El caballo uncido al carro, el camello que transporta una carga, el perro atado a la puerta de una casa no entienden y no deben entender lo que hacen, el hombre que llagara a encontrarse en una situación semejante sí debiera entender todo eso.
El trabajo del hombre se distingue del simple empleo de fuerza trabajadora de los animales por el hecho de que está fundado sobre la facultad de la razón y por la razón viene determinado. La comprensión del trabajo es parte de la esencia del trabajo. El trabajo que pierde significado deja de ser trabajo.
Profundizando en el sentido del trabajo descubrimos que en el hay un elemento específicamente humano: la "laboriosidad" del trabajo; el trabajo es manifestación de la laboriosidad, Y la laboriosidad es ante todo una virtud moral y no sólo fuerza (como lo quiere la teoría marxista).
Son preocupantes las consecuencias de la "lógica de la fuerza", que describe el trabajo como lucha del hombre con las fuerzas de la naturaleza y con el otro hombre. Allí donde hay lucha hay enemigos, y existe el peligro de la esclavitud y de la muerte. Pero el trabajo exige algo diametralmente opuesto: la paz, la comprensión y la confianza, la colaboración recíproca entre los hombres.
La lógica del trabajo es una lógica de comunión y no una lógica de contrastes. La esencia del trabajo no consiste en la realización de la fuerza, sino en la realización de una forma de comprensión del hombre con el hombre. Lo que sobre todo llama la atención en el fenómeno del trabajo es su comprensibilidad. El trabajo es comprensión.
No podemos sin embargo omitir aquí otro aspecto del trabajo: su historicidad. El trabajo está sometido a continuas transformaciones históricas: diversamente trabajaban nuestros antepasados, diversamente trabajamos nosotros. El tiempo de la historia confiere al trabajo un carácter profundamente dramático. El drama del trabajo está unido estrechamente con las transformaciones de la concepción del trabajo. Simplificando: una cosa era considerado el trabajo en un tiempo, y otra cosa es hoy. Esto se refleja muy a menudo de un modo trágico en la mente de los trabajadores. Las transformaciones en el ámbito de la concepción del trabajo se deben principalmente a dos factores: el desarrollo de la ciencia y el desarrollo de la ética.
Echemos una mirada breve sobre uno y otro. La ciencia influye sobre el desarrollo de los instrumentos del trabajo, sobre el ensanchamiento del campo de las materias primas, sobre la multiplicación de las fuentes de energía.
Menos tenido en cuenta, y sin embargo a menudo más esencial es el influjo de la ética sobre el desarrollo del trabajo. El trabajo abre a los hombres la posibilidad de unirse en diversas comunidades de trabajo. La ética indica los valores ético que deben servir a las diversas comunidades de trabajo (comunidad de médicos, de escritores, de trabajadores de la comunicación, etc.). Cada trabajo" sirve al mantenimiento y al desarrollo de la vida. Pero al mismo tiempo sirve a los valores que determinan el nivel y estilo de vida.
El proceso que regula el trabajo exige que en una determinada sociedad se reconozcan determinados valores éticos: la justicia, la igualdad, la verdad.
El carácter dramático del trabajo hace ciertamente que la realidad objetiva del trabajo sea mayor que su comprensión por parte de los hombres. El trabajo resulta a partir de un cierto punto y para un cierto grupo de personas un fenómeno incomprensible. De esta manera comienza la crisis del trabajo. Esta crisis puede tener varios orígenes: puede derivarse del progreso de la técnica o de las transformaciones en el ámbito de la sensibilidad ética. La crisis que se deriva de la técnica tiene sus efectos sobre las formas de trabajo anticuadas. Por el contrario la crisis causada por el progreso ético da origen a la conciencia de sentirse explotados. Muy a menudo ambas desgracias aparecen en el mundo juntas.
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