Va al contenido

Huellas N.03, Marzo 1994

VIDA DE CL

Los encuentros de Rose

Rose Busingye

Por las calles de Uganda. La bruja, los niños, los locos.
En los encuentros cotidianos de Rose suceden cosas inimaginables. Como aquel musulmán...


Al principio me daba miedo trabajar en el Meeting Point (centro de asistencia a los enfermos de SIDA en Uganda, ndr). Era el miedo al sacrificio. Sabía, de hecho, que si hubiera ido a realizar el mismo trabajo en un hospital, habría encontrado de algún modo todo organizado. Allí, sin embargo, era yo quien debía inventar el trabajo, vagabundeando por la ciudad. Cada mañana pedía estar disponible a lo que el Señor me ponía delante. De este modo el Meeting Point adquirió un horizonte mucho más vasto: no sólo el cuidado de los enfermos de SIDA, sino el mundo entero, el deseo de abrazar al mundo tal y como es. Ahora estoy muy contenta, porque el abandono al Señor ha hecho que fuera su proyecto el que se revelara en la jornada y ha permi­tido que sucedieran grandes cosas, inimaginables. Como la conversión de Miguel que, después de haber estado con nosotros durante una semana, pidió, siendo musulmán, ser bautizado porque «deseo morir abra­zado por vuestra compañía».
Hace poco, durante la misa semanal del movimien­to, tres niños recibieron el Bautismo: Rose, hija de una mujer que encontré mientras daba a luz sola en medio de la calle; lvan, huérfano de siete meses que encontramos mal­nutrido y cubierto de llagas (Ajo, que me ayuda en el Meeting Point, sostiene que lvan chupa tan despacio del biberón porque quiere estar en brazos de quien le quiere). Finalmente Jacqueline, una niña de diez años con un tumor que le para­liza las extremidades. Dentro de poco serán bautizadas otras seis per­sonas, entre adultos y niños. Entre ellos está la "bruja". Ancilla, este es su verdadero nombre, era una verda­dera maga. Hacía magia, adoraba a ovejas y tenía una cara tan oscura que a mí al principio me daba mie­do. La conocí cuando fui a ver a sus sobrinas, Harriet y Prisca, grave­mente enfermas. Cuando murió Harriet dije que en aquella casa debía vencer Dios y no las ovejas. Pocos días después los animales murieron y la hermana de la bruja empezó a decir que quizás si se morían no eran dios y que mi Dios era el verdadero. Desde aquel momento empecé a enseñar el cate­cismo. Poco a poco también Ancilla empezó a escucharme y cuando vio a la pequeña Rose, que yo había ayudado a nacer, conmovida dijo: «¡Es realmente extraño vuestro Dios!».
Hace tiempo fui a encontrar a una mujer aquejada de sarcoma de Kaposi. Tenía los ojos y la nariz des­trozados. Al principio me daba mie­do acercarme y lo único que censeguía decir era «Ven Señor Jesús». Más tarde, una vez que le tenía cogi­da la mano me dijo: «Tómala fuer­te». Me entraron ganas de llorar y me acordé del Salmo que dice: «Te invoco desde los confines de la tierra mientras mi corazón yace abatido» .
Una persona que me es de gran ayuda en el trabajo es Noelina, una madre de siete hijos embarazada del octavo. Cuando encontramos a un niño huérfano, confiado temporal­mente a unos vecinos de casa le pre­gunté: «¿Qué hacemos?», ella me dijo: «Se trata de acoger a este neo­nato, es decir a Jesús». Decidió lle­várselo a casa: comería lo que comí­an sus hijos.
Os he dicho que el interés es por el mundo porque tenemos mucho que hacer con los locos que están por las calles, los leprosos, los disminui­dos, los chicos del reformatorio, los huérfanos a quienes enseño El senti­do religioso, todo esto por el deseo de comunicar lo que hemos encontra­do. Cuando empecé a ir al reformato­rio, donde se alojan 270 chicos, muchos me decían que era imposible cambiar algo en aquel ambiente. Se equivocaban, porque no queríamos cambiar la situación, sino comunicar lo que nos ha sucedido y que también a ellos les ha sucedido.
Es el cambio de las personas lo que caracteriza en mayor medida los encuentros que hago. Esto me hace descubrir mi nada, porque sé que no les he cambiado yo. Lo único que debo hacer es dejarme "usar" por el Señor. Entiendo que la misión es reconocer al Emmanuel, el Dios con nosotros. Cristo se ha hecho compa­ñero y me ha dado la casa del Grupo Adulto como fuente de esta memo­ria. Deseo aprender la mirada que la Virgen tenía sobre Jesús. Como ella miraba a su Hijo al salir de su casa de Nazaret, así pido mirar yo a mis dos compañeras cuando salen para ir a trabajar.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página