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Huellas N.1, Marzo 1986

RECORTES

CL y la Prensa

Enrique Arroyo

En los últimos meses C.L. ha estado en el centro de la atención de los medios de comunicación españoles que han dado gran importancia a su presencia en nuestro país. Si bien no han dejado de aparecer diversidad de informaciones sobre C.L. en periódicos y semanarios tanto laicos como reli­giosos, conviene resaltar que incluso el diario El País le ha dedicado varias editoriales y que TVE ofreció un reportaje de media hora de duración en el programa Informe Semanal. ¿A qué se debe esta inusitada atención cuando la difusión de C.L. en España es todavía pequeña?

El problema de fondo viene planteado por el debate sobre la presencia pública de los católicos que la intervención del Papa en Lo­reto desató. Aquí en España inclu­so las informaciones sobre el Mee­ting per la amicizia fra i popoli de Rímini eran presentadas en esta cla­ve: C.L. adquiere importancia por las implicaciones políticas que se le atribuyen. En este sentido, el aire de «conservadurismo y de anacro­nismo militantismo confesional» con que se ha querido presentar a C.L. -en vísperas de un documen­to episcopal sobre la actuación de los católicos en la vida pública- es utilizado como arma arrojadiza que lanzar contra cualquier intento de presencia pública de los católicos. Este tipo de españoles -a causa del clima cultural que tan claramente les une a la mentalidad laica del occidente europeo- muy difícilmen­te puede comprender un movi­miento y la misma realidad de la Iglesia si no es en clave política de izquierda/derecha, conserva­dor/progresista.
Desde esta óptica, no se quiere reconocer que un movimiento co­mo C.L. pretende simplemente co­laborar en la educación de jóvenes y adultos en una fe cristiana madu­ra, una fe capaz de incidir en la vi­da de la sociedad de hoy en todas las expresiones a través de las cua­les lo humano se manifiesta. Es es­ta concepción integral de la fe y su implicación cultural la que -inclu­so desde el interior de gran parte del mundo católico- no se logra comprender y la que la mentalidad laica trata de ahogar.
Esta última observación se do­cumenta claramente en el análisis de las informaciones habidas acer­ca de C.L. en los diversos medios de comunicación. Hemos escogido el editorial del semanario católico Vida Nueva en el que también se incluye una entrevista a don Gius­sani, al aparecer en esta última afir­maciones que contradicen clara­mente a dicho editorial.
Don Giussani había declarado en la entrevista: «(...) con la fe vi­vida en la inmanencia de la historia y la comunión nace en el sujeto una posición cultural. Los aspectos social y político son compromisos que cada persona tiene la respon­sabilidad de vivir». El editorial, sin embargo, afirma:«( ... ) Comunión y Liberación es un movimiento ini­cialmente de carácter educativo que, desde la unión comunitaria entre sus miembros y con la auto­ridad, pretende penetrar las estruc­turas culturales y sociopolíticas, des­de lo que ellos consideran los valores cristianos. En la práctica, aunque se resistan a afirmarlo clara­mente, están a favor de los parti­dos confesionales». Una postura así llevaría consigo necesariamente - según el mismo editorial- una medicación ideológico-política: «(...) de alguna manera C.L. se da la mano, por su óptica, con "Cris­tianos por el Socialismo'', en cuan­to que la opción de acción cristia­na en el mundo se analiza a través de fórmulas concretas: el socialismo para unos; la Democracia Cristiana, el centro o la derecha del ''huma­nismo cristiano" para otros». A tal afirmación se puede contraponer otra de la entrevista en que don Giussani expresa la irreductibilidad del sujeto cristiano: «(...) un hecho que se encarna en la historia no puede perturbar los factores agen­tes de la historia. Y por ello, el su­jeto que se adhiere a ese hecho es perturbado y determinado por él. Hay, pues, un modo de concebir, proyectar o manipular la realidad, es decir de actuar, que en cierto modo es una participación del he­cho de Cristo como su forma espe­cifica. Por ejemplo, el hecho de que Dios haya muerto por el hombre, por mí, como dice San Pablo, re­salta el valor de mi ''yo'' a una irre­ductibilidad que ninguna afiliación ideológica puede impedir».

En el fondo, estos contrastes en­tre las respuestas de la entrevista y la interpretación del editorial lo que hacen es demostrar una sola cosa: la mentalidad dualista que caracte­riza a gran parte de nuestro catoli­cismo; un dualismo que disgrega al sujeto cristiano al separarlo de su fuente y lo reduce a ser un mero su­jeto ideológico de algunos valores integrables y adaptables a cualquier otra ideología. En este sentido el
editorial proponía: «( ... ) un cristia­nismo testimonial, profético, críti­co que no quiere identificarse con partidos concretos, sino trabajar en­carnadamente en el mundo con la única fuerza de la debilidad del Evangelio y con una óptica plural de que todas las culturas y partidos tienen algo de bueno y no poco de malo». Nosotros no queremos iden­tificarnos con ningún partido pero ¿cómo es posible lo que plantea el editorialista desde el momento en que el criterio de presencia pública -y, por tanto, de propuesta social- no es la construcción de la comunión cristiana?
Otra crítica generalizada que también aparece en el editorial es el peligro de monopolio, dogmatis­mo e intransigencia que subyace en posiciones que como las de CL: «( ... ) pretenden la recuperación de la cristiandad; es decir, un cristia­nismo como fuerza social organiza­da, que, de alguna manera, bauti­ce las instancias sociales». Posturas así -claro está- resultan antiplu­ralistas y antidemocráticas: «( ... ) los movimientos que consideran prio­ritarios los valores de moral fami­liar o de libertad religiosa, no pue­den pretender tener el monopolio del Papa, la posesión omnimoda de la verdad y despreciar las actuacio­nes de los demás cristianos, que prefieren una opción más pluralis­ta y que consideran que la Iglesia puede y debe encarnarse, sin exclu­sivismos, en todas las culturas de un modo crítico y purificador».
Ante la primera acusación d. Giussani señaló: «( ... ) No es posi­ble que una conciencia del hombre y de la sociedad que derive de la fe no se comprometa también en crear estructuras tendencialmente respe­tuosas y favorecedoras de criterios de verdad y justicia que me inspira la fe, aunque tengamos conciencia de estar ligados a algo más profun­do que todas las divisiones y distin­ciones. Este intento es inevitable; si el hombre es uno, es inevitable. Pero esto puede ser llevado a cabo sólo desde la conciencia de la emi­nente corregibilidad y no definiti­vidad de lo que se crea». Respecto a la acusación de intransigencia en la entrevista decía: «( ... ) Si es una fe que identifica y camina al en­cuentro con la verdad y, por tanto, inmersa con el distinto auténtico de la vida humana, que es Cristo, la postura que instintivamente surge de esta conciencia es la búsqueda del punto de verdad, porque no existe postura que no sea testimonio de una verdad. Por tanto, es exactamente lo contrario. Me gus­taría saber, al menos en mi país, que otro movimiento ha estableci­do relaciones con personas de todas las razas e ideas, como nosotros».
La demagogia con que se intentado explicar C.L. revela cómo los esquemas laicistas han penetrado también en la mentalidad de algún cristiano. Es curioso observar cómo las afirmaciones antes expresadas se identifican con aquellas que apare­cen en el diario El País, máximo ex­ponente de la cultura radical­burguesa. Escribe este periódico en un editorial titulado «la Iglesia y la militancia»: «( ... ) Pero, a lo que se
ve en algunos sectores de la Iglesia -a veces más papistas que el Papa- el modelo escogido es la re­gresión a posiciones que presumen de poseer el modelo único de so­ciedad cristiana y de encasillarse en certezas no solamente religioso-dogmáticas, sino culturales y políticas. Los pertenecientes al ya fa­moso y derechista movimiento de Comunión y Liberación tildan de ''cristianismo endeble'' incluso al que pretende vivir con otras opcio­nes culturales
». Posturas así impli­can la reducción de la Iglesia a un nivel de sacristía que impide que la fe abarque los ámbitos de la vida que no sean los privados. Es un cris­tianismo disminuido desde el mo­mento en que no tiene la tarea de fecundar la historia y, por tanto, la exigencia de hacerse presente hu­manizando la sociedad. Además, esta tarea es tanto más necesaria hoy cuando padecemos un despotismo encubierto de democracia.
No es cuestión de defender «anacrónicos confesionalismos políticos» ni de negar una concepción laica del estado, sino de no renun­ciar a expresar la propia identidad y los propios valores. En este senti­do, ¿cómo es posible apoyar a un partido cualquiera si este partido en una ideología niega tales valores e impide -en nombre del pluralis­mo- la existencia de realidades concretas? Nosotros no somos ni anti-pluralistas ni anti-democráti­cos, al contrario, pensamos que el estado para ser democrático debe considerar tarea suya el favorecer la libre expresión de todas las expe­riencias culturales y creativas de la vida de un pueblo. Son, sin embar­go, dictatoriales las posturas que partiendo de una ideología -no importa si de derecha o izquierda ­tratan de imponerla a través de la utilización de los medios de comu­nicación o del monopolio de la es­cuela. Y resultan incluso «totalita­rios» ciertos modos de informar que, permaneciendo en la órbita del poder dominante, reflejan cier­to renacer del anticlericalismo que ya en nuestro país ha hecho mucho daño.

Presentación del movimiento
«Comunión y Liberación»

Don Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, en Madrid

Cara y cruz
Comunión y Liberación

Hoy habla en Madrid su fundador, don Luigi Giussani
Comunión y Liberación, un movimiento eclesial de hoy

Televisión
«Comunión y Liberación» en versión TVE

Nace Comunión y Liberación

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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