«Giussani me dio la clave de la educación musical». Piero Rattalino, uno de los grandes pianistas del mundo, narra su encuentro con el método que descubrió en “Spirto Gentil”
«Don Giussani fue quien me enseñó un método para explicar la música. Me sugirió un lenguaje inédito, abriendo de par en par una puerta de entrada inmediata. Una divulgación al alcance de todos, no solo para expertos en la materia», empieza diciendo Piero Rattalino, a sus noventa años uno de los principales estudiosos del mundo de la interpretación pianística. Medalla de oro del Ministerio de Educación Pública por sus muchos méritos en el arte, la cultura y la educación, ha formado parte del jurado de prestigiosos concursos internacionales (Van Cliburn en Fort Worth, Mozart en Salzburgo, Busoni en Bolzano, Villa-Lobos en San Paolo, Hamamatsu Competition en Shizuoka), ha sido director artístico (en Roma, Bolonia, Génova, Turín, Catania), conferenciante, profesor, musicólogo (con cincuenta libros a sus espaldas). Desde hace cuarenta años es asesor del Festival Internacional de Piano de Brescia y Bérgamo, para el que presentó, a mediados de marzo en la RAI 5, seis episodios de una serie documental titulada Con le note sbagliate. Beethoven, Schubert e la visione Rattalino (Con las notas equivocadas. Beethoven, Schubert y la visión de Rattalino, ndt.).
¿Cómo conoció el enfoque musical de don Giussani?
Lo descubrí por casualidad. Buscaba en internet algún comentario a los Preludios de Chopin y me topé con el suyo en CD de Spirto Gentil dedicado al Preludio n. 15, “La gota de lluvia”. Lo leí y me impactó profundamente, empecé a reflexionar sobre ello y supuso para mí un punto de partida.
¿Ya conocía a don Giussani?
No había leído nada de él. No soy de Comunión y Liberación, pero me parece que fue un gran educador. Iba más allá de la apariencia. Identificaba el fondo de cada proyecto estético como algo religioso, que une el fragmento con el todo. Yo soy un investigador pragmático, no tengo nada de misticismo. Creo en Dios, pero no en el origen divino de la Iglesia católica ni en sus dogmas. Siento la presencia constante del Dios de la misericordia y de la providencia. Todo lo positivo que he recibido sin buscarlo me parece un don. Veo el misterio en la evolución de la especie, pero no me interesa indagar en ello porque no sabría por dónde empezar. Espero que lo hagan los biólogos y neurólogos, y que me den la solución bien preparada, si es que alguna vez la encuentran. Recibí una educación católica de mi madre, que era terciaria franciscana, muy piadosa, mientras mi padre era un agnóstico que iba a misa en Navidad y en Pascua por complacer a mi madre. Cuando estaba a punto de morir, se confesó y recibió la extremaunción.
¿De qué manera puede educar la música?
Es una extensión del pensamiento griego, empezando por la Poética de Aristóteles: «Lo bello es bueno». Conceptos que luego retoma Franz Liszt: «Debemos educar al público en el sentimiento de lo bello y por tanto de lo bueno». Una intención que, sin embargo, con el paso de los siglos no se ha realizado. Se ha invitado al espectador a contemplar la belleza, en vez de invitarlo a recorrer el camino del descubrimiento de sí mismo. Justo la dirección contraria de la que indica y recorre Giussani. La gran música nace de las grandes cuestiones, de las preguntas sobre el amor, la vida, la muerte, la naturaleza. Creo que sus reflexiones son de gran actualidad, aun siendo sus competencias musicales de aficionado. Me dio una clave para replantearme cómo comportarme frente a un público que ya no tiene conocimientos técnicos ni lingüísticos musicales.
¿Por ejemplo?
La biografía y la producción pianística de Chopin nos dicen que se hundió en el nihilismo, en un camino de aniquilación que luego fue superando. Hoy el nihilismo también es el rasgo distintivo de una juventud que ya no tiene objetivos ni futuro, que se refugia en el alcohol y en las drogas para calmar su desesperación. En Chopin la música se convierte en instrumento de autoeducación, para la vida y los misterios de la vida. ¿Puede convertirse hoy la música en una forma de educación para salir del nihilismo? No sé cómo, lo sigo pensando, pero al menos me gustaría intentarlo.
¿Qué es lo que le parece más urgente actualmente?
Me pregunto insistentemente cómo comunicarse con la conciencia de los jóvenes. La política también tiene que entender que la música es fundamental para educar las emociones, igual que la literatura con el sentimiento, y la filosofía con el raciocinio. Hay que replantearse el papel de la música y del intérprete. Hace falta conquistar a un público cada vez más grande, hay que reavivar el sentido del espectáculo en vivo en esta sociedad digital. Hay que narrar la música como un movimiento interior, recurriendo a sinestesias y documentos históricos, sugerencias y datos reales. Hay que encontrar fórmulas nuevas, renovar enfoques, contar historias, remover emociones, recitar tocando, hacer un teatro de sonidos, o el público desaparecerá. Si queremos que la gente salga de casa y no se conforme con internet, debemos cambiar. El camino que propone la colección Spirto Gentil me parece que va en esa dirección: educar en el descubrimiento de uno mismo y del otro, de tal modo que nos descubramos como pueblo. Espero que esta cuestión llegue también a la política, como un problema de educación ciudadana.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón