« (...) La música colabora hacia un entendimiento de los auténticos valores humanos y espirituales. Resulta ser un medio efectivo de unión entre los pueblos de diversos orígenes, idiomas, culturas y mentalidades.
La música posee una inmensa capacidad para expresar las riquezas de cada cultura. Su naturaleza le permite lograr que resuenen las armonías interiores, suscitar emociones internas y profundas, ejerciendo una poderosa influencia con su encanto. Como si fuera la voz del corazón, la música suscita ideales de belleza, anhelos de una armonía perfecta no perturbada por las pasiones humanas, el sueño de la comunión universal.
Por su trascendencia, la música es también expresión de libertad: incluso cuando todo parece desalentar y coartar al hombre. La música, como la utilizada en la Santa Misa, está también al servicio de la fe. La fe no sólo necesita proclamarse y expresarse; necesita también ser cantada. La relación entre la Iglesia y el arte se mantiene viva y fructífera en el ámbito de la música.
La cultura es una expresión del hombre, una confirmación de humanidad. El hombre crea cultura y por medio de ésta se crea a sí mismo. Se crea a sí mismo con el esfuerzo interior del espíritu, del pensamiento, de la voluntad y el corazón.
Al mismo tiempo crea cultura en comunión con los demás. La cultura es una expresión de comunicación, de pensamiento compartido y de colaboración entre seres humanos. (...)».
Este pequeño discurso de Juan Pablo II nos ayuda a la reflexionar sobre la importancia que para nosotros tiene la música. En primer lugar como anuncio, como responsabilidad a la que nos debemos dedicar plenamente; esto no significa que nos mantengamos todo el día ocupados en ello, sino que exista una seriedad y una entrega en los momentos en que es expresión de nuestra vida.
Esta responsabilidad frente al anuncio nace de la conciencia que tenemos de lo que hacemos, porque sabemos que a través de cada gesto (la alegría de nuestros rostros, la forma de estar, el querer cada vez hacerlo mejor... ) pasa la credibilidad del anuncio. «Un poeta católico debería ser apóstol antes de ser poeta; y no intentar ser poeta antes de querer ser apóstol. Porque si se presenta a la gente como poeta será juzgado como tal: y si no es buen poeta, su apostolado será puesto en ridículo», como dice Merton.
Y es entonces cuando el esfuerzo que hacemos -a la hora de cantar o en la atención cuando escuchamos ( incluso cuando estamos cansados o no sabemos muy bien lo que quiere decir),- tiene un sentido, como dice J.P. II: «El hombre aprende a gozar de unos frutos que ninguna restricción le impedirá jamás entender, saborear y amar».
Surge por tanto una vocación, una llamada hacia el arte; vocación que bien vale el nombre de misión, ya que ésta resume los conceptos de don, responsabilidad, testimonio y anuncio.
Y es a través de esta pasión (por la música en concreto) donde se hace notar que la fe no puede ser una ideología: que Cristo no es una abstracción sino una persona, una realidad que la experiencia nos hace encontrar. Una experiencia que se halla en la comunión con otras personas, en el compartir y comunicar una misma cultura, como recuerda la primera canción que compusimos: «... puedo sentir miles de brazos, un corazón, una sola voz ... ».
Para terminar, existe una canción que define el significado de lo que es el canto mismo; se llama «Povera voce» (De Maretta Campi y Adriana Mascagni). Es_uno de los modos más bellos de expresar que existe una voz, una voz que nunca se
acaba y da sentido a nuestra vida; una vida que canta con un porqué:
«Povera voce di un uomo che no c'é
la nostra voce, se non ma più un perché:
deve gridare, deve implorare
che il respiro della vita non abbia fine
poi deve cantare perche l'eternità;
non puo morire, no puo finire
la nostra voce che la vita chiede all'Amor
non è povera voce di un uomo che non c'é,
la nostra voce canta con un perchè».
(Pobre voz la de un hombre que no lo es; nuestra voz, si no tiene un porqué debe gritar, debe implorar que el respiro de la vida no tenga fin debe cantar porque la vida existe, toda la vida llama a la eternidad no puede morir, no puede callar
nuestra voz que la vida pide al Amor pobre voz la de un hombre que no lo es; nuestra voz canta con un porqué).
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