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Huellas N.03, Marzo 1993

VIDA DE CL

El CLU en Belén

Massimo Palumbo

Belén: encuentro de los universitarios con amigos italianos. Don Ciccio «explica» CL

Los primeros días se desarro­llan en Galilea: la gruta de la Anun­ciación, la casa de san José, Caná, el Monte Tabor, el lago de Tiberíades, Cafarnaúm. Volviendo a leer allí los Evangelios en seguida se cae en la cuenta de encontrarse ante un hecho real, concreto, físico. Y estos luga­res empiezan a hacerlo familiar.
Día a día se aprende a mirar más allá de las piedras y a amar más la realidad viva de aquel hecho que todavía hoy continúa, en la vida de la comunidad cristiana. De este modo cuando nos trasladamos a Belén, los dos grupos se adhieren voluntarios a la invitación de Sobhy a sostener un gesto de la comunidad local y, tras la visita de la basílica de la Natividad, participamos con gran interés en un insólito meeting.
El encuentro tiene lugar en la Universidad de Belén, el Ateneo querido expresamente por Pablo VI para permitir a los árabes ( cristianos y musulmanes) de los Territorios Ocupados estudiar en la propia tie­rra y frenar así el ritmo siempre cre­ciente de emigraciones de los cris­tianos desde Palestina. Como conse­cuencia de esta vertiginosa emigra­ción, los cristianos disminuyen pro­gresivamente en la tierra de Jesús, de tal modo que en muchos pueblos como Belén, Beit Jala, Nablus, antes de mayoría cristiana, hoy son preva­lentemente musulmanes. Los estu­diantes provienen de toda la West Bank.
El clima en el campus universita­rio recuerda un poco al de nuestros ateneos en los años Setenta. Los tablones de anuncios y los muros se encuentran tapizados de ta tze bao: la universidad es la fragua de muchos movimientos políticos palestinos, desde la OLP a los gru­pos cristianos moderados y a los fundamentalistas islámicos.
Dentro de este contexto los chi­cos de CL ponen mucho empeño en precisar que el suyo no es un movi­miento político. Por otra parte demuestran ser muy activos en la universidad: en pocos meses han organizado una cooperativa del libro y un fondo común para ayudar a los estudiantes más necesitados.
El panfleto de invitación está escrito en árabe y en inglés: el movimiento de Comunión y Libera­ción de la Universidad de Belén invita al encuentro que reunirá a los estudiantes de la universidad junto a los miembros del movimiento pro­venientes de Italia. El martes 16 de febrero a las 10.30 la capilla de la Universidad está atestada de gente. Los estudiantes y los docentes fue­ron invitados por James, Jamal, Issa, Charly y por el resto de los cielini que desde octubre siguen la pro­puesta de Sobhy, docente de teolo­gía, y que junto a él estudian The religious sense de don Giussani.
Issa, estudiante de Business, pre­senta, en un italiano poco fluído la bienvenida «en nombre de la comu­nidad de Comunión y Liberación de la Universidad». El aplauso que le siguió es de afectuoso aliento. Las caras están emocionadas como cuando se conmueven sinceramente por un nuevo inicio.
Francesco Ventorino, famoso como Don Ciccio, que desde hace algunos años sigue las realidades del movimiento en Oriente Medio, fue invitado para presentar el método educativo de CL. Sobhy traduce del italiano al árabe. Irene, que enseña matemáticas en la universidad, tradu­ce al fondo en voz baja en inglés a dos profesores presentes que no entienden ni el italiano ni el árabe. Un canto palestino a la virgen concluye el encuentro. Más tarde, durante la comida, se tiene tiempo para conocer­se personalmente y para intercambiar las respectivas direcciones. Después los peregrinos vuelven a tomar el camino hacia Jerusalén para visitar el Cenáculo y el Monte Sion.
Dos días después, el programa de la peregrinación preveía la visita del monasterio de San Jorge, en el cora­zón del desierto rocoso que separa Jerusalén del valle de Jericó.
El monasterio donde viven mon­jes greco-ortodoxos, también llama­do «Koziba» que quiere decir «con­cepción»: según los evangelios apó­crifos Joaquín se habría retirado en esta horrenda soledad para llorar la esterilidad de su esposa Ana, y aquí habría tenido la visión del Ángel que le anunciaba el nacimiento de María.
Casi 50 estudiantes de Belén se añadieron a los ya numerosos pere­grinos milaneses, invitados a conti­nuación del encuentro en la univer­sidad para compartir un gesto de conviviencia y de meditación.
Pertenecen a ritos y confesiones cristianas diferentes: católicos lati­nos, maronitas, melquitas, ortodoxos. Algunos de ellos son musulmanes. Después de un camino acompasado por la recitación del rosario se encuentran al pie del monasterio, adosado a una de las paredes del Wadi Kelt, el profundo cañón rocoso dentro del cual, en la estación más lluviosa, discurre un torrente que hace fértil la llanura de Jericó.
La meditación propuesta por Don Ciccio parte de la situación local, tal como nos lo había presentado la tar­de anterior Su Excelencia Reveren­dísima Michael Sabbah, patriarca latino de Jerusalén: tras muchos años de ocupación y más de cinco años de Entifada la situación de los cristianos palestinos es cada vez más dura; cada familia tiene su muerto, y si todavía no lo ha tenido, lo espera. «El monasterio -dice Don Ciccio- es signo de que la paz es posible ahora, con Dios y con los hermanos. El enemigo sigue siendo enemigo, pero existe una relación distinta con él: se llama perdón. El otro puede quitarme la vida, pero no la paz que yo le ofrezco».
El comentario de uno de los chi­cos palestinos, de manera involunta­ria, recuerda al de uno de sus conpa­triotas de hace dos mil años: «¡Aquí nadie nos ha hablado de este modo!».
La jornada prosigue con la visita a Jericó, al Mar Muerto y finalmente a Qumram, donde han salido a la luz los fragmentos del Evangelio de Marcos y de la carta a Timoteo. Los estudiantes han comprendido un poco más a partir de esta extraña y hermosa compañía. Se nos saluda con un arrivederci in Italia el pró­ximo verano: algunos vendrán al Equipe Internacional, otros al Mee­ting de Rimini, otros a las vacacio­nes de universitarios de nuestras comunidades.

Testimonio
La verdadera paz
Don Ciccio a los peregrinos en el Monasterio de San Jorge
Hemos venido a un monaste­rio por ser un lugar de paz. La Paz se da porque el hombre es poseído por Dios y tiene la cer­teza en Dios; no pone su certeza en las cosas. Quien pone su cer­teza en las cosas se hace violen­to porque tiene que defenderlas contra todo. Mientras que quien la pone en Dios es libre en la posesión de las cosas. Las posee con gusto y libertad porque le sirven en su camino hacia Dios.
El monasterio es signo de todo esto, donde los monjes viven en pobreza total. Poseen lo necesario pero ponen su segu­ridad en el Señor, salvador del mundo y de la historia.
Este es el principio de la paz entre los hombres. Nosotros a menudo pensa­mos que la paz viene de fuera, que son los «grandes» quienes la hacen, mientras que la paz nace de nuestro corazón. De hecho, nuestro corazón cambiado por la presencia del Señor, vive una relación nueva con todo, incluso con el enemigo.
El enemigo sigue siendo ene­migo, pero hay una relación dis­tinta con él: se llama perdón. El otro puede quitarme la vida pero no la paz que yo le ofrezco.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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