. Igual que lo opues­to, porque si la oración litúrgica no atraviesa la inteligencia y la liber­tad de la persona, no dice nada.
Pregunta: Es innegable que en Italia, más allá de equilibrios de pa­labras, existen dos lecturas diferen­tes del mundo moderno. Una que ve irrecuperable cualquier forma de cristiandad y positiva su supera­ción. La otra, ve insoportable la descristianización. Frente a inter­pretaciones tan distintas, ¿qué uni­dad es posible?
Giussani: La hipótesis de traba­jo en problemas tan decisivos creo que debe seguir de modo privile­giado al Magisterio Pontificio. Sí, porque incumbe al Magisterio pa­pal el guiar a la Iglesia por los ma­res y tormentas de los tiempos. Cuando se privilegian opiniones propias, aunque estén muy docu­mentadas, es difícil que pueda na­cer una idea o un programa que edifiquen una auténtica presencia de Iglesia.
Pregunta: Justo; ya ha dicho «presencia».
Giussani: Pues sí, es la gran pa­labra desconocida. No podemos si­no subrayar que la Iglesia es una presencia; el acontecimiento de Cristo es una presencia en el mun­do. Reléase el magnífico discurso de Pablo VI, sobre la unidad visible del pueblo de Dios, en julio de 1975. Sí, presencia. Y su manera de manifestarse es la unidad entre los cristianos. Pero esta unidad invoca­da no es una preocupación del de­ber, moralista, sino inevitable con­secuencia de la naturaleza misma de la Iglesia, que es visible e invisi­ble. La comunión es invisible como densidad de misterio, y visible co­mo actividad: «Que vean nuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos». No se pue­de considerar la palabra de Cristo en un modo sólo individualista: no existe la persona cristiana si no es en comunión con los demás. Me ha pasado muchas veces en mi relación con los jóvenes: el «buen ejemplo» que se da de forma individual aca­ba por traer gloria sobre la persona pero no reclama al Misterio de Cris­to y de la Iglesia.
Pregunta: Hay, sobre todo, dos palabras que en estos días se utili­zan equivocadamente contra el Pa­pa. Son conciencia y libertad. ¿ Cuál es la conciencia y cuál es la libertad que el cristiano debe tener?
Giussani: La conciencia cristia­na es distinta de la del hombre na­tural. Es una conciencia que tiene una dimensión de relación con el misterio de la Iglesia y precisamente con el magisterio infalible de la Iglesia. Y esta dimensión es cons­titutiva del propio juicio y del pro­pio afecto. La libertad del cristiano se juega primero en reconocer la verdad de la Iglesia y, después, en adherirse a ella.
Pregunta: ¿No existe, entonces, espacio para la duda y la incerte­za?
Giussani: Existe todo el espacio para las tentaciones de la debilidad humana, por lo tanto, también pa­ra la duda. Si uno está en la incer­teza, ¿qué puede hacer? Cuando hay una indicación clara de la auto­ridad, aún en la duda, uno obede­ce. Metodológicamente, ésta en la manera de dar solución a las dudas: tomar como hipótesis de trabajo, aunque en ese momento me parez­ca no entender nada, lo que ha di­cho el Magisterio. Entonces, la ten­tación de la duda es un camino que se me ofrece para ensimismarme con las razones que en esta materia tie­ne la autoridad. Y este es el genio del catolicismo y del cristianismo ortodoxo: el criterio interpretativo último es objetivo y vivo entre no­sotros. No, nunca es interno a nues­tro trabajo intelectual o de concien­cia.
Pregunta: En uno de sus últi­mos artículos antes de morir, Karl Rahner afirmó que después del Va­ticano II y su idea de colegialidad, el Papa no debería ya difundir una encíclica sin consultar a todas las conferencias episcopales; y, sin em­bargo, usted propone una referen­cia al Papa.
Giussani: ¿La referencia al Pa­pa como persona? Simplemente es el camino más breve, más adapta­do a los sencillos para afirmar un principio reconocido por cualquier concepción de colegialidad: que sin el Papa cualquier colegialidad no tiene valor (me parece que también las iglesias ortodoxas lo están reco­nociendo ahora).
Pregunta: Volvamos al tema. ¿Cómo ve esta unidad de los cris­tianos en la historia hoy en Italia? ¿Cómo se configura esta visibili­dad, este encontrarse de gente que ha conocido a Cristo de maneras diferentes? ¿Qué pueden hacer los obispos?
Giussani: En la Italia de hoy me parece que esta unidad de los cris­tianos debe buscar los modos de ha­cerse visible según las imágenes y la generosidad que el Espíritu sus­cita en el pueblo cristiano. Es allí, en la base del pueblo, donde se vi­ve la tensión fe-mundo. Esta ten­sión rio está sobre todo en la mesa de los teólogos y de los intelectua­les. Esta aventura que acontece, que la base vive ya en su propio am­biente, encontrará formas más crí­ticas e incisivas gracias a la autori­dad de los obispos. Su autoridad -utilizando los instrumentos que vienen del Concilio, como los con­sejos pastorales- puede favorecer el diálogo entre todas las experien­cias, tratando de valorar las apor­taciones.
Creo que se deben respe­tar dos coordenadas: de una parte, las situaciones en las que el pueblo vive y, de otra, el Magisterio del Pa­pa.
Pregunta: ¿No le parece que existe una contradicción en sus tesis? Por una parte usted valoriza el pluralismo y la belleza de la diver­sidad, y por otro, CL a través del Movimiento Popular parece que­rer conducir a todos a la unidad política...
Giussani: Ante todo, digo que no se debe hablar -después del úl­timo Sínodo- de pluralismo, sino de pluriformidad. Con este último término, se evoca un escenario de sensibilidades, temperamentos e historias diferentes, pero de un só­lo acontecimiento y, por lo tanto, de una sola cosa en el Misterio. De ahí la llamada a que se encuentren y colaboren; el resultado será una vida, una presencia más potente y rica de este acontecimiento. Pero este movimiento no puede sino te­ner como deseo ideal ( cito a Lore­to) incluso la unidad cultural, so­cial, política de los católicos. Pero esto debe venir con paciencia y en el respeto a la libertad, que no dis­minuyen la urgencia del ideal, pe­ro garantizan que no será artificial en su manera de actuar.
Pregunta: Resumiendo, esta unidad llega a la política, ¿y qué se hace con la Democracia Cristiana (DC)?
Giussani: Me parece que los ca­tólicos italianos deben tender a po­tenciar el instrumento que históri­camente tienen entre manos, la DC. El modo de colaborar con su valor original: ser defensa de los va­lores comunes, tutela de la digni­dad humana. Todo esto se podría resumir como defensa de la liber­tad auténtica del hombre. La cuar­ta parte de la Redemptor Hominis creo que va en este sentido.
Pregunta: Usted ha tenido, en los años 50 y 60, gracias a GS (Ju­ventud Estudiantil), relaciones or­gánicas con la Acción Católica. ¿Puede recordar los contenidos po­sitivos y negativos? ¿Qué desea de verdad a la Acción Católica?, ¿qué se convierta en otra CL, como al­guno dice maliciosamente?, ¿algu­na otra cosa?
Giussani: Recuerdo aquellos años con emoción y gratitud. La Acción Católica central, siguiendo sus ideas y sus métodos, permitió en su interior el intento de una re­novación y de una mayor incisivi­dad en el ámbito estudiantil. Hu­bo diálogo: esto permitió una com­paración de experiencias y un reflu­jo de valores. Recuerdo los encuen­tros con los monseñores Lanave y Maccari y, en Milán, con el pobre monseñor Manfredini, don Aldo Mauri y el doctor Quadrelli. No, de verdad que no llegó a ver aspectos negativos en aquellos años, llenos de imaginación y acción.
A pesar de esto no puedo ne­gar la amargura que empezó a pro­ducirse en mí en 1964. Ocurrió lo que un alto dirigente definió como la «fucinización» (3) de la Acción Ca tólica con el pobre monseñor Cos­ta. Lo que motivó en mí la amar­gura no fue tanto la presencia de una posición cultural muy lejana a la nuestra como la de la FUCI sino el hecho de que fuimos relegados al margen, sólo porque promovía­mos un tipo de cultura y de pasto­ral diferente. ¡No queremos que se vuelva a cometer el mismo error! No seamos de hecho la «ciellini­zación» (4) de la Acción Católi­ca, justamente por su posición pri­vilegiada en la relación con la Con­ferencia Episcopal Italiana, que es­ta participe de la paternidad y ma­ternidad de la autoridad eclesial. Esto podría favorecer un ámbito de diálogo y de colaboración entre ex­periencias diferentes.
Pregunta: ¿Sin tener en cuen­ta la Comisión para el apostolado de los laicos?
Giussani: La comisión asegura­ría este intento si fuese renovador, comprensivo, con todo lo que exis­te y hay de verdad, de democrático en el diálogo.
Pregunta: Una palabra más: diálogo. Me parece que están man­teniendo como ejemplo un inten­so diálogo con la Comuna Bai­res (5).
Giussani: Es un ejemplo concre­to; podríamos citar miles. Pero creo que es significativo como actitud ( el Meeting ha nacido para esto, y es la expresión mayor de esto mismo). Es de hecho propiamente por la fuerza de nuestra concepción de ad­hesión a la Iglesia como realidad, acontecimiento nuevo en medio de la sociedad de los hombres, por lo que nosotros hemos imaginado siempre tal presencia como diálo­go y en los límites de lo posible co­mo colaboración con todas las ener­gías humanas válidas que encontra­mos; siempre fue así. Me acuerdo de nuestro primer encuentro públi­co. Se tituló: «Vivir las dimensio­nes del mundo». Invitamos a La Pira con el que, desde entonces, mantenemos viva nuestra simpatía y amistad. Recuerdo también los encuentros con la juventud evangé­lica protestante de Regensburg, con el movimiento polaco del padre Blaknicki y los intelectuales de Znak con la Central Latinoameri­cana de Trabajadores (CLAT) en Venezuela. Hemos buscado siem­pre colaboración y diálogo con las energías válidas que Dios nos ha puesto en el camino. De tal forma que ahora nos acusan por el diálo­go que mantenemos con personas y realidades de sindicatos y con los partidos, quizás no católicos, como el Partido Socialista. En realidad, nos parece imposible huir de un diálogo real.

(1) Esta entrevista la realizó Renaro Farina para el semanario italiano Il Sabato de 17-23 de mayo de este año.
(2) Se refiere a las dos concepciones dominantes hoy en la iglesia italiana (y no sólo italiana): aquella que se centra en la vida interior y aquella otra en la que predomina la presencia dentro del mundo.
(3) De FUCI, (Federación universitaria de católicos italianos), que sugería el dualismo como modo de presencia.
(4) De CL.
(5) La Comuna Baires es un grupo cultural surgido a raíz de Mayo del '86.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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