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Huellas N., Diciembre 1983

CRITICA

"Los hermanos Karamazow"

Gonzalo Lapuente

De Feodor Dostoievski

Pide la gente de la calle algo que digerir y, no habiendo quién recoja su demanda, ahí sigue a la espera, desnutrida, hambrienta, insa­tisfecha. Ya un poco de vuelta, no traga lo que le echan; y si tan a menudo lo hace, es sabiéndolo. Engu­lle diciendo: "a falta de pan buenas son tortas".
Paliar esta indigencia, se­ñalando cuál es el alimento sólido de entre la maleza, es fin primordial de esta sección de nuestra revista. Serán estas líneas indicativo. En mo­do alguno pretenden extraer la esen­cia de la obra atendida.
La valía de un libro se revelará tan sólo al lector paciente, que sepa sostener un diálogo entre el autor y su obra.
Volvemos hoy nuestra mirada hacia el último fruto literario de Dostoievski: la novela "Los hermanos Karamazow". Pero, por qué entre tan­tos autores, elegir un escritor ruso tan lejano. Él decía de sí mismo: "se me llama psicólogo pero esto no es verdad; soy un realista en el más alto sentido de la palabra; es decir, yo enseño las profundidades del alma humana". Es un "realista", por consi­guiente, enseña "las profundidades del alma humana". Extraña conexión ésta para nosotros. Nuestro escritor está afirmando que ser realista, que­darse en la realidad comprendiéndola, supone adentrarse en la profundidad del alma humana. Para ver con claridad en la vida de los hombres es pre­ciso conocer el interior de su ser, las relaciones del individuo consigo mismo y con Dios.
Esta es la clave de Dosto­ievski y, también, la gran ausencia de nuestra literatura contemporánea. Muy rara vez una obra franquea el mundo de las relaciones entre hom­bres, los temas pasionales o intelec­tuales, asuntos familiares, de socie­dad, de clases sociales, para alcan­zar lo íntimo del corazón humano. Quizá los literatos y los filósofos de nuestro tiempo han torcido su mira­da y han dejado de pensar y enseñar lo que de verdad importa. De ahí la indigencia de nuestro tiempo. Platón, S.Agustín, Dante, Lope, y tantos otros siguen siendo alimento sólido, pues tratan de lo eterno en el hom­bre. Pero hoy no nos basta con ellos; ha acontecido la modernidad y ésta exige ser recogida, comprendida, asi­milada y superada desde dentro, en un ten con ten. Dostoievski, durante el s. XIX, realizó esa tarea; mirando al hombre concreto captó los signos de los tiempos, y trazó una trayecto­ria espiritual propia del s. XX.
La verdad no es siempre aprehendida del mismo modo. Así, no podemos negar a los tratados metafísi­cos, cierta participación de la ver­dad. Frente a ellos, nuestro autor rehúye toda abstracción desencarnada. He aquí uno de sus grandes atractivos.
Lo hondo del hombre no mere­ce, en sus escritos, una atención independiente de la vida diaria, más bien, surge como condición posible de las vivencias humanas más radica­les. Así la "aventura que constituye verdaderamente la trama de su obra, no es otra que esta aventura espiri­tual a que nos invita".
Baste la pobreza de lo di­cho para justificar la presentación de una de sus novelas capitales; y baste también para comprender que só­lo pretendemos motivar a su lectura, ya que un comentario, por tener que abstraer, se hace infiel a un conteni­do esencialmente ligado a lo concreto.
"Los hermanos Karamazow", es publicada dos años antes de la muerte de nuestro autor. En el prólo­go deja patente que esta novela es tan sólo la primera parte de una biografía que ocupará dos novelas. La segunda, que contará la vida del pro­tagonista treinta años después, nunca se llegará a completar.
Pero, ¿qué es lo que nos quiere decir Dostoievski?, ¿cuál es el núcleo al que apunta en este li­bro? Tras su publicación, a propósito de unas críticas recibidas, escribe estas esclarecedoras palabras: "los ignorantes se han burlado de mi oscu­rantismo y del carácter retrógrado de mi fe. Estos imbéciles no conciben ni siquiera una negación de Dios tan fuerte como la que he manifestado... Es esto a lo que responde la novela. En toda Europa no se encuentra expre­sión tan poderosa de ateísmo. Yo no creo como un niño en Cristo, ni lo confieso infantilmente. A través del tornillo de la duda es como ha llega­do mi Hossanna".
Este es el problema, el ate­ísmo moderno. El conjunto de los es­critos maduros del autor (Crimen y castigo, El Idiota, Demonios, El Ado­lescente, y el que ahora presenta­mos) constituyen un universo entretejido a partir de la confrontación ateísmo-religiosidad.
Los personajes que componen nuestra novela deambulan siempre en torno al problema de Dios; bien sea para negarlo, bien para afirmarlo. Y sus vidas quedarán radicalmente marca­das por esta decisión. En este univer­so quien niega a Dios lo hará con la fuerza del mismo Nietzsche, afrontan­do las consecuencias; y quien lo afir­ma, compromete en ello su vida ente­ra, refutando con su existencia la existencia-atea.
De cada personaje, encontra­remos en las novelas anteriores, unas veces prefiguraciones inacabadas, y otras, un tratamiento casi monográ­fico. Una comprensión exacta implica no aislar nuestra novela de las res­tantes.
Por todo lo dicho, adentrar­se en "Los hermanos Karamazow" es sumirse en el fondo íntimo de la pro­blemática que Dostoievski plantea y, cuando menos, extirpar la tentación del optimismo simplista frente al dra­ma del ateísmo.
Conozco dos obras que ilumi­narán nuestra lectura confiriéndole una fecundidad insospechada. La prime­ra de ellas, todos la conocemos, es "El drama del humanismo ateo", de H. de Lubac, cuya tercera parte, quizá la más valiosa y que puede ser objeto de una lectura independiente, está dedicada exclusivamente a Dosto­ievski y el ateísmo; la otra, de R. Guardini, tiene una penetración más extensa. Su hilo conductor es el géne­sis de los distintos personajes que componen las novelas mayores y nos ofrece el poder tener presentes los lazos que unen los protagonistas de nuestra novela con los de otras aún no leídas.
Tras estas introducciones generales, queda abierto un lugar pa­ra lo realmente válido e interesan­te. En nuestra lectura encontraremos multitud de tesoros de claridad y profundidad; quizá muy ligados a esce­nas concretas. Pues bien, abandonada la aspiración de desligarnos de lo concreto, nada nos excusa de compar­tirlo con otros.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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