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Huellas N., Diciembre 1981

EN NUESTRA DIÓCESIS

Dimensión misionera de la Navidad

Isidro María Sans, S.J.

El Nacimiento de Jesús aparece como la primera explosión nuclear, irradiante, luminosa y fuerte, de su misión. En ese "misterio" de la vida de Jesús se muestran, como concentra­das, las principales características de la misión de Jesús.
POR QUIEN. Si el silencio de la cueva de Belén nos abriera los oídos (Mc. 7, 34s.), nos resultaría fácil oír claramente la Palabra del Padre, que envía a su Misionero Primogénito, tal como sería fonicamente formulada más tarde: "Este es mi Hijo, el amado, el predi­lecto: "escuchadle" (Mt. 3, 17 y 17, 5) .
A QUIENES. Ya desde ese mismo silencio y desde la misma aparente inactividad infantil, la misión de Jesús se abre efectivamente a todos los hombres, co­mo una sonrisa y "la gran alegría para todo el pueblo" (Le. 2,10): no un pue­blo acotado y restringido, sino el "Gran Pueblo", la "multitud de pueblos " prometido a Abrahám (Gen. 17, 4-6 y 18, 18) a través de su descendencia, es decir, a través de Cristo Jesús según la interpretación paulina (Gál. 3, 8-16).
Con todo, esa misión abierta a la universalidad se concentra eficazmente en la práctica navideña sobre gentes muy concretas: los pastores "pobres" de cerca (Lc. 2, 8-20) y los magos inquie­tos y "paganos" de lejos (Mt. 2, 1-11).
PARA QUE. La misión de Jesús se mani­fiesta, se "epifaniza" en su Nacimien­to mediante esa especie de signo sacramental que es la luz: luz que nimba al ángel misionero, enviado por Dios al servicio de Jesús (Lc. 2, 9), luz que rutila desde la estrella e irradia "in­mensa alegría" (Mt. 2, 2-9s). Porque esa luz es símbolo de la fuerza misio­nera de Jesús, enviado para liberar al hombre de la miopía y de la ceguera, de la soledad y del egocentrismo, de la cerrazón y del rencor, de la oscuridad infrahumana... Jesús, Hijo de Dios, se nos ofrece en su Nacimiento también co­mo Hijo del Hombre, como un hombre más, hermano de todos los hombres; integrado en el seno de una familia concreta, nú­cleo germinal de la Gran Familia humana.

DIMENSIÓN MISIONERA DE NUESTRA NAVIDAD
La vida misionera de Jesús se identifica con su vida entera. Hasta su fin. Y se prolonga desde entonces, claro... Ya pronto se hace contagiosa, buscado­ra de "colaboración". Comenzando por la de María (Lc. 1, 26-38) y, a través de María, por la de Juan, que va a ser su Precursor (Lc. 1, 39-44). En el in­tervalo entre su resurrección y su as­censión, esa búsqueda se plasma en un paralelismo, que es orden y es regalo:

"Como el Padre me ha enviado, así también os envío Yo" (Jn. 20, 21)

Jesús quiere prolongar su misión a través de todos sus discípulos, de todos­ sus seguidores. Por eso los unge y en­vía mediante la autoridad y la fuerza de su Espíritu (Jn. 2, 1-4): el acontecimiento de Pentecostés (Act. 2, 1-4)­ será como la explosión nuclear, irra­diante, luminosa y fuerte, de la misión eclesial; y la Confirmación sacramental (despliegue del Bautismo-Nacimiento del cristiano) será el sacramento de la un­ción y el envío personal.
Todo cristiano, por serlo es misionero, enviado por Jesús y en último término por el Padre, como Él, en la fuerza del Espíritu. En todas las etapas de la vi­da: también en la infantil y en la ado­lescente y en la juvenil. Con el matiz concreto que le presta cada circunstan­cia del momento presente. En Navidad, por tanto, con el matiz propio y espe­cífico de la dimensión misionera del Nacimiento de Jesús, con el que entonces­ entronca vitalmente durante esos días del año litúrgico.
Sembradores de estrellas, irradiantes de alegría, difusores de luz y de ca­lor...¡: así quiere el Enviado de Dios a sus enviados, misioneros. Particularmente en estas fechas navideñas. Comenzando por su entorno más cercano: la familia, la comunidad. Abiertos espe­cialmente a los pobres, a los ancianos, a los marginados, a todos aquellos a quienes una circunstancia difícil entorpece la escucha alegre y esperanzada - de la Buena Noticia: "Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor" (Lc. 2, 11).
Y abiertos de corazón, y en cuanto sea posible de totalidad, a todos los hombres y a todos los pueblos:
a los que celebran nuestra misma Navidad en tierras lejanas,
a los que otean el firmamento del hogar de María y José,
a los que intentan acaparar la estrella en provecho egoísta,
a los que...

Sin olvidar a nadie. Porque nuestra misión ha de orientarse, como la de Jesús, a toda la humanidad; y no concluirá hasta que la humanidad entera se sienta y sea de verdad, bajo la presidencia del Primogénito, una fa­milia de hermanos enlazados por el Espíritu de Amor en torno al Padre.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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