Misión. La experiencia cristiana vivida no tiene confines, es universal: católica. Una unidad testimoniada hasta en los confines de la tierra.
Es necesario hoy hacer un gran esfuerzo de imaginación (mucho más, aunque no sólo, para quien entonces no existía) para situarse en la mitad de los años 50, cuando el movimiento que ahora se llama Cl daba los primeros pasos; o mejor, cuando don Giussani inició la experiencia eclesial que hoy se llama Cl. Vista desde fuera, Italia era un país católico; vista desde dentro, y en particular con los ojos de quien entonces era un adolescente o un joven, parecía un país quizás, más secularizado de lo que es ahora.
Desde un punto de vista formal, y en particular en lo referente a la forma social, la Iglesia contaba muchísimo; sobre el plano de la existencia y de la experiencia real el hecho cristiano, para nosotros entonces estudiantes, no contaba prácticamente nada.
De ahí que impactara a muchos chicos, entre los que estaba yo, la mayoría de familias de la burguesía laica, un sacerdote qué de modo muy directo, pero en absoluto clerical, indicaba a Cristo como única respuesta adecuada al problema de la existencia.
«Gioventu Studentesca», Gs, como entonces se llamaba, en cuanto movimiento de ambiente reclamaba en primer lugar la atención de las personas no empeñadas o que tenían poca relación con las parroquias; en resumen personas que no formaban parte del considerado «mundo católico», Hablo aquí en particular de estas personas, además de porque eran el grupo predominante en aquellos primeros años y también después, porque yo soy uno de ellos. Éramos gente muy alérgica al formalismo, al moralismo y al tradicionalismo de un cierto modo trasnochado de hacer Iglesia y de hacer catéquesis. Conocíamos todas las palabras. Pero ninguno había comprendido jamás su verdadero y real significado. Misión es una de las palabras centrales de la experiencia cristiana de la que hemos redescubierto el significado por medio de don Giussani. En la mentalidad común del tiempo la misión era una actividad especializada a la que se dedicaban sobre todo los especialistas, los misioneros, en una atmósfera que estaba a medio camino entre el paternalismo, la aventura y la solidaridad humana. Sobre éste como sobre otros temas de la fe la mayoría tenía una información precisa por las fórmulas del catecismo, que se habían aprendiendo de memoria al prepararse para la Primera Comunión y después para la Confirmación; pero el aprendizaje era tan mecánico y tan poco explicado que la gran parte de su contenido no era nunca percibida.
Es en Gs donde comenzamos a oír decir que la misión no es el fin específico de algunos, sino de hecho, junto a la cultura y a la caridad, una de las dimensiones fundamentales de la experiencia cristiana: algo que vale para todos y en la vida cotidiana, y no solamente para algunos y en condiciones muy particulares. Se enseñaba como un elemento más de la experiencia cristiana y se pedía descubrir, por así decir, la lógica que tenía desde el punto de vista humano: si se ha encontrado algo bueno, y se ha verificado que es capaz de responder a las preguntas fundamentales sobre el significado de la existencia, entonces el deseo de hacerlo saber a los demás es un hecho natural, un gesto de amistad. Esta «normalidad» de la misión ha producido un hecho sin precedentes en la historia misionera de la Iglesia: una iniciativa en el campo misionero promovida y totalmente sostenida por un movimiento juvenil. Desde 1962 en adelante, un cierto número de «giessini» y jóvenes en edad universitaria, se marcharon a Brasil. Su presencia allí era sostenida en todos los aspectos, sin excluir el económico. Todos los chicos y chicas de Gs eran invitados a entregar un «diezmo», de las pequeñas cantidades que recibían de sus padres, o de lo que conseguían gana con algún pequeño trabajo. De este modo un flujo de recíproca información y de recíproco compromiso - tanto más notable teniendo en cuenta los tiempos y la mentalidad común de aquellos años - ligaba a quien estaba en misión en Brasil con la comunidad de Gs en Italia.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón