«Aunque solo fueran 40 minutos»
Jota participó en el coro de los Ejercicios espirituales de la Fraternidad de CL en Milán. En su viaje de regreso a Madrid, envió esta carta a Carlo, director del coro:
Gracias por invitarnos estos días a vivir los Ejercicios presencialmente con el coro en Milán. Ayer te pedía perdón por el lío organizativo de los vuelos y la boda de mis amigos que no me podía perder. Sin embargo, me miraste y me dijiste: «yo habría sido muy feliz si hubieras venido aunque solo fuera para 40 minutos». Aquello me conmovió.
Te decía que para nosotros, para mí, ha sido un bien tremendo vivirlo con vosotros pero apenas te pude contar las razones. Y es que vivís la responsabilidad de los cantos juntos, como una amistad. Es verdad que tú eres el responsable, pero Pietro lleva la secretaría, Maria se encarga del ordenador y nos dice: «ahora ensayamos esto», Pippo nos dice: «amigos, amigos», para reclamarnos la atención, con esa delicadeza nada sentimental con que corrige, delicadeza y firmeza que no es arrolladora…, es algo difícil de describir.
Para mí el coro siempre ha sido algo difícil cuando lo he vivido y sin embargo estos días me han dado ganas de inscribirme al coro, porque he visto algo muy atractivo. He ensayado los cantos de la misa del domingo sabiendo que me iba antes de la misa, por puro gusto. Aquí vivís el canto, el coro, como una experiencia completa y unitaria: dirigir, cantar de solista, en el coro... Eso me fascina, no hay división y todos saben hacer todo. Ver a gente más o menos de mi edad con hijos, algunos hasta cinco hijos, como tú, que no han renunciado al canto, que también es vocacional, que viven el canto con una gran intensidad, es para mí motivo de alegría y de esperanza. Compartir esto con ellos ha sido un regalo. Al igual que con todos los miembros del coro. Gracias por vuestra generosidad y por darnos la posibilidad de participar siendo los últimos en llegar.
No quiero decir más porque verdaderamente se podría escribir una carta de cada pequeño momento. Solo quiero añadir que quiero esta amistad contigo, con vosotros. Me descubro deseando vivir juntos en el tiempo la belleza de los cantos, disfrutar juntos, lo deseo verdaderamente, muchísimo.
Jota, Madrid
Dios es todo en todo
La noche de Jueves Santo recibí una llamada comunicándome el suicidio de una chica. ¿Por qué? Era una joven llena de vida, con una alegría que contagiaba. Había acompañado a su madre con un cáncer terminal hace dos años y al año siguiente falleció su padre. Viendo su soledad, varias veces la había invitado a los gestos del movimiento pero ella siempre me contestaba diciéndome que era atea.
Al día siguiente no tenía fuerzas para levantarme. Aún estaba en la cama cuando me llamó una amiga de mi grupo de Fraternidad para ir juntas al Via Crucis. Sumida en mi dolor, le conté lo que había pasado. Ella sin dudar me dijo: «Vamos juntas al Via Crucis y después te llevo al velatorio». En ese momento pude afirmar que Dios es todo en todo aun en la circunstancia más triste. Él se manifiesta de un modo imprevisto y mi amiga era el brazo del Señor que me levantaba y me reclamaba a no quedarme en eso. Fuimos y rezamos solas el rosario a pesar de que el lugar estaba lleno de amigos y familiares.
Pasaron los días con una tristeza enorme por dentro, cuando vi por televisión la noticia de la muerte de tres policías en Concepción. Al llegar a la oficina me contaron que uno de ellos era el marido de mi compañera de trabajo, dejaba dos hijos pequeños. Lo primero que hice fue llamarla y luego fui a su velatorio. Ante todo un acompañamiento del colegio militar, atiné a sacar mi rosario y ofrecerlo por su alma. A diferencia de la semana anterior, esta vez sentí la voz de todos los que me acompañaban.
¿En qué me toca todo esto? ¿Qué juicio puedo sacar? Que nada se me ahorra y lo único que me queda es agarrarme de la mano de la compañía que me salva y vivir el instante. Vivir con responsabilidad y seriedad los gestos que me ayudan a tener una mirada nueva para ser más humana respondiendo al instante presente, pues todos somos necesitados.
Antonia, Asunción (Paraguay)
Un apego que me hace crecer
En el colegio de mis hijos, todos los años se programaba un viaje a Italia, donde los chicos tenían la experiencia de conocer no solo el país sino a la gente del movimiento. Por la pandemia y demás complicaciones, hace dos años se dejó de realizar el viaje. Este año esperábamos el mismo panorama por lo que está sucediendo en Ucrania, por lo que automáticamente cambiamos por un destino más alcanzable a un país vecino. Yo afirmaba que era lo más realista y di por cerrado el caso. Más tarde recibimos un aviso en el que dos amigos proponían una alternativa al viaje, asumiendo incluso la responsabilidad de acompañar a los chicos, pero el coste era elevado, por lo que volví a considerar que no saldría y seguí mirando lo que tenía más cercano. Al cabo de unos días, una amiga me recordó que debíamos rezar. Este hecho me marcó porque no solo estaba ante una amiga que no se rendía, sino que me ponía delante esta oportunidad para vivir la religiosidad en cada gesto, un amor a mi destino. Fue precisamente ella quien propuso, creativa y osadamente, otra alternativa y se terminó cerrando el pasaje para un grupo de 14 chicos y chicas. Estaba acariciando el «ropaje» de la que hablaba el libro Dar la vida por la obra de Otro en la página 39. Yo no podía ver, pero mis amigos eran su «ropaje por medio del cual nuestra pequeñez entra en contacto con su presencia real». Estos amigos me mostraron no solo una alternativa turística sino la importancia del yo en acción, de estar despiertos. Nos preguntaban en la última Escuela de comunidad: ¿por qué me interesa vivir esta amistad? Puedo decir, a la luz de los dolorosos hechos de estos últimos días en la sociedad paraguaya con el caso de abuso de niños en instituciones educativas, que quiero apegarme cada vez más, me interesa vivir esta amistad con el Misterio porque a través de ella se me da la oportunidad de vivir en el lugar de la esperanza.
Yona, Lambaré (Paraguay)
Peregrinación a Lourdes
El fin de semana pasado fuimos con algunos amigos de Barcelona de peregrinación a Lourdes. Había propuesto a mi grupo de Fraternidad ir a pedirle a la Virgen y agradecerle todo lo que nos ha dado este año, y pedirle especialmente por el movimiento. Mientras terminábamos de organizar el viaje, con las dificultades que surgieron y algunas bajas por positivo en Covid, a menudo pensaba si seguía interesándome ir aunque las cosas no fueran a suceder como habíamos pensado. Ver el “sí” tan sencillo de los amigos que habíamos invitado (la mayoría no se conocían entre ellos) me hacía pensar en la necesidad que tenían de ir a ver a la Virgen, y la hacían nueva para mí. Fueron días bellísimos. Pudimos ir a conocer a la comunidad del Cenáculo y nos acogió un chico que había tenido una vida difícil y con diversas dependencias, que nos mostró la casa, los trabajos, los horarios y la vida que llevan. Me sorprendió mucho ver sus rostros, nos miraban a los ojos y tenían una mirada muy pura y profunda, que no es habitual. Me llegó al corazón y me impactó mucho cómo trataban a los niños y cómo nos acogieron. El chico encargado de recibirnos incluso se quiso cambiar de ropa y zapatos porque venía de trabajar con las vacas. Nos contaba la lucha que viven al decidir entrar allí para curarse de las dependencias que tienen, que allí se vive en la verdad, que al tercer día a uno se le caen las máscaras que lleva, y que la lucha pasa por no mentirse a sí mismo, pues allí cada uno es querido tal y como es. Nos dejó muy agradecidos, en silencio, y estuvimos comentando ese rato en el Cenáculo durante todo el fin de semana. Realmente parecía que hubiera sabido leer lo que llevaba en el corazón esas semanas, como si me dijera que uno puede necesitar sin miedo, y eso me hizo descansar. Ver a estos chicos fue de gran ayuda para ponerme delante de la Virgen, con todas las intenciones que llevaba de amigos y familiares, y pedirle lo que realmente necesito, poder mirar como miran estos chicos. Estar delante de ella me dio una gran paz y me descubrí queriéndola más que antes, como una presencia más cercana. Ver a estos amigos que han venido de forma tan inesperada conmigo me ha acompañado mucho por su sencillez y su disponibilidad. Me daba cuenta de que lo que ha hecho verdaderamente interesante la relación con ellos ha sido estar delante de las cosas que hemos visto y acompañarnos en el gesto de pedir. ¡No podía haber estado en ningún otro lugar mejor estos días!
Cristina, Barcelona
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