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Huellas N.03, Marzo 1993

VIDA DE CL

Todo sucede en la persona

John Zucchi

Desde Montreal el testimonio de una experiencia de movimiento

Queridísimo don Giussani,
Comienzo este año con una gran esperanza porque veo signos a mi alrededor. Poco a poco la gente de la comunidad crece en edad y en responsabilidad, y aunque cada vez es más difícil encontrarse a causa de pesados ritmos de trabajo, me doy cuenta de que las expectativas de cada uno de nosotros son cada vez mayores. Tenemos una percep­ción más aguda de nuestra fragili­dad, de nuestro pecado, y, al mismo tiempo, el deseo de tener claro el significado de cada momento, de cada encuentro que vivimos. Mark Basik (el chico que ha escrito el canto "Dans le mystere du jour je cherche le réel, dis-le moi ou se cache-t-il") que pasó un período difícil el año pasado, se ha ido a tra­bajar a Buffalo, en el estado de New York, por dos años. Tenía miedo de irse solo, pero lo ha hecho con la conciencia de que se iba a vivir la misión. Lo más bello es que se ha ido con el deseo de pedir que Dios se le revele en esa circunstan­cia. Muy sencillamente ha comen­zado a encontrarse con la gente y ahora hacen Escuela de comunidad unos siete. Mark se ha tomado en serio lo que dijiste el verano pasado en el Consejo Internacional, que la misión debe ser una preocupación de todas las comunidades del mun­do.
Quiero contarte un pequeño hecho a propósito de Mark y de una chica de nuestra comunidad, Caroli­ne. Los dos son médicos y trabajan en el campo de la oncología. Antes de irse a Buffalo, Mark trabajó durante cuatro meses en un hospital en el que nunca había estado. Unos meses después de haberse ido a Buffalo, Caroline ha empezado a trabajar en el mismo hospital. Tras algunos días, la enfermera jefe, apuntando con el dedo a Caroline, le dice: "Mark Basik". Caroline pregunta: "¿Qué quiere decir? En efecto le conozco, es uno de mis mejores amigos". La enfermera: "Me lo imaginaba. Tú y Mark hacéis las cosas del mismo modo". Este hecho me ha recordado la car­ta a Diogneto.
Cecilia y Nicoletta han abierto una pequeña guardería: en ella hay siete niños, algunos de los cuales tienen a sus padres en el movimien­to. Estoy muy contento con esta obra, porque lo que Cecilia y Nico­letta quieren comunicar a los niños, es lo mismo que intentamos recla­marnos continuamente unos a otros: reconocer a Cristo no nos saca fuera del mundo, sino que, por el contrario, nos pide una relación mucho más intensa con la realidad, con todo lo que nos rodea. Por lo menos, recordándonos estas cosas, comenzamos a sentir un dolor por nuestra continua distracción.
Giacomo, Maximilian y Madda­lena, nuestros hijos, crecen bien y siempre nos recuerdan la necesidad de pedir sin cesar ante el misterio.
Hace unos meses nos encontramos con la comunidad de Boston para pasar unas pequeñas vacaciones en el estado de New Hampshire. Cuan­do íbamos a salir, una vecina le pre­guntó a Giacomo: "¿Dónde vas?". "A New Hampshire". La señora: "Pero, ¿sabes el camino?". Y Gia­como: "¡Claro que lo sé!". Enton­ces la señora le pregunta: "A ver, ¿por dónde se va?". Giacomo: "¡Lo sabe mi mamá!". Una bella lección sobre la certeza moral.
Es probable que me pidan en el trabajo que me encargue del depar­tamento de historia a partir de sep­tiembre durante tres años. El presi­dente actual piensa que ninguno de los otros treinta profesores podría ser un punto de referencia aceptado por todos. He hablado de ello con Mauro y Ana Lydia y me han acon­sejado aceptar. Se trata de una sobrecarga de trabajo considerable, pero también yo me inclino a decir que "sí" porque así tendré una posi­bilidad mayor de presencia y de encuentro con mis colegas. Quería pedirte una ayuda sobre cómo vivir este trabajo, un criterio para que esta nueva aventura me tenga ver­daderamente como protagonista.
Te transcribo algunas frases de una carta que he recibido de un pro­fesor de Teología de la Universidad , que está estudiando a Chenu y a Von Balthasar y que nos ha encon­trado hace tres años aproximadamente. Comunicándome su deseo de entrar en la Fraternidad me escribía: "El movimiento, de ser algo atractivo y útil para mi fe, se ha convertido para mí en una nece­sidad; es como si no tuviera otra elección más que la de adherirme. Tengo una gran conciencia de mi tarea como teólogo. Esta tarea no se puede separar de mi afecto por el movimiento. Ha llegado a ser clarí­simo para mí que cumplir mi misión dentro de la Iglesia no es posible sin el movimiento".
La Fraternidad continúa sorpren­diéndome -ahora somos quince entre Montreal y Toronto. Es un consuelo tener delante de mí a esta gente que ha dicho "sí" con con­ciencia y sencillez.
Tengo una última pregunta. Una italiana de los Memores Domini me ha escrito un par de veces diciendo que le interesaría mucho venir a estudiar un año en la facultad de Nursing, en mi universidad (McGill). No sé que hará ni lo que te parece mejor que se haga, pero en el caso de que haya posibilidad, ¿podría venir con otra persona de los Memores? Hemos hablado muchas veces de los Memores Domini y creo que sería algo gran­de para nosotros, casados o no, ver esta presencia cotidiana aquí en Montreal. Lo que más me asombró cuando conocí a Cecilia (mi mujer) en Moscú, fue la relación entre ella y Elena Fieramonti -y pensé que esa debería ser la relación entre el marido y la mujer-, es decir, una distancia llena de afecto por el otro.
Te lo agradezco todo. Esperamos con mucho entusiasmo la venida de don Javier Frades, de Madrid, para los ejercicios.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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