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Huellas N.05, Mayo 1993

BREVES

Cartas

¿Fraternidad de canguros?
Parecería la única posibilidad para un amigo australiano. Y sin embar­go...

Vivo en Perth (Australia) donde ense­ño en la universidad, pero ahora estoy en Milán desde hace un año con un permiso sabático. Durante este año mis amigos de la parroquia de la Medalla Milagrosa (que conozco desde hace mucho tiempo: me casé en esa iglesia), me invitaban a vivir todas las activida­des de la Fraternidad y yo, cuando podía, siempre participaba. Próxima­mente vuelvo a Australia y no volveré a Italia al menos durante cuatro años. Quiero solicitar mi admisión en la Fra­ternidad. Solicito esta admisión sabiendo que el movimiento no está en la ciudad donde voy a vivir, y que la comunidad más cercana (en Sidney) está muy lejos (4.000 km.). Pero pido mi admisión porque creo que el encuentro y la experiencia vivida con la comunidad de Corvetto, y a través de ellos con el movimiento, es para mí «una forma de enseñanza» a la que he sido confiado. Dentro de esta amistad y dentro de esta experiencia he comen­zado a vivir la fe en Jesucristo y en su Iglesia no ya como una forma sino como un hecho que tiene para mí un sentido real, es decir, como un hecho objetivo que me implica subjetivamen­te. En Australia deseo vivir la compa­ñía del movimiento a través de contac­tos con la Fraternidad de la Medalla Milagrosa y con otras personas que conozco en Milán.
En cuanto a mi futuro en Australia, no estoy muy preocupado sino más bien confiado en que, si sé vivir fiel al encuentro sucedido, los signos si tie­nen que venir, vendrán. Hace unos días me encontré con John Zucchi y este encuentro ha aumentado mi deseo de inscribirme en la Fraternidad y tam­bién ha fortalecido mi convicción de que los tiempos no son nuestros, sino que es necesario tener el coraje de esperar, y de esperar con paciencia.
John, Perth

Fuera de horario
Hace alguna noche, en mi casa, nos sucedió algo importante que a mí y a mi mujer, que hace muchos años que somos del movimiento, nos ha sorprendido. Mi hijo, que estudia el útimo curso del bachillera­to científico, ha comenza­do a frecuentar la expe­riencia de G.S. (Gioventu Studentesca) en su escuela y así, lleno de entusiasmo, siempre tiene mil cosas que hacer además de estu­diar. Pero la otra noche pensé que ya se pasaba de la raya: eran las ocho de la noche y estábamos todos en la mesa... menos él. Soy intransigente con pocas cosas, y una de ellas es la cena con todos los miem­bros de la familia, porque es el único momento en el que nos podemos ver y estar juntos.
Pasan los minutos y Giovanni no llega, y yo empiezo a inquietarme. Finalmente, a las ocho y media, llega a casa y se sienta en la mesa. Yo, enfadado, comienzo a decirle que no es posible actuar de ese modo y que tiene mucha importancia para mí este momento del día. Él responde diciendo que yo no lo entiendo, y que él estaba haciendo «algo» para G.S. que le importaba mucho. La dis­cusión se calienta y Gio­vanni, dando un portazo, se va repitiendo que yo no le entiendo.
Entra poco después y me dice: «Os pido perdón porque me he equivocado; me he dado cuenta justa­mente por lo que me ense­ña el movimiento». Me conmuevo. Después he pensado que tal vez es mejor ... que me ponga a leer lo que él ha subrayado en su libro de Escuela de comunidad.
Bruno, Buccinasco

Las cazuelas
Estoy casada desde hace catorce años y tengo cinco hijos (tres naturales y dos adoptados), he encontrado el movimiento hace unos 19 años. Os escribo para contaros mi experiencia de... ama de casa feliz.
De hecho durante varios años he vivido mi condición de mujer dedi­cada a sus labores con tris­teza, añoraba el trabajo gratificante que había dejado, que me permitía hacer el «bien», mientras que en casa no hacía nada «importante». Ahora entiendo y un poco experimento que el único bien es Cristo, por lo tanto cual­quier cosa que hagamos con esta memoria es bien, y viceversa. Es bellísimo, después de años de incerti­dumbre, de confusión, tener esta conciencia. Cris­to se hace presente, visi­ble, encontrable en las pequeñas cosas cotidianas y las transforma. El cora­zón se dilata, se hacen posibles: la ternura, la gra­tuidad, la leticia, a pesar de una condición tan humilde y fatigosa. Pero para que esto pueda suce­der hace falta decir sí, abandonarse totalmente a Cristo en la modalidad histórica que nos lo ha hecho reconocer: el movi­miento. Me ha sido más fácil comprender el aban­dono pensando en la rela­ción conyugal: esto es feliz y fecundo sólo si los esposos se abandonan el uno al otro completamen­te, si no están a la defensi­va.
La misma cosa sucede con Cristo y con el movi­miento. A menudo noso­tros nos sentimos infeli­ces poque después del primer encuentro pensa­mos que son más impor­tantes nuestras cosas, así nos descubrimos viviendo una mediocridad más o menos cordial y creemos que ya no es posible experimentar su presen­cia. Hace falta obedecer como así se lo enseñamos a nuestros hijos. Desde que he comenzado a obe­decer haciendo Escuela de comunidad por la mañana, un poco más seriamente que antes, ver­daderamente estoy empe­zando a experimentar el ciento por uno. Esta rena­cida pasión por todos me ha impulsado a escribiros, pasión en la que ya nadie permanece extraño, ni los hijos ni la persona que habla en la radio o en los ejercicios, y ya nada es inútil, desde pasar la aspi­radora ... Incluso si la fati­ga permanece, estoy llena de gratitud hacia el Señor.
Patrizia, Agrate

Para los niños de Bangkok
Queridos amigos: soy un lector vuestro de mundo rico de "extrañe­zas", de injusticia, de mal. Hace días hubo un incendio en Bangkok que ha matado a muchos niños que trabajaban en una fábrica de muñecas. Amo el Extremo Oriente y por esto tal vez me he quedado tan impresiona­do, y he escrito una poe­sía.

Los niños de Bangkok
Las muñecas de los niños
están hechas por las manos
que nadie conoce
las muñecas de los niños son sueños y regalos
de un mundo futuro.
Las manos de los niños
a veces no juegan
porque hacen muñecas
para otros niños
que como todos ríen,
que como todos sueñan
en un mundo futuro
y en una muñeca para ellos

Profesión de fe
El mes pasado en mi parroquia, 40 chavales de octavo de E.G.B. han hecho la Confirmación y después de la misa han quedado para comer. Des­púés de la ceremonia se me acerca Vincenzo, uno de los Memores Domini, que estaba invitado por una familia cuyo hijo se confirmaba, y me dice: «Después de oír a aquel muchacho decir: "El des­cubrimiento más grande que he hecho este año es que ya no soy Tommaso, sino Tommaso más Otro" quiero comunicarles qué significa la vocación. ¿Me dejas ir a casa para coger el material y después hablar con ellos diez minutos, mientras come­mos, para profundizar sobre "esto"?». Y así sucedió. Vuelve después de veinte minutos, cuando estábamos en los postres. Subió al palco y desplegó su material: un mapa del mundo delante de la esta­tua de la Virgen, una gra­mática portuguesa, el libro de las cartas de san Francisco Javier. Viendo a los muchachos un poco alucinados dijo: «La Con­firmación no es el gesto de los chicos que se han mantenido buenos hasta octavo sino que es el ges­to de los que tienen una gratitud, una conciencia del don del Espíritu que hace falta que profundi­céis en vuestra vocación. Pero ¿qué es la voca­ción?». Los muchachos seguían observándole alu­cinados e impresionados y él continuó: «La voca­ción es el sentido de la vida que el Señor te hace encontrar, y esto es para todo el mundo». Mirando después al mapa geográfi­co añadió: «Hace falta ir al ataque, hace falta abra­zar el mundo. Veréis: cuando yo era joven comencé a estudiar portu­gués (y los chicos com­prendieron el misterio de aquella gramática en aquel lugar) porque pen­saba que tenía que irme a América del Sur, a las misiones. Después no me he ido, pero esta dimen­sión de la vida cristiana siempre ha permanecido viva en mí.
Lo más importante es que voso­tros pidáis al Señor qué es lo que Él quiere de voso­tros, que os lo haga ver. Pensad, tal vez si tenéis un poco de tiempo inten­tad estudiar el portugués o el ruso». Después contó la historia de un beato, Joseph Freinademetz quien, nacido en un pue­blecito cerca de Corvara, se fue hasta China como misionero, precisamente para comunicar este «más» que había recibido. Al final leyó una carta de una chica del movimiento en Novosibirsk y seguida­mente algunas páginas de las cartas de Francisco Javier. Este testimonio tan concreto impresionó tanto a los muchachos como a los padres y supuso una invitación a tomar en serio la propia vida ya desde ahora, y a vivir la vocación no como algo para cuando uno sea gran­de sino como una realidad que hay que vivir ya. Todo esto ha hecho que una comida después de una ceremonia se convirtiese en un acontecimiento.
don Adelio

Todo es espectáculo
Me he licenciado en Filosofía el pasado mes de abril con una tesis sobre el sentido religioso en la música rock, y ahora estoy buscando fatigosa­mente el modo de introdu­cirme en el mundo del tra­bajo. El deseo que siem­pre he tenido, junto a los demás amigos, es el de poder usar ciertos medios y ciertas capacidades expresivas (escribir, reci­tar, hacer T.V. o teatro) para comunicar nuestra experiencia, porque estoy convencido de que son instrumentos en algún modo privilegiados.
Ahora el deseo existe aún y se vuelve a presen­tar a través de la urgencia actual de elegir un trabajo. Y sin embargo es evidente que algo ha cambiado.
Quiero contarlo.
Hace cinco años, cuan­do llegué a la Universidad Católica de Milán, me acuerdo que mi gran ami­go Sandro había frenado todas aquellas bellas intenciones de hacer espectáculos que me ani­maban. Él y sus amigos decían que la cosa más importante era que mi corazón tenía que apren­der a crecer. Yo, que no lograba entender, me había enfadado. «Pero cómo -pensaba yo- aquí hay que cambiar el mun­do, salir de nuestros claus­tros, hacer un montón de cosas ... ». Y sin embargo seguían diciéndome: «Sí, tienes razón. Pero quédate con Sandro». Me parecía casi una burla. Pero, milagrosamente, con un poco de fatiga me he fiado. Y de esto ahora estoy plenamente agrade­cido. Porque en estos años con el CLU, en el tiempo, mirando a ciertas perso­nas, aprendiendo a obede­cer, a pedir, encontrando muchos amigos, estoy seguro de que realmente algo en mí ha crecido.
He crecido yo. Y pos­teriormente ha disminuido una corteza de preocupa­ciones superfluas que antes ofuscaban un poco la visión de las cosas. Sin embargo nunca he tenido que poner aparte o elimi­nar nada de lo que soy, incluidos los intereses. El abrazo a esta compañía tan vibrante en el sendero hacia el Destino, que tan misteriosamente corre­ponde a mi deseo, se ha convertido en la cosa más importante que pedir. He aquí por qué me he senti­do vibrar cuando última­mente se ha invocado la unidad entre nosotros.
También yo me he sen­tido responsable de esto. Cuando escribo estas cosas parece que todo encaja estupendamente, pero para bien o para mal en estos últimos años me ha sucedido y me está sucediendo esto. He aquí por qué, por ejemplo, en un modo que nunca había pensado, soy todavía más amigo de Sandro. Me vie­ne siempre a la cabeza aquella similitud que se hizo en el equipe: dos en espera en el umbral se reconocen. No es que ahora toda la vida sea más sencilla, al contrario. Pero tengo en el corazón una cierta serenidad, una piz­ca de claridad que ha hecho mi mendicidad más fecunda y, tal vez, más consciente. Ahora escri­bir, recitar, hacer televi­sión o teatro y todo lo demás, o parte de ahí o me doy cuenta de que ir durante mucho tiempo así no tiene que ver con el corazón, verdaderamente no me hace feliz. Pero después, no sólo estas cosas de mi expresividad, sino todo: estar con mis amigos, con mi novia, consolar a alguien... Y sobre todo me sorprendo cuando alguien que no pertenece al movimiento dice que estar conmigo, con mis amigos, es com­pletamente diferente del resto del mundo. Noso­tros, para quienes tan a menudo estar juntos es una rutina. Es lo más sor­prendente, y me dan ganas de aferrarme aún más al encuentro. Es ver­dad; me olvido dos mil veces al día, pero afortu­nadamente nunca se me deja solo. Está siempre la gracia del Señor que se encarga de despertar el corazón hacia el horizon­te, hacia el Destino, justo como cuando, distraído, siento de improviso que alguien que amo me llama por mi nombre.

Sin patria
El 24 de mayo ha nacido un nuevo estado africano: Eritrea. Trans­cribimos el testimonio de una amiga nuestra de origen eritreo que vive la experiencia de GS.
Ahora se cumplen 18 años desde que mi familia se mudó a Italia, exacta­mente a Catania, a causa de la guerra que se comba­tía en Eritrea contra Etio­pía. El primer impacto fue difícil, mis hermanas y yo, éramos pequeñísimas, mis padres estaban bastante desorientados. Fuimos a vivir junto a otros fugiti­vos, en un complejo asig­nado por el ayuntamiento, en el barrio de san Jorge. Mis padres, al igual que las otras familias, estaban profundamente arraigados en la cultura religiosa de nuestro país: el catolicis­mo de rito copto.
Así sucedió de forma natural, nada más llegar, que tomamos la parroquia como punto de referencia. El párroco de entonces se mostró muy sensible ante nuestras exigencias y pidió ayuda a un grupo eclesial que desarrolla su experien­cia también en los barrios periféricos, para que vinie­se al encuentro de nuestras necesidades. Nació una gran amistad entre nuestras familias y las personas de
la comunidad que hizo menos duro nuestro proce­so de integración. Gracias
me he sentido una intrusa en un país extranjero y en medio de personas con un color de piel diferente al mío. Cuando crecí, mien­tras iba a la escuela, descu­brí personalmente qué está en el origen de la gratuidad que ha impulsado a estas personas a interesarse por nosotros durante todos estos años. He comprendi­do que el hombre no adquiere dignidad para su propio yo ni por su condi­ción social, por su raza, por su cultura, ni por quién sabe qué, el hombre vale porque es precioso a los ojos de Dios. Y aún hay más, porque si uno es alcanzado por la presencia misericordiosa de Cristo y se encuentra junto a otros que viven esta misma experiencia, nace una familiaridad que es incom­parable a la que viene de la sangre o de la raza. Es lo que me ha sucedido a mí y por eso entiendo bien aquel pasaje de san Pablo en que dice: «Ya no hay ni judío, ni griego, ni esclavo, ni libre, ni hombre, ni mujer. Todos vosotros sois uno en Cristo Jesús». Es la elimi­nación desde la raíz de cualquier tipo de racismo. Ahora nos encontramos frente al interrogante de si volver a la patria o no.
Pero no podemos res­ponder ignorando lo que nos ha sucedido y borran­do la historia de estos años.
La atracción de la patria es un hecho comprensible. Hemos hablado sobre esto en casa, nos hemos pregun­tado: ¿puede ser sólo la nostalgia de la patria lo que determine nuestra elección? Hemos llegado a esta con­clusión: la patria es donde está tu casa. Pero la casa para mí no es sólo el núcleo familiar, es aquella compa­ñía donde yo he encontrado el Destino de mi vida, don­de soy aceptada cada día por lo que soy, y sostenida en el camino hacia la ver­dadera patria. Pero extraña­mente, desde hace un tiem­po, a esta conciencia se le ha unido otra. La de poder comprender y profundizar en las raíces culturales. De hecho cuando nos sentimos queridos, nada se reniega o censura, sino que se comienza a amar la propia historia y a querer recupe­rar sus valores.
Este año, en verano, voy por primera vez a África a visitar los lugares y los parientes que allí hemos dejado. Voy con este deseo y con la certeza de que en cualquier lugar al que vaya a vivir, la experiencia de comunión profunda que he aprendi­do, puesto que no depende de factores externos, la viviré donde sea.
Anna María, Catania

Pertenencia genética
El testimonio de que el seguimiento a un carisma abre a la comunión con carismas diversos.
Queridos amigos de la Fraternidad: mi simultánea pertenencia a la Fraterni­dad de San Juan Apóstol para la nueva evangeliza­ción, formada por sacerdo­tes del clero de Foggia pertenecientes a diferentes movimientos y dedicados a la misión, me obliga a menudo a difíciles elec­ciones en cuanto al uso del tiempo y del dinero.
Sin embargo la origina­ria y decisiva participación en la Fraternidad de CL es «genética», de aquellas que no se pueden borrar.
Además, nuestra aven­tura de sacerdotes misione­ros ha nacido ... de una cos­tilla del movimiento. Envío- con retraso y con pobreza- mi cuota para el fondo común de 1992 y para el primer semestre de 1993.
Es verdaderamente una cifra simbólica, en el senti­do de la exigüidad de la cifra y de la totalidad del significado. Es el óbolo de la gratitud y de la paciencia.
don Gianni, Roma

Bautismo ruso
Un amigo belga nos envia una carta desde Rusia, precisamente des­de Novosibirsk. Es de una amiga encontrada en una discoteca y que después de haberse bautizado hace un año parte para la misión.

Don Ubaldo, Mitio y yo fuimos de misión a un poblado de Novosibirsk con un tercio de población alemana. Había unas babus­ha que apenas entendían el ruso. Fue un momento inolvidable, trabajamos muchísimo. Esta gente necesitaba realmente de todo. Esperaban desde hace mucho un cura, por lo menos para la Pascua. Habían preparado todo para la misa, habían dado catequesis. Ubaldo confe­só a muchos y por primera vez impartió la unción de enfermos. Lo que más me impactó fue que hacía cin­cuenta años que la mayo­ría no veía a un cura. Durante todos estos años no han podido confesarse y sin embargo han sabido ­mantener su fe viva. Bautizamos a 45 personas y ahora tengo muchos «hijos de bautismo»
Svieta, Novosibirsk




 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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