«En paz con uno mismo, con los demás, en las instituciones»
Parece que ha sido un slogan muy popular durante las últimas elecciones escolares en Italia. Hoy, en cualquier caso, es una idea dominante junto al deseo de «ser honestos». Es como si un grupo de pigmeos, en una región racista, para resolver los problemas, afirmasen ser «altos, rubios y con los ojos azules».
Afortunadamente para los pigmeos, ninguno de ellos ha acuñado tal slogan. Aquí, entre nosotros, a veces la inteligencia es inferior aún. Las contradicciones concretas se afrontan proclamando frases que no las contienen. El gran oficio de muchos intelectuales es, además de inventar estas frases, el de convertirlas en objetivo social. A menudo la gente cae en esta trampa tontamente, atraída por la posibilidad de poner en orden las cosas propias y, más aún, las de los demás.
Así se realiza una especie de borrachera general por la cual la verdad no está en la realidad, sino en su abstracción, o bien en su reducción a los aspectos que gustan. Pero la realidad se rebela y cuanto más crece el rumor de la utopía más se evidencia y se difunden sus negaciones: la confusión y la violencia. Nosotros estamos viviendo un periodo así, que busca fatigosa y dolorosamente reclamarnos a tener en cuenta la realidad en todos sus factores. Por eso es un periodo triste, pero no desesperado, sino lleno de ocasiones y de encuentros. Son facilitados a vivirlo los que no se sienten autores de la paz, ni consigo mismos, ni con los otros, ni con las instituciones. Son aquellos, pocos o muchos, que han encontrado y reconocido una razón para afrontar con humildad su trozo de guerra. Ellos están en paz, pero es una paz de muy distinto género y sustancia.
Apis
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