Va al contenido

Huellas N.05, Mayo 1993

PORTADA

El mandamiento cotidiano

Laura Taverna

Está de moda el "decálogo". Los hay para todos los gustos. Lo importante es sobrevivir, escépticos e inatacables

Como Moisés con laicísimas tablas, los periódicos en los últimos tiempos desbordan en buenos consejos. Reglas, pres­cripciones, instrucciones para el uso para la que el Corriere della Sera ha definido recientemente «una ética del individuo». Pequeños vademe­cum del sobrevivir, válidos para cada aspecto de la vida, necesarios para seguir, quizás, aquella que otro periodista ha denunciado como la exigencia limitada de una «ética de lo cotidiano». ¿Es que los italianos ya no creen en nada que valga la pena?
He aquí las respuestas adecuadas envueltas en su revista preferida: vienen redactadas para esquivar la crisis moral y la económica, para obtener la pensión más ventajosa y para mantenerse alegres y vivaces si el jefe es un tirano, para comportarse con la mujer cuando te das cuenta que ella no es la mujer de tu vida. Breviarios de supervivencia con una característica en común: sus autores los llaman «mandamientos» y quizás por sencillez didáctica acos­tumbran a ser diez. Por ejemplo.
«10 mandamientos para vencer la crisis», grita la portada de Il mondo del 15 de febrero pasado, llevando como subtítulo: «Evitar los despilfa­rros. Recortar costos. Aprovecharse de las ocasiones más convenientes»
Los «mandamientos» abarcan el campo fiscal y la sanidad, el laboral y el tiempo libre. Nada grave: escapatorias para ahorrar unas pocas liras. Quizás un poco rebajadas...
Class, «la revista mensual de la clase dirigente» ofrece las 10 reglas de oro descubiertas ni más ni menos que por Giorgio Armani.
En sexta posición se encuentra el mandamiento: «Es necesario encon­trar el coraje de decidir por sí solos», seguido enseguida por «Es necesario esforzarse hasta el fondo» y, al final: «Ser íntegros y honestos».
La gente (La gente es un título de una novela recientemente publicada, pero es también la verdadera) ha per­dido la orientación; pide consejos, a menudo con aire desesperado, de cómo comportarse en la vida priva­da: «Quien no trabaja, pierde el amor», carta dirigida a Isabella Bossi Fedrigotti en el Corriere del 8 de junio y «El sabor amargo de una carrera rápida», del 15 de junio, otra carta en el mismo periódico. En una prosa escrita como un sollozo, Francesco Alberoni en su rúbrica, que sale en primera página, se atormenta, analiza y saca conse­cuencias que cualquiera puede reco­nocer: «Tiempos oscuros, mejor recuperar la sonrisa», 8 de febrero; «Es tiempo de empeñarse, para los perezosos no hay futuro», 22 de marzo; a continuación, la receta para los vencedores: «trabajar sin tregua ( ... ) sin contar con la fatiga ( ... ) sin preguntarse si es de día o de noche, olvidándose de los fines de semana y de las vacaciones ( ... ) con trabajo febril y dedicación incansable».
He aquí desvelado el engaño: todos estos consejos son para reducir a los italianos de un pueblo de san­tos, navegantes y héroes a un pueblo de hormigas, topos o termitas...

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página