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Huellas N., Febrero 1984

CRITICA

El "argumento" del 3D

Raúl Marigorta

A todos nos llama la atención el cine en tres dimensiones. Y la "tele" tridimensional aún más. Pero ¿qué es esto del 3-0? ¿Real­mente vemos la película "en relieve"? ¿Cómo se consigue?. El invento no es de ayer. En 1838 Wheastone y en 1868 Henry d' Almeyda ya ensayaban fotografía estereoscópica binocular. Pero fue a partir de 1952 cuando las grandes compañías hubieron de agudizar el ingenio ante la seria competencia que la aparición de la televisión doméstica les supuso. La gente se quedaba en casa en lugar de ver a los astros de Hollywood y como revulsivo para recuperar espectadores cada produc­tora utilizó un recurso diferente: "Audioscope" (de la Metro Goldwyn Mayer y RKA), "Paravisión" (de Paramount), "Esterocine" (Columbia), el "Vitascope" (de Warner Bros) o la "Naturalvisión" (de United Ar­tists). Todos te aseguraban que el efecto era sorprendente y real. Y todos ellos utilizaban gafas especiales que te proporcionaban a la entrada del cine, después de abonarlas gentilmente, claro.
Hoy en día el vídeo está significando otro gran atractivo para "asiduos" a la cartelera, que ante los precios, colas, horarios y mala calidad del cine actual, prefieren quedarse en casa tranquilamente vien­do con sus amigos a la hora que de­seen, la película que quieran de toda la historia del cine. Porque las co­pias de vídeo cada vez son más bara­tas y mejores.
Y la industria -complicada industria- del cine recurre al atractivo de las películas tridimensiona­les (recordemos "Viernes 13 3-D", "Jaws 3-D" ó "Ford-T" que vimos re­cientemente por televisión o aquel "Tesoro de las cuatro coronas" prime­ra coproducción española en 3-D).

LA TECNICA LO PUEDE "CASI" TODO
Hay varios sistemas para conseguir este efecto "de relieve", pero el más extendido es el que con­siste en tomar cada plano con dos películas y dos objetivos, con una separación equivalente a la de los ojos humanos, y proyectar sobre la pantalla las dos imágenes. La sincro­nía de esta operación está garantiza­da por microordenador. El espectador tiene que ponerse unas gafas con cris­tales polarizadores del mismo color y logra que cada ojo vea sólo una de las dos imágenes. El cerebro funde las dos señalas que le llegan, crean­do esa agradable impresión de profun­didad y relieve. Este método se deno­mina 3-D.
Otro procedimiento -disponi­ble actualmente en la industria del vídeo, y que fue como "no vimos" la película de la tele- consiste en po­nerse unas gafas, cada cristal de un color, y lograr una sensación subjetiva de relieve desde el plano de proyección hacia atrás. Su fundamento ?estaba en la separación de dos de los colores fundamentales y un mínimo de retraso del rojo con relación al azul. Esta diferencia de señal es la que produce esa sensación más de pro­fundidad que de relieve. Para lo cual hemos de ajustar perfectamente la bo­tonera de "color" y "luminosidad" de la televisión y colocarnos a la dis­tancia debida -cosa muy difícil de lograr en la sala de un cine-, pues si no se superponen los rojos y los azules y el efecto es de chasco en lugar de sensación: ¡que fue lo que ocurrió el día de Reyes en España!
Hay otros métodos más sofis­ticados. Uno de ellos, de gran cali­dad, lo diseñó el ingeniero ruso Ste­mion Ivanov (1940) y que llamó Stereo­kino, que no requiere el empleo de gafas, ya que la selección de imáge­nes de los dos proyectores se hace por procedimientos óptico-cecánicos.
Este sistema utiliza en lugar de pan­talla, una espesa red de finísimos hilos metálicos tendidos en profundi­dad.

EL INTERÉS DEL INVENTO
A pesar de todo, la implan­tación de estos sistemas tridirrenta­bles no lo han sido tanto y su fraca­so sobre todo económico- fue grande. Una de las razones primeras se debió al elevado alquiler que estableció el monopolio "Polaroid Co." para ceder sus gafas en patente. De todas formas las que nos proporcionan en los cines de Madrid en que se proyectan estas películas no son de importación, sino que han sido fabricadas por José Ariz­navaleta y las 30 pts. se quedan aquí.
Pero creo que el principal fracaso se debió al poco ajuste que las productoras hicieron del efecto argumento: el sistema es efectista, el público se siente pinchado por las flechas que salen de la pantalla, o mordido por el tiburón de turno ( como aquellos primeros espectadores de Lumiere que echaron a correr ante la "llegada del tren a la estación de la Ciotat")... pero las películas que nos ofrecen la aparente "acción" del film "tapa" el efectismo de las imágenes; el argumento absorbe al es­pectador que no es capaz de seguir admirando las bellas imágenes tridi­mensionales... sino de ver qué suerte correrá el tiburón o la chica. ¡Y encima estos guiones suelen ser fláci­dos, corrientuchos y que no satisfa­cen a nadie!
Al final no la has gozado ni con las imágenes ni con la trama. De todas formas uno cuando se pone las gafas en el cine siempre espera que hagan ese milagro de poder ver buen cine... aunque sea polariza­do; ¿Quién inventará -comentaba un buen crítico de cine- unas "gafas selectoras" para ver todas las pelícu­las tal como habría que verlas?

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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