Desde la primera denuncia del "escándalo del siglo" en la obra de Pio XII, a las "Campañas contra el hambre en el mundo" que despiertan gran fervor entre los católicos. Después del 68 el tema de humanitario se convierte en político, y los grupos tercemundistas se vuelven revolucionarios. Frente al derrumbamiento de los mitos del capitalismo y del socialismo, hoy nuestra cultura está en cuestión. La tarea es edificar una nueva conciencia de fraternidad universal.
"Hambre en el mundo" es uno de los problemas de más candente actualidad a nivel político y de opinión pública internacional (igual que la paz y el desarme) aunque haya sido "descubierto" hace sólo una veintena de años. En efecto, mientras la paz y el desarme tienen una larga historia a sus espaldas, del hambre en el mundo se empieza a hablar sólo después de la segunda guerra mundial. El primero que denunció este "escándalo del siglo" fue Pío XII. En una afligida llamada el 4 de abril de 1946, el papa decía: "Surge el espectro amenazador del hambre. Por lo menos sobre un cuarto de la población total del globo pasa la sombra siniestra del hambre... El género humano está amenazado por el hambre. Y el hambre es, ella misma, causa de incalculables perturbaciones, en medio de las cuales la futura paz, apenas en germen todavía, correría el peligro de permanecer sofocada incluso antes de nacer... "
TOMA DE CONCIENCIA
El texto, largo y afligido, ha constituido el primer grito de alarma a nivel mundial sobre el hambre. Pío XII escribe una decena de textos sobre el hambre en el mundo, en un tiempo en el que nadie hablaba todavía de ello. Pero el tema estalló sólo al inicio de los sesenta, cuando la FAO lanzaba la primera "Campaña contra el hambre en el mundo" y la ONU daba comienzo al "Primer decenio para el desarrollo de los pueblos" (1960-1970). Para que llegara a tener éxito esta iniciativa dio gran impulso la voz de Juan XXIII, quien con las dos encíclicas "Mater et Magistra" y "Pacen in Terris" desarrolló el tema de la justicia social internacional.
Con Pablo VI la llamada al apoyo a los pueblos pobres se hace todavía más apremiante y se arriesga en una perspectiva nueva: el desarme como condición para establecer entre los pueblos un nuevo espíritu de solidaridad y para conseguir los fondos necesarios. Momentos fundamentales del primer magisterio del papa Montini son el viaje a Bombay (1964), el discurso en la ONU (1965), la llamada para la ayuda a la India en carestía ( 1966) y la "Populorum Progresio" (1967).
Una cosa quedó clara después de todos estos momentos: no basta dar dinero, los pueblos pobres no tienen hambre sólo de pan, sino también de dignidad humana, de comprensión, de verdadero amor fraterno, desinteresado. A la luz de aquellos acontecimientos se empezó a comprender otra gran verdad: la lucha contra el hambre es un trabajo a largo plazo, que no se puede pensar en resolver con cualquier ayuda financiera dada en un momento de emoción. Las campañas sólo o prevalentemente emocionales, aunque positivas porque suscitan gestos de buena voluntad, corren sin embargo el riesgo de crear conciencias tranquilas y, después de poco tiempo, desaliento, cansancio, sentido de inutilidad de los propios esfuerzos. La motivación verdadera que puede empujar a los pueblos al encuentro y a la ayuda fraterna, es la religiosa: ¡porque somos hijos del mismo Padre que nos ha creado a todos para que seamos hermanos en Cristo que ha muerto por todos!
SE DERRUMBAN LOS MITOS DEL CAPITALISMO Y DEL SOCIALISMO
El año 1968, con el ciclón de la "contestación", trajo el interés humanitario por los pueblos pobres, dándole una clara coloración política, Los grupos tercermundistas se vuelven revolucionarios. La imagen del misionero que ayuda a los pobres y de la monja que cura a los leprosos ya no bastan. Se va a la búsqueda de nuevos profetas, los de la revolución, es la época del Che Guevara ( que enciende el fuego de la guerrilla en América Latina), de Ho Chi Minh y de los "vietcongs" que en Vietnam deshacían la potencia imperialista americana, de Mao Tse-Tung y de su "revolución cultural". Se prepara el terreno cultural del cual nacerán los grupos extremistas. Muchos jóvenes creen y piensan consagrar su vida a la " liberación" de los pobres empeñándose en los movimientos extraparlamentarios que estudian, predican y prepara la revolución.
El tema "hambre en el mundo", desde el principio politizado hasta el extremo, acaba por ser totalmente olvidado. Pero otros elementos contribuyen en el inicio de los años 70, a la decadencia del tema. El primer "Decenio del desarrollo" (1960- 1970) se concluye con declaraciones de fracaso: después de tantas ayudas económicas y alimentarias, la FAO denuncia una disminución de la producción agrícola en los años 60 (respecto al aumento de la población en los países pobres), mientras se verifica una degradación de la vida en no pocos "países del hambre" (guerrilla, golpes de estado, dictaduras, crisis de las estructuras estatales).
Se derrumban los mitos del capitalismo tecnocrático: está bien claro que el desarrollo no viene del dinero ni tampoco de la técnica solamente. El protagonista del desarrollo es siempre el hombre, con su cultura, su mentalidad, su organización social, su instrucción. Algunos economistas (Myrdal, Galbraith, Perrbux) empiezan a poner de relieve el valor de la educación del hombre, pero en general los años 70 están marcados por una oleada de desconfianza, no sólo por lo que se refiere al progreso del "tercer mundo", sino también al futuro de los países ricos.
Finalmente en la segunda mitad de los años 70 se derrumban también los mitos de la revolución del marxismo-leninismo: se descubre que Fidel Castro es un dictador que oprime a su pueblo y manda mili tares a una docena de países americanos para sostener a otros dictadores; Mao TseTung (muerto el 9 de setiembre de 1976) llega a ser presentado ya en la misma prensa china como un extremista, cuya "revolución cultural" ha producido 10 millones de víctimas y ha arruinado la economía china; la victoria de los comunistas en Vietnam, obtenida con el apoyo de gran parte de la opinión pública occidental, se resuelve en una nueva y peor opresión; la acción de los Khmeres rojos en Camboya se traduce en un espantoso genocidio ( de 3 a 4 millones de muertos); las "guerras de liberación" en las ex-colonias portuguesas llevan a regímenes de quiebra en el campo económico y de tipo stalinista en el campo políticosocial; etc.
EL HAMBRE CUESTIONA TODA NUESTRA CULTURA
A final de los 70, tras 20 años de experiencia en el desarrollo del Tercer Mundo, vuelven a ser actualidad las preguntas con que la FAO lanzaba la campaña contra el hambre en el mundo en 1960: ¿qué hacer para asegurar a todos los hombres lo mínimo indispensable para una vida humana? ¿Cómo ayudar al progreso de los pueblos pobres? ¿Cómo evitar que el abismo entre los ricos y los pobres del mundo se haga cada vez más profundo?
Las respuestas dadas por los políticos y más en general por los medios de comunicación, recalcan las ya experimentadas por el pasado: es necesario dar más ayudas económicas, pagar con mayor igualdad las materias primas, convertir en más justas las normas de comercio internacional, liberar a los países pobres de cierta servidumbre impuesta por las sociedades multinacionales, dar más fuerza operativa a los organismos internacionales que actúan en el Tercer mundo (FAO, UNICEF, UNESCO, OMS, Alto Comisariado para los Refugiados, etc.).
Todo esto para nosotros los cristianos está muy bien, pero también una cierta visión mecanicista del desarrollo deforma la realidad y adormece la conciencia; al descargar sobre los gobiernos toda la responsabilidad, se acaba por hacer creer al hombre de la calle que el problema no le atañe.
La enseñanza de Juan Pablo II, centrada sobre el hombre ("primer y fundamental camino de la Iglesia", como dice en Redemptor Hóminis n.14), es lo que más ha ayudado a inspirar una campaña contra el hambre con contenidos humanistas y cristianos. El problema de fondo, respecto al tema del hambre es darle al mismo no sólo o principalmente una visión centrada en sus aspectos económico-técnico-políticos, sino sobre sus aspectos culturales, humanos, éticos, religiosos, profundizando en las raíces del hambre y del subdesarrollo y no quedándose sólo en la superficie.
En síntesis se puede decir que el hambre, como el subdesarrollo, como muchos otros hechos negativos de nuestro tiempo (la guerra, la violencia ideológica, la droga... ) , es un signo de crisis que cuestiona toda nuestra "civilización" tanto de los ricos como de los pobres. El centro de todo el mensaje social del Papa está puesto sobre el hombre y sobre su cultura: el hombre es protagonista del bien y del mal, del hambre de un lado y de la opulencia de otro. No existe actualmente un "modelo de civilización" adecuado a los problemas de nuestro tiempo que pueda llevar a la solución del hambre en el mundo: capitalismo y socialismo han fallado; el dinero y la técnica, la revolución políticosocial llevada a cabo por medios violentos, han demostrado ampliamente ser instrumentos inadecuados para el crecimiento de los pueblos pobres, porque sus análisis del fenómeno estaban insuficientemente fundados.
UNA NUEVA CONCIENCIA DE FRATERNIDAD UNIVERSAL
El Papa invita a llegar a las raíces de la crisis, que es doble y se manifiesta de manera contradictoria: hay pueblos alienados porque tienen demasiado poco (los "pueblos del hambre" y pueblos alienados porque tienen demasiado (los pueblos de la abundancia). La raíz por consiguiente no está en tener más, sino en ser más: los pueblos pobres no tienen sólo necesidad de nuestro dinero sino que tienen hambre de dignidad, hambre de fraternidad, de respeto y de dialogo, de intercambios culturales en plano de igualdad.
Es por tanto el diálogo entre las culturas en espíritu de fraternidad, basado en el conocimiento, la comprensión, la ayuda no humillante, lo que puede resolver no sólo el problema del hambre en el mundo, sino también la crisis de la civilización en la que vivimos todos:
l. Las culturas de los pueblos pobres por una parte, son todavía inadecuadas para inspirar la marcha del desarrollo económico y técnico. Son culturas que tienen muchos valores humanos, pero a su vez son pretécnicas y no favorecen el progreso económico y social. El subdesarrollo tiene por consiguiente un origen cultural mucho más profundo y difícil de superar que cualquier causa más aparente. Los pueblos del Tercer Mundo deben hacer un largo camino de promoción del hombre y de su cultura para salir del subdesarrollo: es un trabajo a largo plazo que no tendrá éxito si lo realizan solos. Tienen necesidad de nuestra ayuda, una ayuda duda en espíritu de fraternidad y de intercambio cultural.
II. Las culturas de los pueblos ricos (del mundo capitalista o socialista) son también inhumanas por varios motivos. Aunque teniendo bases humanizantes de origen bíblico-evangélico, de las cuales viene el impulso al progreso en todos los sentidos, los pueblos occidentales sin embargo, han construido un mundo sin Dios, y por consiguiente inhumano.
Así mientras los pobres tienen necesidad de los ricos, ¡también es cierto que los ricos necesitan de los pobres! Todas las culturas tienen aspectos deshumanizantes, tienen algo que dar y algo que recibir para contribuir a crear un mundo mejor. La verdadera solución para el hambre en el mundo está precisamente en el diálogo entre las culturas, en los intercambios culturales, en la ayuda dada en espíritu de solidaridad y no por motivos de dominio. La base de este discurso está en una "nueva conciencia de fraternidad universal", fundada en una motivación religiosa: el hombre no se basta a sí mismo, sólo Dios, Padre de todos los hombres, nos puede ayudar en este camino de auténtica civilización.
Por lo que nos atañe a nosotros, ricos de la Tierra, debemos decir claramente que la "Campaña contra el Hambre en el mundo" nos invita no sólo a dar una ayuda económica, sino que cuestiona todo nuestro miedo de vivir, nos reclama a una austeridad de vida y de solidaridad con los pobres. En términos bíblicos esto se llama "conversión"; en términos políticos podríamos llamarlo "revolución cultural", pero no impuesta con la violencia como en la China de Mao, sino más bien brotada de una conciencia nueva a nivel popular.
Si queremos una conclusión para este discurso podríamos añadir que los "profetas" de estas relaciones fraternas y humanizantes entre los pueblos y las culturas, son los misioneros, religiosos y laicos, que abandonan patria y familia y van a vivir con los otros pueblos, no por cualquier motivo político o ventaja económica, sino sólo por anunciar el mensaje de Cristo, que precisamente es un mensaje de fraternidad universal.
Tomado del artículo: "I popoli della fame" aparecido en LITERAE COMUNIONIS (marzo 1982)
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