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Huellas N., Diciembre 1983

IGLESIA

Leganés, lugar de acogida

Mara Fdez. Vaquero y Rafa Andreo

Acoger a todo el mundo no es tan fácil, sobre todo en una sociedad que presenta numerosas dificultades a los más pobres y a los que se ocupan de ellos. Pero Dios...mantiene ilusionados a quienes realizan esta dura tarea.

Estamos en Leganés, en un piso bajo abierto a la calle. No es muy grande: una habitación-come­dor, despensa, baño, cocina y la pe­queña sala donde nos han recibido como a uno más de los que aquí se acercan. Sin embargo, este local no es como otros; aquí se vive la cari­dad de una manera sencilla y útil, aunque increíblemente dura. Hay una misión que cumplir: dar de comer, día a día, a todos aquellos niños del barrio que lo necesitan y acuden a pedirlo, "A pesar de todo, -nos dicen- muchas veces somos nosotras las que recogemos a los niños y los traemos aquí".
Unas seis personas, todas ellas amas de casa, se ocupan de su funcionamiento; Paquita, María, Rosa y otras mujeres se han comprometido a venir un día a la semana a colabo­rar, además de cumplir con sus obliga­ciones. Los sábados hay paella y cro­quetas y ese día la cocina es una fiesta: las encargadas de hacer la comida son las alumnas del Colegio Mater Salvatore. Ellas realizan, por turnos, el trabajo del sábado.

SE ATIENDE A 20 NIÑOS Y 26 FAMILIAS
Junto al comedor funciona, en los mismos locales, una guardería en la que se acoge y atiende a unos 20 niños que comen allí mismo. A los restantes se les ayuda repartiendo la comida ya preparada a sus famili­as. Son aproximadamente 26 amas de casa las que acuden a diario a bus­car la comida que llevarán a sus hoga­res.
El capítulo económico siem­pre es muy delicado; se tienen que cubrir los gastos de la comida y ade­más, cada día se emplean más o menos 10.000 pesetas para sacar de un apuro a quien viene con problemas. "¡Qué vas a hacer con alguien que viene a pedirte dinero porque no tiene y le hace falta!
Las fuentes de ingresos son escasas pero confían que no les va a faltar, No saben cómo, pero cuando hay una necesidad extraordinaria, en­seguida se cubre. El Tribunal de Pro­tección de Menores aporta una sub­vención de 3.000 pesetas por persona y mes, que sólo cubre los menores de 4 años ( estos niños son considerados por dicho Tribunal como niños abando­nados, pues si no fuera así, no podrí­an acogerse a la subvención). También se obtiene algún dinero de un taller de costura que han montado y se cuen­ta con los alimentos que envían algu­nas parroquias donde funciona la Ope­ración Kilo, además de diversas ayu­das extraordinarias.

ESTA ES VUESTRA OBRA
Hay un sencillo motivo que mantiene a estas personas en su la­bor. Ellas dicen que cubrir las nece­sidades más urgentes de los hombres es una tarea cristiana; Jesús lo dijo en el Evangelio: "uno no se salva solo". Además, hace ahora 5 años, conocieron la obra de Madre Teresa de Calcuta. "Aquello nos encendió la luz" -afirman-. Actualmente forman parte de los Colaboradores de M. Tere­sa, los cuales, siguiendo su espíri­tu, están por todo el mundo. En su última visita estuvo hablando con e­llas y dijo a Paquita: "ésta es tu obra, mis monjas irán a otros sitios".
Este espíritu que las mueve queda perfectamente plasmado en estas palabras de M. Teresa: "Ni aún en los primeros tiempos yo pedía dinero jamás. Yo quería servir a los pobres exclusivamente por amor de Dios. Yo quería que los pobres pudiesen reci­bir de una manera gratuita lo que los ricos se procuran mediante el dinero".
Al preguntarlas sobre posi­bles proyectos, nos sorprendió su reacción. Había algunas ideas: una casa más grande, clases para ayudar a los chavales, apoyo económico, más alimen­tos, etc., pero enseguida nos dijeron que estaban contentas con lo que tení­an, que no pedían nada más. Su única ambición es que continúe funcionando el comedor, sin pedir nada, confiando en Dios. Confiando también en la caridad de los hombres.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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