Va al contenido

Huellas N., Diciembre 1983

MADRID ES DIFERENTE

Madrid es diferente

Paloma García

Quién de nosotros no se ha preguntado alguna vez por qué Madrid es tan diferente al resto de las ciudades y villas castellanas.
Tanto social como económicamente, pertenece a la misma zona geográfica y a la vista de un profano resulta un poco inconcebible que Ma­drid sea tan peculiar y distinta al resto de sus vecinas.
Echemos una mirada a la historia, la cual nos sacará de algunos de esos interrogantes.
Ciudad de tal renombre, en la actualidad, hace pensar que haya tenido un pasado glorioso. Pues bien, cuando ya en la Edad Media eran famosas ciudades como Gadhir, Tarraco o Toledo; Madrid pasa de lo más desaper­cibido ante los ojos de cualquier historiador o sabio de la época. Inde­pendientemente de la posibilidad de un Madrid Romano (el Miacum del itine­rario de Antonio), las primeras noti­cias que tenemos se remontan a la época de nuestros "queridos moros" quienes construyeron una fortaleza a la orilla del Manzanares, donde los aficionados a pescar, todavía podían realizar algún pinito que otro entre batalla y batalla; Madrid por aquel entonces es conocida en los textos árabes por Mayrit. Al avanzar la Re­conquista, Mayrit o ya Madrid, entró a formar parte de la España cristia­na. En estos momentos (s. X y XI), la ciudad es un recinto amurallado, la cual se ve favorecida por las medidas repobladoras de los monarcas.
Siendo por entonces un pue­blecito al estilo de Villamantilla pero con un castillo, algún que otro convento y un poco más "aristocráti­co", es cuando a Madrid se la denomina como "villa del oso y del madroño" que según la tradición, dicha denomi­nación aparece por un litigio entre el concejo y el clero sobre el dere­cho a ciertos montes y pastos, resolviéndolo ambas partes acordando que pertenecían a la villa los árboles y al cabildo los pastos; para conmemo­rar este pacto, la villa adoptó por escudo el madroño, sobre cuyo tronco se apoya un oso, y el cabildo, el oso pastando. A partir de este momen­to Madrid adquiere un cierto renombre bien como lugar de recreo o como cen­tro de acontecimientos políticos ( al­guna boda que otra entre reyes y algu­na celebración de cortes).
Es en el siglo XVI cuando Madrid empieza a cobrar una verdadera importancia con Felipe II, éste tras­lada su corte a la villa; ¿por qué? podemos pensar. Una respuesta categó­rica no se si la podríamos suponer, pero algunas de las razones sí: Espa­ña es por aquel entonces el centro del Mundo, tanto político como econó­micamente, al mismo tiempo la teoría absolutista del gobierno de los Esta­dos es el último grito en técnicas de poder. La posición privilegiada que Madrid tiene en el centro de la península concuerda muy bien con las ideas triunfalistas y gloriosas del centralismo absolutista; era un símbo­lo visual de lo que estaba siendo el reinado de Felipe II.
Ante esta posición privile­giada de Madrid, la población del resto de la Península se ve atraída; por un lado, en la villa desembocaban todos los caminos importantes y Ma­drid significaba lo moderno, lo euro­peizante, el no trabajar para unos, los mecenazgos para otros, convergien­do en esta ciudad, gente de muy diver­sos tipos: criados con vagabundos, pícaros con burócratas, soldados con pobres de solemnidad, artesanos con desocupados, nobles con rufianes. Apa­rece un gusto por la ostentación, desprecio del trabajo, manía de noble­za (todo esto muy vigente en nuestros días). También vienen a la villa ar­tistas para embellecerla y aparecen los mecenas; es la época de Velázquez, Alonso Cano, Zurbarán, etc...
Esto que ocurre con los Aus­trias en el s. XVII, vuelve a ocurrir en el s. XVIII con los Barbones, en el XIX, siendo Madrid cabecilla de todo tipo de iniciativas y revolu­ciones, adquiriendo su máximo esplen­dor en el s. XX con la política nacio­nalista que vuelve a las teorías clá­sicas del imperialismo romano, retoma­do por los absolutistas del s. XVII y más tarde por Napoleón.
Al terminar este pequeño re­corrido por la historia, nos damos cuenta que Madrid tiene buenas razo­nes para ser "DIFERENTE". Quizá por el "capricho" de un monarca o por la "situación privilegiada". Madrid des­de el s. XVI adquiere las caracte­rísticas que la definen; creando co­sas, quizá en su origen traídas de otros puntos de Europa o España, pero haciéndolas muy madrileñas y autócto­nas como: "el chulo castizo", "el mantón de manila", "los azucarillos y el agua ardiente", "el chotis" o los inolvidables "churros con chocola­te".

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página