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Huellas N., Febrero 1984

CULTURA

Francisco de Vitoria: el fraile que inventó los derechos humanos

Rafa Andreo

Pocos temas de la Historia han sido tan tratados, aunque no siem­pre de forma rigurosa y en ocasiones con tintes demagógicos, como el descubrimiento de América. O, mejor dicho, como su ocupación. Y es que los problemas prácticos planteados y los abusos en el trato con los indios eran inmensos: ¿Qué derecho tenían los españoles a ocupar unas tierras que tenían sus propios ocupantes y gobiernos? ¿Con qué licitud se hacía la guerra a los indios? ¿El rechazo de la fe cristiana podía justificarla? ¿Qué naturaleza tenían los indios? Los partidarios de conquistar y enriquecerse intentaban demostrar que eran subhumanos basándose en algunos rasgos: la inmoralidad, los sacrificios inhumanos, la falta de capacidad para el trabajo, la carencia de propiedad privada... El planteamiento de los misioneros fue muy distinto.

EL DERECHO DE OCUPACIÓN
Había que justificar de al­guna manera el derecho de ocupación de las nuevas tierras descubiertas. Para ello, los juristas se podían apoyar: en las "Siete Partidas", en el Derecho del Emperador o en el Derecho Universal del Papa sobre todo el Orbe. Se opta por este último, donando Alejandro VII en 1493 los territorios descubiertos a España y Portugal. Todavía no se conocía real­mente lo que era América: sólo preocu­paba la repartición de la misma entre ambos países. Desde el punto de vista de la donación pontificia, el único derecho moral de los españoles era el otorgado por la predicación del Evangelio. Si este móvil se abandona­ba o se sustituía por el afán de lucro y de posesiones materiales desa­parecía automáticamente la justifica­ción de la ocupación.
La realidad era que con justificación o sin ella, los abusos estaban a la orden del día. El prime­ro que puso las cartas boca arriba fue Fray Antonio Montesinos cuando los dominicos llegaron a La Española. En el sermón preparatorio de la Navi­dad de 1511 les dice a conquistadores y colonos, entre otras, las siguien­tes palabras referidas a los indios: "¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimos racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis más salvar que los moros o los turcos que care­cen y no quieren la fe de Jesucris­to".
Como era de imaginar se mon­tó un buen cisco y los frailes domini­cos, que eran del sentir de Fray Antonio Montesinos, empezaron a negar a absolución de sus pecados a los encomenderos. En la península se orga­nizó el consiguiente revuelo, convo­cándose en 1512 la Junta de Burgos. Allí se legitiman las encomiendas, estableciéndose: l. Los indios son libres. 2. Los indios deben ser ins­truidos en la fe. 3. Los indios tie­nen también obligación de trabajar, pero de modo que les sea provechoso a ellos y a la república y que no les impida recibir la instrucción en la fe. 4. El trabajo debe ser so­portable e ir acompañado de los nece­sarios descansos. 5. Los indios deben tener casas y haciendas propias con el tiempo para labrarlas y conservar­las a su modo. 6. Los indios tendrán comunicación con los cristianos. 7. Los indios habrán de recibir el sala­rio conveniente por su trabajo.

APARECE FRANCISCO DE VITORIA
En la Ilustre Universidad de Salamanca no eran ajenos a las discusiones que se suscitaban inten­tando legitimar la conquista, al igual que en el Consejo de Indias de Valladolid. Aquí, Fray Matías Paz de­fendía que a los príncipes cristianos no les era lícito hacer la guerra por ansias de dominio o de riquezas, aunque sí por el deseo de ensanchar la fe. Es decir, si los infieles reciben ésta de buen grado no pasa nada, pero si se resisten se les da una última oportunidad de conversión (amonestación), antes de empezar con las espadas. Este planteamiento se explicaba en un documento jurídico redactado en 1513 en la Junta de Valladolid. En el mismo se explicaba a los indios la donación del Papa. Como era lógico, los indios no se enteraron de aquella jerga jurídico­teológica y nada cambió.
Es en 1523 cuando llega al Colegio S. Gregorio de Valladolid, Francisco de Vitoria. Se le nombra presidente del Consejo de Indias, in­formándose en profundidad de lo que realmente sucedía en América. Pero ¿Quién era este personaje tan aprecia­do? Un teólogo que gozaba de un enor­me prestigio como pedagogo. Sus lec­ciones eran realmente magistrales y sus clases siempre estaban llenas.
Pues bien, este insigne pro­fesor 'llegó a unas conclusiones: Ni el Emperador ni el Papa pueden legiti­mar la conquista de América. Los úni­cos derechos que tienen los españoles son el de libre comercio y el de predicación de la fe. Los caciques indios poseen un poder civil de índo­le natural sobre sus súbditos que los españoles no pueden arrancarles. Ni su inmoralidad ni su falta de fe puede privar de estos derechos. La intervención de las armas sólo puede legitimarse para defender a comerciantes, predicadores y víctimas inocen­tes que sean sacrificadas a los dio­ses.

LOS DERECHOS HUMANOS
En este contexto Vitoria es­cribe una auténtica Declaración de Derechos Humanos: "Los hombres no na­cen esclavos sino libres. Por derecho natural nadie es superior a otros. Es mejor renunciar al propio derecho que violentar el ajeno. Es lícito al hombre la propiedad privada, pero na­die es propietario que no deba, a veces, compartir sus cosas... , y en extrema necesidad todas las cosas son comunes. Toda nación tiene derecho a gobernarse a sí misma y puede aceptar el régimen político que quiera, aun­que no sea el mejor. Todo el poder del rey viene de la nación, porque ésta es libre desde el principio". Y como conclusión se atreve a decir: "El hombre no es lobo para hombre, sino hombre".
Sus afirmaciones influyeron en teólogos, juristas, caballeros, mercaderes y en el mismísimo Carlos V, que llegó a tener tales problemas de conciencia con la conquista y los abusos de América que estuvo firmemen­te decidido a abandonar la empresa, como recientemente se ha demostrado.
Por ello convocó a todos los conseje­ros y hombres doctos en Valladolid para discutir el problema. Fruto de la discusión fue abandonar la idea de conquista y aceptar únicamente la de colonización pacífica.
Sería ingenuo intentar de­cir que desde este momento todo cam­bió en América. La realidad la conocemos y no es compaginable con las ideas de Vitoria. Lo que sí es un hecho es que, a pesar de los abusos, pocas veces en la historia un grupo de intelectuales y humanistas han in­tentado proteger tan decididamente a un pueblo colonizado. Para ellos sería inaceptable una colonización como la que tiene lugar hoy en Sudafrica y Namibia, como la que sufrieron los indios de América del Norte, que no pueden contarlo. Es más, hoy en lati­noamérica se da un tipo de coloniza­ción económica en la que sigue siendo completamente válido el espíritu de Vitoria. ( *)

(*) Este artículo está basado fundamentalmente en otro aparecido en "El Norte de Castilla" (27-XI-83) escrito por Juan Manuel Almarza Meñica.


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