Querido Alberto: No quiero decir que «ha sido algo importante», porque me parece poco. En primer lugar porque aunque el 22 de febrero es el aniversario del regreso de don Giussani a la casa del Padre, nosotros hemos sido los primeros en celebrar esta conmemoración (el 18 de febrero; ndr). Es doblemente gratificante, porque como sucede en los medios de comunicación, hemos sido los primeros en dar la noticia, pero también por el lugar en el que esto se ha celebrado, en una cárcel; estoy seguro de que don Giussani estará contento con este doble acontecimiento. Él, que seguramente nos estaba viendo, porque había sido informado por nuestro capellán, don Paolo, con bastante antelación de esta idea maravillosa para hacer este reconocimiento al movimiento.
A nuestro querido don Giussani también le habrá hecho feliz que hayamos podido disfrutar de este día diferente, porque en la cárcel lo que te destruye es la monotonía. Empecé a vivir esta espera con el deseo que me expresó mi mujer por teléfono, el domingo anterior, porque me dijo: «¡cómo me gustaría que la misa pudiera ser ese día diferente!». Y así fue, gracias a la directora médica, y al inspector jefe que dejaron entrar a don Beppe, y le permitieron celebrar misa, y así se consiguió lo que don Giussani más habría deseado, una conmemoración no con gran pompa, sino en una agradable capilla de la cárcel con poca gente, la mayor parte de ellas privadas de libertad; cosa que a él ciertamente no le gustaba pero, por lo que ha dicho don Beppe, sin duda sabrá comprender que la grandeza del presente viene del pasado, el que es capaz de comprender todo el mal que el pasado le ha hecho. Esta es la imagen de la libertad como momento misterioso que se filtra a través de este misterio para convertirse en la libertad del presente. Así las palabras pronunciadas para recordar a don Giussani pueden calar en el corazón de los presentes y hacernos comprender qué libre puede llegar a ser el que dedica a Dios cada día que pasa en la cárcel. Así se puede tener un corazón fuerte y feliz, que te empuja a afrontar con alegría incluso los días más duros. Gracias, don Giussani, porque sigues siendo capaz hoy de conmover este corazón. Querido Alberto quiero expresarte todo esto que siento dentro de mí, porque conociéndoos a vosotros, este acontecimiento ha sido posible, y de nuevo reconozco lo grande que puede llegar a ser un encuentro, que llega a cambiar la vida de un hombre. Reconfortado por saber que estáis siempre a mi lado, recibe un abrazo con todo mi agradecimiento; un saludo para ti, para don Julián Carrón, y para todos los demás.
Atentamente, Bruno
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