Los cinco años más bonitos de mi vida
El padre Donato, misionero en Taiwán, nos envía la carta de una amiga de la comunidad, gravemente enferma, que recibió el Bautismo hace cinco años.
Estoy bien, no importa si es mi tumor cerebral o el Covid19. Estas cosas, el dolor y la enfermedad, ya forman parte de mi vida, pero lo más importante para mí es que Dios está: que Él está, hay algo que nunca pasa. Mi situación no cambia, desde cierto punto de vista siempre es lo mismo: como, duermo, leo, escucho música, rezo, tomo medicinas, me dan la quimio y hago rehabilitación; al igual que el sol, que sale y se pone todos los días, todo sigue normal. En la Escuela de comunidad algunas personas han compartido su experiencia con respecto al coronavirus. Algunos han dicho que estaban asustados, otros que se habían dedicado a la oración con mayor seriedad. No dije nada, porque yo estoy acostumbrada a tener la muerte a mi lado. La humanidad es algo muy pequeño, todo está en manos de Dios y el miedo solo puede hacerte la vida más difícil. Por eso sigo viviendo feliz día tras día, disfrutando de cada día que Dios me concede, saboreando cada pequeña señal de amor que me da y haciendo todo lo posible por amar a los demás. Doy gracias a Dios por darme la oportunidad de amar y ser amada. Así que incluso en el dolor y la enfermedad sigo sonriendo y agradezco a Dios haber conocido el movimiento que ha fortalecido mi fe, haciendo de mis cinco años como católica, a pesar del dolor, el periodo más feliz de mi vida. Últimamente me he dado cuenta de que mi trabajo ahora no consiste tanto en aprender a afrontar el dolor o la muerte que viene, sino en utilizar el tiempo que me queda para contar a todos lo que he encontrado.
Xiao Ping, Taipéi (Taiwán)
En memoria de un verdadero padre
Estudié la carrera de Medicina para poder ir a África, un sueño cultivado de niño que se hizo realidad gracias a Enrico Guffanti, médico, durante muchos años misionero en Uganda, que falleció el pasado 26 de agosto. Formar parte de la Fraternidad de Uganda durante los últimos años de estudio y especialización fue una oportunidad concreta para hacer realidad este deseo. La noche anterior al funeral, después de rezar el Rosario con los amigos en el prado donde todos los veranos nos encontrábamos con el padre Tiboni, mi esposa y yo nos despedimos por última vez de Enrico en su casa. Volvimos a pensar en nuestros encuentros en la sala de estar con él y su esposa, Giovanna, y su sonrisa afable y jocosa, preludio de la pregunta decisiva: «¿Pero por qué queréis ir a Uganda? ¿Sabéis que cuando don Giussani vino a visitarnos a Kitgum, en la frontera con Sudán del Sur, nos dijo que no había otra periferia más extrema de la Iglesia en el mundo?». Salimos para la misión en 1998 y, así como don Giussani iba a visitar a Enrico, también él vino a visitarnos durante los tres años que pasamos entre Kitgum y Hoima. Nos cuidó en todo momento, nos esperó a cada regreso con la mirada de un padre que sabe que te ha ayudado a poner en juego tu libertad. Porque, como solía decirnos, si tienes una inclinación natural, el Padre Eterno la lleva a su plenitud y no deja nada al azar. Y así, incluso cuando en 2001 llegó el momento de decidir si quedarse en Hoima otros tres años o regresar, por el vínculo con amigos, no solo ugandeses, de AVSI y de la comunidad, y sobre todo con el padre Tiboni, Enrico nos ayudó a elegir el camino más difícil, el del regreso. Una vez de vuelta, gracias a Enrico y a la Fraternidad de Uganda, partimos de nuevo hacia la aventura de la vida familiar y laboral, relanzados con pasión a un nuevo ámbito misionero.
Andrea y Silvia, Carate Brianza (Monza)
El ciento por uno
En septiembre cumplí 80 años, los últimos los he pasado en Sudamérica, dando clases en la universidad, primero en Santiago de Chile, luego en Lima. Hace un año regresé a Italia. Por mi cumpleaños recibí muchos mensajes de felicitación y, entre todos, los de los estudiantes y colegas de la universidad de Lima me conmovieron profundamente: numerosos saludos personales y un hermoso vídeo en el que cada uno expresaba creativamente su gratitud y cariño. Lo he visto varias veces, repasando mentalmente la historia de cada uno de ellos y la de muchos otros: relatos, en su mayoría, de una vida dura, con difíciles condiciones económicas y familiares, y muchos sacrificios, como nunca dejaban de enfatizar los alumnos en su discurso el día de la graduación. Y sin embargo, se dejaron alcanzar por algo que les provocaba y, al motivarlos, les empujó y animó a trabajar. “Algo” hermoso, verdadero y bueno que les llegó a través de las palabras, las formas y las notas, de los artistas que han estudiado y también de mi pasión. Y por eso, como decían algunos, están agradecidos. ¿Pero qué he hecho yo por ellos? Tan solo he tratado de hacer bien mi trabajo. Claro está, de acuerdo con toda la amplitud con que la fe nos enseña a concebir el trabajo, sobre todo el trabajo por excelencia que es educar. Es decir, he tratado de vivir con ellos lo que es verdad para mí: que nada puede definirnos excepto la relación con el Misterio que nos constituye, y que la plenitud de la libertad y la verdadera fecundidad consiste en reconocerlo. Por eso, yo también les estoy agradecida, porque su afectuosa gratitud forma parte de ese inmenso mar de bien que nace de la fe, tal como se nos ha prometido: «La vida eterna y aquí abajo el ciento por uno». Con el sacrificio necesario.
Giuliana, Cagliari
Por un amigo en busca de una tipografía…
No participé en ninguna reunión, ni en la presentación, ni mucho menos en todos los momentos de preparación del Meeting de Rímini. Luego, una mañana, un amigo que se cruzó conmigo casualmente me preguntó si conocía a alguien que pudiera imprimir urgentemente un cartel del Meeting: estábamos en mitad de agosto y las imprentas estaban cerradas. Llamé a unos amigos, pero ellos también estaban de vacaciones; al final les di otra posible dirección para preguntar. Al despedirnos, me dijo: «De todos modos, si tienes tiempo y quieres, llama a Ángela». Lo pensé un momento: ¿desde hace cuánto tiempo no compartía nada concreto con estas personas? ¡Desde hace dieciséis años! Pero en todo este tiempo el deseo nunca había desaparecido. Así que, algo temeroso, levanté el teléfono y llamé. Todo lo que siguió fue completamente inesperado: pegué los carteles, moví paneles, limpié y coloqué sillas, repartí geles y material con personas que apenas conocía. Sin embargo, al regresar a casa, mi corazón se llenó de serenidad y anhelaba regresar al día siguiente. La vida siempre te sorprende, te caes, intentas levantarte y no puedes, lo vuelves a intentar y luego alguien te ofrece su mano: ¡entonces debes tener el coraje de aferrarla! No sé qué pasará después de este Meeting, pero la verdad de un encuentro de hace treinta y seis años sigue siendo una certeza.
Valeria, Cassano Magnago (VA)
Bodas en tiempos de Covid
Son varias las invitaciones de boda que me llegaron antes del pasado mes de marzo, cuando pareció que se paraba el mundo. Y precisamente porque ninguna de ellas se canceló, a pesar de todos los cambios e imprevistos por los que han pasado, todo el estrés y el esfuerzo de última hora para adaptarlas a las nuevas condiciones y reglamentaciones, tenía aún más ganas de ir, de ser testigo del paso que daban mis amigos, por la entereza y la certeza que me inspiraban, por cómo aceptaban su vocación momento por momento. No solo las bodas se “truncan” con las circunstancias de los últimos meses, sino que todo parece que se ralentiza y muchas veces buscar la propia vocación puede volverse una carga. Mirar a estos amigos, su abandono al Señor y la petición de la oración me ha servido para aprender, o al menos para imitarles en los momentos de angustia o de tristeza, porque son un ejemplo vivo de la victoria de Cristo, son vidas que se cumplen en las circunstancias que se dan y no a pesar de ellas. No solo ha habido bodas sin baile, sino también bodas online. A una de ellas no pude ir porque debí aislarme durante un tiempo. El día anterior me daba muchísima rabia, porque yo quería estar allí y poder ser testigo, ver lo que ya había visto en ellos, el día de su matrimonio. Pero tuve que verla en vídeo. No solo me alegro por haber visto una belleza y una ternura de otro mundo, sino porque cada cosa que se hacía y se decía, todos los preparativos y las formas de todas las acciones, estaban modeladas por el respeto a las normas de distanciamiento y seguridad impuestas. Y esa certeza, ese abandono a Dios, no se concretaba solo en cuidar la liturgia y los cantos –cosa que no puede darse en absoluto por descontada– sino en la aceptación de la circunstancia y el cumplimiento de las normas. Tras acabarse la ceremonia y ver a los novios salir del templo, ellos solos, me daba cuenta de que no echaba en absoluto de menos estar allí, o ir al convite. En ese vídeo, en esa ternura, en ese cumplimiento y aceptación de la circunstancia estaba todo, había visto el ciento por uno, ¡y a la vez se me había dado a mí, que estaba feliz a pesar de no haber podido estar en persona! Había visto, de facto, la promesa que yo quiero para mi vida, había visto qué significaba el sí a Cristo en el matrimonio y en las circunstancias de cada día, en la vocación. Le doy gracias a Dios por los amigos que tengo, que me dejan ser testigo de cómo el Señor va cumpliendo sus vidas, y me hacen darme cuenta de lo que yo necesito para la mía.
Irene, Madrid
La “necesidad” de olvidar
Al comienzo de la fase 2, volví a trabajar en el centro para enfermos con lesiones cerebrales graves. No ha sido fácil porque tuve que hacerme cargo de todo contando con un solo médico, y además con muchos procedimientos y protocolos a seguir. Me topé en seguida con historias de vidas de lo más variado. Fue una gran provocación para mí afrontar esta situación a partir de la lectura de Un brillo en los ojos. El pasado mes de septiembre empecé a tratar a dos jóvenes de 18 años que han tenido un accidente automovilístico muy grave: uno se encuentra en estado vegetativo y el otro tiene una grave tetraplejia. Una mañana vino a verme este chaval con su madre, quien nada más empezar la visita me dice que nunca le ha dicho a su hijo por qué está en esta situación, ya que quiere olvidar el día del accidente, quiere borrarlo de su memoria para no tener que lidiar constantemente con ese recuerdo. Su obstinación en subrayar esta necesidad de olvidar me hizo pensar de inmediato en toda la primera parte de Un brillo en los ojos, en las cartas se menciona la misma necesidad de suprimir el deseo de sentido que aflora en el corazón. Me preguntaba cómo podía estar frente a todo esto y me di cuenta de que ningún discurso podía llenar ese evidente deseo de felicidad que su vida, muy diferente a lo que esa madre había imaginado para su hijo, reclamaba tan poderosamente. Entonces pensé, simplemente, en hacerme cargo de esta circunstancia con las herramientas que la realidad me proporciona y comencé, por ejemplo, a ocuparme de él lo mejor que pude desde el punto de vista médico. El chaval tenía que someterse a varias pruebas, análisis y controles, pero su madre no los había reservado, así que me ocupé de que pudiera hacerlos lo antes posible. Cuando la madre me vio resolviendo estos plazos médicos, se asombró y me lo agradeció porque sencillamente le estaba ayudando a hacer frente a lo que tenía que hacer. Una mañana me llamó y me dijo que se daba cuenta de que no tiene puntos de referencia, por eso me llamaba a mí. Me doy cuenta de que siempre hay muchas cosas de las que asombrarme y de las que aprender todos los días, por lo que los instrumentos educativos que se nos ofrecen son realmente fundamentales para mí.
Laura
Springsteen y el confinamiento del corazón
Un monstruo sagrado baja de nuevo al ruedo y además en vísperas de su 71 cumpleaños. Así, el lanzamiento de un icono estadounidense como Bruce Springsteen con un nuevo single, el día antes del 11 de septiembre, ha dividido en dos a sus admiradores. Los nostálgicos alaban un nuevo clásico, otros acusan de tópico la canción, considerada una verdadera marca registrada al puro estilo Springsteen. De hecho, Letter To You es precisamente una carta, dirigida deliberadamente a todos con una intención manifiesta, empaquetada en una canción escrita y creada con un estilo perfectamente reconocible. Luego, una canción puede gustar o no, esto forma parte de la libertad de cada uno. Por el momento, no conozco el álbum entero. En todo caso, quiero ir más allá de contraposiciones estériles, como genuino o creado adrede, o bien verdadero porque es él mismo, o astuto y estereotipado. Quiero ir más allá y escuchar esa carta dirigida a cada uno de nosotros, o más bien aceptar la invitación, en estos tiempos convulsos, a recuperar la propia humanidad, los afectos, la belleza del mundo. Y tal vez sacudirse las arenas del letargo, ayudarse mutuamente a luchar contra el encierro más peligroso de todos: el del corazón.
Walter
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