Quién de nosotros no se ha preguntado alguna vez por qué Madrid es tan diferente al resto de las ciudades y villas castellanas.
Tanto social como económicamente, pertenece a la misma zona geográfica y a la vista de un profano resulta un poco inconcebible que Madrid sea tan peculiar y distinta al resto de sus vecinas.
Echemos una mirada a la historia, la cual nos sacará de algunos de esos interrogantes.
Ciudad de tal renombre, en la actualidad, hace pensar que haya tenido un pasado glorioso. Pues bien, cuando ya en la Edad Media eran famosas ciudades como Gadhir, Tarraco o Toledo; Madrid pasa de lo más desapercibido ante los ojos de cualquier historiador o sabio de la época. Independientemente de la posibilidad de un Madrid Romano (el Miacum del itinerario de Antonio), las primeras noticias que tenemos se remontan a la época de nuestros "queridos moros" quienes construyeron una fortaleza a la orilla del Manzanares, donde los aficionados a pescar, todavía podían realizar algún pinito que otro entre batalla y batalla; Madrid por aquel entonces es conocida en los textos árabes por Mayrit. Al avanzar la Reconquista, Mayrit o ya Madrid, entró a formar parte de la España cristiana. En estos momentos (s. X y XI), la ciudad es un recinto amurallado, la cual se ve favorecida por las medidas repobladoras de los monarcas.
Siendo por entonces un pueblecito al estilo de Villamantilla pero con un castillo, algún que otro convento y un poco más "aristocrático", es cuando a Madrid se la denomina como "villa del oso y del madroño" que según la tradición, dicha denominación aparece por un litigio entre el concejo y el clero sobre el derecho a ciertos montes y pastos, resolviéndolo ambas partes acordando que pertenecían a la villa los árboles y al cabildo los pastos; para conmemorar este pacto, la villa adoptó por escudo el madroño, sobre cuyo tronco se apoya un oso, y el cabildo, el oso pastando. A partir de este momento Madrid adquiere un cierto renombre bien como lugar de recreo o como centro de acontecimientos políticos ( alguna boda que otra entre reyes y alguna celebración de cortes).
Es en el siglo XVI cuando Madrid empieza a cobrar una verdadera importancia con Felipe II, éste traslada su corte a la villa; ¿por qué? podemos pensar. Una respuesta categórica no se si la podríamos suponer, pero algunas de las razones sí: España es por aquel entonces el centro del Mundo, tanto político como económicamente, al mismo tiempo la teoría absolutista del gobierno de los Estados es el último grito en técnicas de poder. La posición privilegiada que Madrid tiene en el centro de la península concuerda muy bien con las ideas triunfalistas y gloriosas del centralismo absolutista; era un símbolo visual de lo que estaba siendo el reinado de Felipe II.
Ante esta posición privilegiada de Madrid, la población del resto de la Península se ve atraída; por un lado, en la villa desembocaban todos los caminos importantes y Madrid significaba lo moderno, lo europeizante, el no trabajar para unos, los mecenazgos para otros, convergiendo en esta ciudad, gente de muy diversos tipos: criados con vagabundos, pícaros con burócratas, soldados con pobres de solemnidad, artesanos con desocupados, nobles con rufianes. Aparece un gusto por la ostentación, desprecio del trabajo, manía de nobleza (todo esto muy vigente en nuestros días). También vienen a la villa artistas para embellecerla y aparecen los mecenas; es la época de Velázquez, Alonso Cano, Zurbarán, etc...
Esto que ocurre con los Austrias en el s. XVII, vuelve a ocurrir en el s. XVIII con los Barbones, en el XIX, siendo Madrid cabecilla de todo tipo de iniciativas y revoluciones, adquiriendo su máximo esplendor en el s. XX con la política nacionalista que vuelve a las teorías clásicas del imperialismo romano, retomado por los absolutistas del s. XVII y más tarde por Napoleón.
Al terminar este pequeño recorrido por la historia, nos damos cuenta que Madrid tiene buenas razones para ser "DIFERENTE". Quizá por el "capricho" de un monarca o por la "situación privilegiada". Madrid desde el s. XVI adquiere las características que la definen; creando cosas, quizá en su origen traídas de otros puntos de Europa o España, pero haciéndolas muy madrileñas y autóctonas como: "el chulo castizo", "el mantón de manila", "los azucarillos y el agua ardiente", "el chotis" o los inolvidables "churros con chocolate".
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