Tras infructuosos intentos de alcanzar una salida válida a la oposición entre las posturas de principio de las partes social y empresarial, han quedado rotas finalmente las negociaciones para alcanzar un acuerdo marco que encuadre la negociación colectiva en el presente año.
Las razones fundamentales para llegar a la ruptura han sido la discrepancia en la banda de aumento salarial ( 6-8% la UGT y 5, 5-7, 5% la CEOE) y en las posibles cláusulas de revisión de los convenios, según evolucione la inflación a lo largo del año.
La Administración permanece oficialmente al margen de estas negociaciones, aunque influye notoriamente en ellas con el diseño de su política monetaria y económica. Curiosamente ha sido la política de austeridad en materia de salarios propuesta por el Gobierno, la razón más invocada por la parte empresarial para permanecer inamovible en su propuesta de banda de aumento.
Si bien CCOO se descolgó rápidamente de toda posibilidad de acuerdo con su propuesta de 10% de aumento medio, la UGT ha negociado más a fondo, pero siempre en una postura incómoda: tiene que respaldar de algún modo la política del Gobierno, pero no puede mostrarse entregada sin lucha a las posiciones de principio de la Patronal.
Si el fracaso negociador se sustancia definitivamente, habrá un incremento en las tensiones sociales al negociar los convenios uno a uno y sin marco de referencia alguno, y lo que es peor, nadie saldrá beneficiado y la crisis no se afrontará con el fondo necesario de paz social. Habría que apelar a la solidaridad de unos y otros, pero ¿tienen la voluntad y la libertad necesarias para hacer de ésta algo más que una palabra?
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