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Huellas N.02, Febrero 1993

EJERCICIOS EN CANADÁ

Una unica historia

Javier Prades

Febrero, cien kilómetros al norte de Montreal. Ejercicios espirituales de la comunidad canadiense. Una misma historia que crece

Cuando Mark Bouchamp invi­tó a dos compañeros de trabajo a cenar esa noche en casa con unos amigos españoles, uno de ellos pensó que Mark era siempre original. Pero cuando llegó a la fiesta lo que le sor­prendió fue otra cosa: «¿Cómo os las arregláis para no tener problemas con el inglés y el francés?, ¿qué sistema habéis inventado?» a lo que la res­puesta fue: «en realidad no hemos pensado nunca las reglas, sólo somos amigos». El encuentro con el Movi­miento es un hecho que cambia la vida y la libera de unas reglas que acabarían por asfixiarla. La libertad con la que nuestros amigos viven algo tan importante como la lengua, en un clima enrarecido por los con­flictos entre Quebec y el resto del Canadá, es un signo conmovedor de una experiencia que afecta a todos los aspectos de la vida.
En la sociedad americana, indivi­dualista, regida por el criterio supre­mo de la eficiencia y el éxito, la irrupción de un encuentro, imprevisi­ble y sorprendente, se convierte en criterio con el que comparar todas las dimensiones de la persona. Cómo hacer frente a algunas situaciones familiares difíciles, cómo y dónde buscar un trabajo, a qué colegio llevar a los niños, son cuestiones que com­parten y que deciden juntos con el deseo de que sirva para el crecimiento de uno mismo y de la comunidad.
De una amistad así, poco a poco van naciendo iniciativas. Nicoletta y Cecilia han empezado una guardería en un pequeño local cedido por otro amigo nuestro, para dar respuesta a la necesidad de algunas madres que trabajan y no quieren dejar sus hijos en manos de cualquiera. Marek se ha trasladado desde hace pocos meses a Buffalo y ya ha comenzado una amistad con un grupo de personas que hacen Escuela de comunidad y han participado en los Ejercicios. Hazel atiende a niños gravemente enfermos en un hospital de Montréal. En Toronto, Maria y Linda se reunen a estudiar en la Universidad con un grupo de estudiantes; en las dos uni­versidades de Montréal (McGill y Concordia) John y Cristoph son una continua provocación para sus alum­nos. Cada uno de estos pasos se con­vierte en ocasión para decir lo que uno ha encontrado, para invitar a otros amigos a unirse.
La asamblea de los Ejercicios fue impresionante por la seriedad y la sencillez de las intervenciones. Lejos de cualquier problematicismo, las preguntas expresaban el deseo de comparar todo con una presencia buena, que sostiene y guía en el camino. Un gesto de obediencia como el que vivimos entonces no se puede comprender si no es por el hecho de que tanto ellos como noso­tros pertenecemos a la misma historia (digo nosotros porque la unidad con Paco permitía ver, más allá de mis palabras, la experiencia que vivi­mos en Madrid). Las preguntas y las respuestas eran un testimonio de Otro a quien todos seguimos. En los días que hemos pasado juntos volvía a sucedernos el milagro de una inteli­gencia nueva, de un gusto recupera­do por la vida cotidiana, con todos sus problemas y sufrimientos, de un afecto por las personas que tienes cerca. Sobre todo, el milagro del agradecimiento.

«LES HABLO DE LO MAS QUERIDO»
Nueve de la noche en Montreal; en Madrid son las tres de la mañana. Madrid, cinco grados; en Montreal veinte bajo cero. En el aeropuerto nos espera Jonh Zuc­chi. Unas palabras en inglés, italiano o, si sabes, en fran­cés, y vamos a su casa donde su mujer Cecilia nos ha preparado la cena, estupenda por cierto. Al rato llegan Mark y Sammy, dos médicos jóvenes. Sorprende la sen­sación de estar a cuatro mil kilómetros de Madrid y encontrarte como en tu casa. No nos hemos visto nunca, pero es como si ya fuéramos amigos.
Al día siguiente partimos hacia el lugar donde tendrí­amos los Ejercicios, cien kilómetros al norte de Montre­al. Fuera de la casa árboles enormes, nieve por todas partes y un frío que pela. Dentro somos unas cuarenta personas de las distintas comunidades: Montreal, Toron­to, Buffalo, Trois Riviere. Los días de los Ejercicios transcurren marcados por las palabras de don Giussani en boca de Javier. Yo lo estoy oyendo y disfruto. Miro las caras de los que nos rodean que apenas pestañean cuando Javier habla. Las palabras que dice, realmente explican la vida. Por la noche me pide que dé un testimonio. Les hablo de lo más querido: del encuentro con el movimiento, de los amigos de Madrid, de la Escuela de comunidad que es el centro de nuestra amistad. En estos dos días crece el afecto por los nuevos amigos. Uno percibe que podría quedarse con ellos toda la vida. Al acabar los Ejercicios estamos contentos, porque hemos vivido juntos la memoria de Cristo.
Todavía disponemos de dos días, y nuestros amigos están pendientes de nosotros. Martine, Christianne y Lit­vin nos acompañan a esquiar, y disfrutamos como niños en la nieve, en un paisaje que es un espectáculo. Por la noche, les preparamos una fete espagnole en casa de Mark con paella, sangría y canciones españolas. Es emocionante la unidad y el afecto con el que todos, incluso algunos amigos que vienen por primera vez, vivimos los cantos. Es la misma experiencia que hemos tenido durante los Ejercicios.
En el aeropuerto, a la vuelta, estamos contentísimos porque hemos visto que realmente el acontecimiento acompaña la vida.
Francisco Lorenzo

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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