Pocos temas de la Historia han sido tan tratados, aunque no siempre de forma rigurosa y en ocasiones con tintes demagógicos, como el descubrimiento de América. O, mejor dicho, como su ocupación. Y es que los problemas prácticos planteados y los abusos en el trato con los indios eran inmensos: ¿Qué derecho tenían los españoles a ocupar unas tierras que tenían sus propios ocupantes y gobiernos? ¿Con qué licitud se hacía la guerra a los indios? ¿El rechazo de la fe cristiana podía justificarla? ¿Qué naturaleza tenían los indios? Los partidarios de conquistar y enriquecerse intentaban demostrar que eran subhumanos basándose en algunos rasgos: la inmoralidad, los sacrificios inhumanos, la falta de capacidad para el trabajo, la carencia de propiedad privada... El planteamiento de los misioneros fue muy distinto.
EL DERECHO DE OCUPACIÓN
Había que justificar de alguna manera el derecho de ocupación de las nuevas tierras descubiertas. Para ello, los juristas se podían apoyar: en las "Siete Partidas", en el Derecho del Emperador o en el Derecho Universal del Papa sobre todo el Orbe. Se opta por este último, donando Alejandro VII en 1493 los territorios descubiertos a España y Portugal. Todavía no se conocía realmente lo que era América: sólo preocupaba la repartición de la misma entre ambos países. Desde el punto de vista de la donación pontificia, el único derecho moral de los españoles era el otorgado por la predicación del Evangelio. Si este móvil se abandonaba o se sustituía por el afán de lucro y de posesiones materiales desaparecía automáticamente la justificación de la ocupación.
La realidad era que con justificación o sin ella, los abusos estaban a la orden del día. El primero que puso las cartas boca arriba fue Fray Antonio Montesinos cuando los dominicos llegaron a La Española. En el sermón preparatorio de la Navidad de 1511 les dice a conquistadores y colonos, entre otras, las siguientes palabras referidas a los indios: "¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimos racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis más salvar que los moros o los turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo".
Como era de imaginar se montó un buen cisco y los frailes dominicos, que eran del sentir de Fray Antonio Montesinos, empezaron a negar a absolución de sus pecados a los encomenderos. En la península se organizó el consiguiente revuelo, convocándose en 1512 la Junta de Burgos. Allí se legitiman las encomiendas, estableciéndose: l. Los indios son libres. 2. Los indios deben ser instruidos en la fe. 3. Los indios tienen también obligación de trabajar, pero de modo que les sea provechoso a ellos y a la república y que no les impida recibir la instrucción en la fe. 4. El trabajo debe ser soportable e ir acompañado de los necesarios descansos. 5. Los indios deben tener casas y haciendas propias con el tiempo para labrarlas y conservarlas a su modo. 6. Los indios tendrán comunicación con los cristianos. 7. Los indios habrán de recibir el salario conveniente por su trabajo.
APARECE FRANCISCO DE VITORIA
En la Ilustre Universidad de Salamanca no eran ajenos a las discusiones que se suscitaban intentando legitimar la conquista, al igual que en el Consejo de Indias de Valladolid. Aquí, Fray Matías Paz defendía que a los príncipes cristianos no les era lícito hacer la guerra por ansias de dominio o de riquezas, aunque sí por el deseo de ensanchar la fe. Es decir, si los infieles reciben ésta de buen grado no pasa nada, pero si se resisten se les da una última oportunidad de conversión (amonestación), antes de empezar con las espadas. Este planteamiento se explicaba en un documento jurídico redactado en 1513 en la Junta de Valladolid. En el mismo se explicaba a los indios la donación del Papa. Como era lógico, los indios no se enteraron de aquella jerga jurídicoteológica y nada cambió.
Es en 1523 cuando llega al Colegio S. Gregorio de Valladolid, Francisco de Vitoria. Se le nombra presidente del Consejo de Indias, informándose en profundidad de lo que realmente sucedía en América. Pero ¿Quién era este personaje tan apreciado? Un teólogo que gozaba de un enorme prestigio como pedagogo. Sus lecciones eran realmente magistrales y sus clases siempre estaban llenas.
Pues bien, este insigne profesor 'llegó a unas conclusiones: Ni el Emperador ni el Papa pueden legitimar la conquista de América. Los únicos derechos que tienen los españoles son el de libre comercio y el de predicación de la fe. Los caciques indios poseen un poder civil de índole natural sobre sus súbditos que los españoles no pueden arrancarles. Ni su inmoralidad ni su falta de fe puede privar de estos derechos. La intervención de las armas sólo puede legitimarse para defender a comerciantes, predicadores y víctimas inocentes que sean sacrificadas a los dioses.
LOS DERECHOS HUMANOS
En este contexto Vitoria escribe una auténtica Declaración de Derechos Humanos: "Los hombres no nacen esclavos sino libres. Por derecho natural nadie es superior a otros. Es mejor renunciar al propio derecho que violentar el ajeno. Es lícito al hombre la propiedad privada, pero nadie es propietario que no deba, a veces, compartir sus cosas... , y en extrema necesidad todas las cosas son comunes. Toda nación tiene derecho a gobernarse a sí misma y puede aceptar el régimen político que quiera, aunque no sea el mejor. Todo el poder del rey viene de la nación, porque ésta es libre desde el principio". Y como conclusión se atreve a decir: "El hombre no es lobo para hombre, sino hombre".
Sus afirmaciones influyeron en teólogos, juristas, caballeros, mercaderes y en el mismísimo Carlos V, que llegó a tener tales problemas de conciencia con la conquista y los abusos de América que estuvo firmemente decidido a abandonar la empresa, como recientemente se ha demostrado.
Por ello convocó a todos los consejeros y hombres doctos en Valladolid para discutir el problema. Fruto de la discusión fue abandonar la idea de conquista y aceptar únicamente la de colonización pacífica.
Sería ingenuo intentar decir que desde este momento todo cambió en América. La realidad la conocemos y no es compaginable con las ideas de Vitoria. Lo que sí es un hecho es que, a pesar de los abusos, pocas veces en la historia un grupo de intelectuales y humanistas han intentado proteger tan decididamente a un pueblo colonizado. Para ellos sería inaceptable una colonización como la que tiene lugar hoy en Sudafrica y Namibia, como la que sufrieron los indios de América del Norte, que no pueden contarlo. Es más, hoy en latinoamérica se da un tipo de colonización económica en la que sigue siendo completamente válido el espíritu de Vitoria. ( *)
(*) Este artículo está basado fundamentalmente en otro aparecido en "El Norte de Castilla" (27-XI-83) escrito por Juan Manuel Almarza Meñica.
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