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Huellas N., Febrero 1984

ACTUALIDAD

Los pueblos del hambre

Piero Gheddo

Desde la primera denuncia del "escándalo del siglo" en la obra de Pio XII, a las "Campañas contra el hambre en el mundo" que despiertan gran fervor entre los católicos. Después del 68 el tema de humanitario se convierte en político, y los grupos tercemundistas se vuelven revolucionarios. Frente al derrumbamiento de los mitos del capitalismo y del socialismo, hoy nuestra cultura está en cuestión. La tarea es edificar una nueva conciencia de fraternidad universal.

"Hambre en el mundo" es uno de los problemas de más candente ac­tualidad a nivel político y de opi­nión pública internacional (igual que la paz y el desarme) aunque haya sido "descubierto" hace sólo una vein­tena de años. En efecto, mientras la paz y el desarme tienen una larga historia a sus espaldas, del hambre en el mundo se empieza a hablar sólo después de la segunda guerra mundial. El primero que denunció este "escánda­lo del siglo" fue Pío XII. En una afligida llamada el 4 de abril de 1946, el papa decía: "Surge el espec­tro amenazador del hambre. Por lo menos sobre un cuarto de la población total del globo pasa la sombra sinies­tra del hambre... El género humano está amenazado por el hambre. Y el hambre es, ella misma, causa de incalculables perturbaciones, en medio de las cuales la futura paz, apenas en germen todavía, correría el peligro de permanecer sofocada incluso antes de nacer... "

TOMA DE CONCIENCIA
El texto, largo y afligido, ha constituido el primer grito de alarma a nivel mundial sobre el ham­bre. Pío XII escribe una decena de textos sobre el hambre en el mundo, en un tiempo en el que nadie hablaba todavía de ello. Pero el tema estalló sólo al inicio de los sesenta, cuando la FAO lanzaba la primera "Campaña contra el hambre en el mundo" y la ONU daba comienzo al "Primer decenio para el desarrollo de los pueblos" (1960-1970). Para que llegara a tener éxito esta iniciativa dio gran impul­so la voz de Juan XXIII, quien con las dos encíclicas "Mater et Magis­tra" y "Pacen in Terris" desarrolló el tema de la justicia social interna­cional.
Con Pablo VI la llamada al apoyo a los pueblos pobres se hace todavía más apremiante y se arriesga en una perspectiva nueva: el desarme como condición para establecer entre los pueblos un nuevo espíritu de soli­daridad y para conseguir los fondos necesarios. Momentos fundamentales del primer magisterio del papa Monti­ni son el viaje a Bombay (1964), el discurso en la ONU (1965), la llamada para la ayuda a la India en carestía ( 1966) y la "Populorum Progresio" (1967).
Una cosa quedó clara des­pués de todos estos momentos: no bas­ta dar dinero, los pueblos pobres no tienen hambre sólo de pan, sino tam­bién de dignidad humana, de comprensión, de verdadero amor fraterno, desinteresado. A la luz de aquellos acontecimientos se empezó a compren­der otra gran verdad: la lucha contra el hambre es un trabajo a largo pla­zo, que no se puede pensar en resol­ver con cualquier ayuda financiera dada en un momento de emoción. Las campañas sólo o prevalentemente emo­cionales, aunque positivas porque sus­citan gestos de buena voluntad, co­rren sin embargo el riesgo de crear conciencias tranquilas y, después de poco tiempo, desaliento, cansancio, sentido de inutilidad de los propios esfuerzos. La motivación verdadera que puede empujar a los pueblos al encuentro y a la ayuda fraterna, es la religiosa: ¡porque somos hijos del mismo Padre que nos ha creado a todos para que seamos hermanos en Cristo que ha muerto por todos!

SE DERRUMBAN LOS MITOS DEL CAPITALIS­MO Y DEL SOCIALISMO
El año 1968, con el ciclón de la "contestación", trajo el inte­rés humanitario por los pueblos po­bres, dándole una clara coloración política, Los grupos tercermundistas se vuelven revolucionarios. La imagen del misionero que ayuda a los pobres y de la monja que cura a los leprosos ya no bastan. Se va a la búsqueda de nuevos profetas, los de la revolu­ción, es la época del Che Guevara ( que enciende el fuego de la guerri­lla en América Latina), de Ho Chi Minh y de los "vietcongs" que en Vietnam deshacían la potencia imperia­lista americana, de Mao Tse-Tung y de su "revolución cultural". Se prepa­ra el terreno cultural del cual nace­rán los grupos extremistas. Muchos jóvenes creen y piensan consagrar su vida a la " liberación" de los pobres empeñándose en los movimientos extra­parlamentarios que estudian, predican y prepara la revolución.
El tema "hambre en el mun­do", desde el principio politizado hasta el extremo, acaba por ser total­mente olvidado. Pero otros elementos contribuyen en el inicio de los años 70, a la decadencia del tema. El primer "Decenio del desarrollo" (1960- 1970) se concluye con declaraciones de fracaso: después de tantas ayudas económicas y alimentarias, la FAO de­nuncia una disminución de la produc­ción agrícola en los años 60 (respec­to al aumento de la población en los países pobres), mientras se verifica una degradación de la vida en no pocos "países del hambre" (guerri­lla, golpes de estado, dictaduras, crisis de las estructuras estatales).
Se derrumban los mitos del capitalismo tecnocrático: está bien claro que el desarrollo no viene del dinero ni tampoco de la técnica sola­mente. El protagonista del desa­rrollo es siempre el hombre, con su cultura, su mentalidad, su organi­zación social, su instrucción. Algu­nos economistas (Myrdal, Galbraith, Perrbux) empiezan a poner de relieve el valor de la educación del hombre, pero en general los años 70 están marcados por una oleada de desconfian­za, no sólo por lo que se refiere al progreso del "tercer mundo", sino tam­bién al futuro de los países ricos.
Finalmente en la segunda mitad de los años 70 se derrumban también los mitos de la revolución del marxismo-leninismo: se descubre que Fidel Castro es un dictador que oprime a su pueblo y manda mili tares a una docena de países americanos para sostener a otros dictadores; Mao Tse­Tung (muerto el 9 de setiembre de 1976) llega a ser presentado ya en la misma prensa china como un extre­mista, cuya "revolución cultural" ha producido 10 millones de víctimas y ha arruinado la economía china; la victoria de los comunistas en Viet­nam, obtenida con el apoyo de gran parte de la opinión pública occiden­tal, se resuelve en una nueva y peor opresión; la acción de los Khmeres rojos en Camboya se traduce en un espantoso genocidio ( de 3 a 4 millo­nes de muertos); las "guerras de libe­ración" en las ex-colonias portugue­sas llevan a regímenes de quiebra en el campo económico y de tipo stalinis­ta en el campo políticosocial; etc.

EL HAMBRE CUESTIONA TODA NUESTRA CUL­TURA
A final de los 70, tras 20 años de experiencia en el desarrollo del Tercer Mundo, vuelven a ser actua­lidad las preguntas con que la FAO lanzaba la campaña contra el hambre en el mundo en 1960: ¿qué hacer para asegurar a todos los hombres lo míni­mo indispensable para una vida huma­na? ¿Cómo ayudar al progreso de los pueblos pobres? ¿Cómo evitar que el abismo entre los ricos y los pobres del mundo se haga cada vez más profun­do?
Las respuestas dadas por los políticos y más en general por los medios de comunicación, recalcan las ya experimentadas por el pasado: es necesario dar más ayudas económi­cas, pagar con mayor igualdad las materias primas, convertir en más jus­tas las normas de comercio internacio­nal, liberar a los países pobres de cierta servidumbre impuesta por las sociedades multinacionales, dar más fuerza operativa a los organismos in­ternacionales que actúan en el Tercer mundo (FAO, UNICEF, UNESCO, OMS, Alto Comisariado para los Refugiados, etc.).
Todo esto para nosotros los cristianos está muy bien, pero tam­bién una cierta visión mecanicista del desarrollo deforma la realidad y adormece la conciencia; al descargar sobre los gobiernos toda la res­ponsabilidad, se acaba por hacer cre­er al hombre de la calle que el problema no le atañe.
La enseñanza de Juan Pablo II, centrada sobre el hombre ("primer y fundamental camino de la Iglesia", como dice en Redemptor Hóminis n.14), es lo que más ha ayudado a inspirar una campaña contra el hambre con con­tenidos humanistas y cristianos. El problema de fondo, respecto al tema del hambre es darle al mismo no sólo o principalmente una visión centrada en sus aspectos económico-técnico-po­líticos, sino sobre sus aspectos cul­turales, humanos, éticos, religiosos, profundizando en las raíces del hambre y del subdesarrollo y no quedándo­se sólo en la superficie.
En síntesis se puede decir que el hambre, como el subdesarrollo, como muchos otros hechos negativos de nuestro tiempo (la guerra, la vio­lencia ideológica, la droga... ) , es un signo de crisis que cuestiona toda nuestra "civilización" tanto de los ricos como de los pobres. El centro de todo el mensaje social del Papa está puesto sobre el hombre y sobre su cultura: el hombre es protagonista del bien y del mal, del hambre de un lado y de la opulencia de otro. No existe actualmente un "modelo de civilización" adecuado a los proble­mas de nuestro tiempo que pueda lle­var a la solución del hambre en el mundo: capitalismo y socialismo han fallado; el dinero y la técnica, la revolución políticosocial llevada a cabo por medios violentos, han demos­trado ampliamente ser instrumentos in­adecuados para el crecimiento de los pueblos pobres, porque sus análisis del fenómeno estaban insuficientemen­te fundados.

UNA NUEVA CONCIENCIA DE FRATERNIDAD UNIVERSAL
El Papa invita a llegar a las raíces de la crisis, que es doble y se manifiesta de manera con­tradictoria: hay pueblos alienados porque tienen demasiado poco (los "pueblos del hambre" y pueblos alienados porque tienen demasiado (los pueblos de la abundancia). La raíz por consiguiente no está en tener más, sino en ser más: los pueblos pobres no tienen sólo necesidad de nuestro dinero sino que tienen hambre de dignidad, hambre de fraternidad, de res­peto y de dialogo, de intercambios culturales en plano de igualdad.
Es por tanto el diálogo en­tre las culturas en espíritu de fra­ternidad, basado en el conocimiento, la comprensión, la ayuda no humi­llante, lo que puede resolver no sólo el problema del hambre en el mundo, sino también la crisis de la civiliza­ción en la que vivimos todos:
l. Las culturas de los pueblos pobres por una parte, son todavía inadecuadas para inspirar la marcha del desarrollo económico y técnico. Son culturas que tienen muchos va­lores humanos, pero a su vez son pretécnicas y no favorecen el pro­greso económico y social. El subde­sarrollo tiene por consiguiente un origen cultural mucho más pro­fundo y difícil de superar que cualquier causa más aparente. Los pueblos del Tercer Mundo deben ha­cer un largo camino de promoción del hombre y de su cultura para salir del subdesarrollo: es un tra­bajo a largo plazo que no tendrá éxito si lo realizan solos. Tienen necesidad de nuestra ayuda, una ayuda duda en espíritu de fraternidad y de intercambio cultural.
II. Las culturas de los pueblos ricos (del mundo capitalista o socialis­ta) son también inhumanas por va­rios motivos. Aunque teniendo ba­ses humanizantes de origen bíbli­co-evangélico, de las cuales viene el impulso al progreso en todos los sentidos, los pueblos occiden­tales sin embargo, han construido un mundo sin Dios, y por consi­guiente inhumano.
Así mientras los pobres tie­nen necesidad de los ricos, ¡tam­bién es cierto que los ricos nece­sitan de los pobres! Todas las culturas tienen aspectos deshu­manizantes, tienen algo que dar y algo que recibir para contribuir a crear un mundo mejor. La verdade­ra solución para el hambre en el mundo está precisamente en el diá­logo entre las culturas, en los intercambios culturales, en la ayu­da dada en espíritu de solidaridad y no por motivos de dominio. La base de este discurso está en una "nueva conciencia de fraternidad universal", fundada en una motiva­ción religiosa: el hombre no se basta a sí mismo, sólo Dios, Padre de todos los hombres, nos puede ayudar en este camino de auténtica civili­zación.
Por lo que nos atañe a nosotros, ricos de la Tierra, debemos decir claramente que la "Campaña contra el Hambre en el mundo" nos invita no sólo a dar una ayuda económica, sino que cuestiona todo nuestro miedo de vivir, nos reclama a una austeridad de vida y de solidaridad con los pobres. En términos bíblicos esto se llama "conversión"; en términos políticos podríamos llamarlo "revolución cultu­ral", pero no impuesta con la violen­cia como en la China de Mao, sino más bien brotada de una conciencia nueva a nivel popular.
Si queremos una conclusión para este discurso podríamos añadir que los "profetas" de estas relaciones fraternas y humanizantes entre los pueblos y las culturas, son los misio­neros, religiosos y laicos, que aban­donan patria y familia y van a vivir con los otros pueblos, no por cual­quier motivo político o ventaja econó­mica, sino sólo por anunciar el mensa­je de Cristo, que precisamente es un mensaje de fraternidad universal.

Tomado del artículo: "I popoli della fame" aparecido en LITERAE COMUNIONIS (marzo 1982)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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