El pasado 21 de noviembre los universitarios tuvimos el segundo encuentro de la serie que venimos tratando sobre el tema "El cristiano en la Historia". La sorpresa fue que Juan Mª Laboa tuvo en último momento que viajar a Roma y su conferencia fue aplazada. En su lugar Carlos Díaz, expuso con claridad, amenidad y sencillez el tema "El hombre como punto de partida.
Comenzó haciendo un recorrido histórico breve sobre el puesto del hombre en el pensamiento europeo, hasta nuestros días. Si hasta el s. XV todo el pensamiento había sido teocéntrico y toda la realidad quedaba iluminada desde Dios, a partir de la Ilustración el hombre comienza a ser el centro de la realidad y el mismo Dios será interpretado desde el hombre.
El hombre parece tener sed de "autonomía", de independencia de toda instancia superior, sobrenatural. El proceso culmina con la aparición de los maestros de la sospecha: Marx, Freud, Nietzsche que con su voluntad de dominio, la absolutización del amor erótico y la reducción del hombre a la dimensión económica, suponen un ataque frontal a los valores cristianos de entrega, perdón, servicio. Y precisamente el mundo contemporáneo tiene sus fuentes en estos pensadores.
Dios era un estorbo para el hombre, había que matarle. Los que "mataban" a Dios querían liberar al hombre, pero la muerte de Dios no ha traído la libertad, sino la filosofía de la muerte del hombre. Así pues, el autonomismo ha llevado al ateísmo y el ateísmo ha llevado a la muerte del hombre.
Hoy sin embargo el antiteísmo beligerante del s. XIX ha desaparecido, sólo queda un frío positivismo y un ateísmo blando. La ideología que todo lo impregna es el liberalismo. El liberalismo es la imposibilidad de cualquier proyecto antropológico. No importa el ser, sólo el estar, el tener.
Fruto de esto es el panorama que nos ofrece el mundo neocapitalista liberal: rechazo del trabajo, condena de todo proyecto de futuro, censura de todo proyecto político-moral, narcisismo y superficialidad, falta de identidad que lleva a la sobrevaloración de lo común, proliferación de las pararreligiones.
Y en todo esto ¿qué papel ha jugado el cristianismo? ¿qué responsabilidad tenemos los creyentes? Ciertamente mucha.
El testimonio que hemos ofrecido al mundo ha sido de desamor y desunión, la Iglesia se ha apoyado en el poder poniendo su confianza en él.
El papel de los cristianos debe ser ahora el de denunciar con amor, construir desde el amor. El cristianismo se vive en la historia, en la cultura, pero ¿sobre qué presupuestos debemos construir hoy una cultura cristiana? ¿qué es lo esencial en la cultura cristiana? Esto será el tema de nuestro próximo encuentro para el cual esperamos de nuevo tu asistencia y aportación.
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