La alegría está en construir, pero sólo cuando esto tenga aquella característica divina, propia del hombre, que es la gratuidad
«Es de la tierra, de la solidez, de donde brota necesariamente un parto lleno de alegría y el sentimiento paciente de una obra que crece, de etapas que se suceden y que han de esperarse con calma, con seguridad». La tierra es la concreción de la existencia; la solidez indica el realismo y el parto, la fecundidad llena de alegría; la alegría está en producir, pero sólo cuando esto tenga aquella característica divina propia del hombre que es la gratuidad. Por esto Jesús dice: «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena», y no hablaba del Paraíso, sino de este mundo. Por eso San Pablo dice siempre a los cristianos: «estad alegres, os lo repito, estad alegres». No existe nada de nuestro tiempo que no esté llamado a imitar al Padre, a ser fecundo y operativo. El sentimiento paciente de una obra que crece es el desarrollo del parto que construye una historia (las etapas que se suceden), vivida con calma, es decir, sin pretensión y con seguridad, sin el escepticismo que hace a los hombres volverse violentos.
Nuestra responsabilidad es, por tanto, hacer pasar la experiencia cristiana a través de la energía llena de generosidad constante con la que el hombre busca responder a las necesidades que siente dentro y que encuentra fuera en las personas o en la sociedad.
En la medida en que uno es consciente de este dinamismo que la experiencia cristiana le comunica, advierte la exigencia de ponerse junto a los demás, de crear una unidad con los propios compañeros de camino, con quien se muestra sensible a aquello que él siente. Nace una compañía. Esta no se origina como un lugar de proyectos y tampoco como un grupo de presión social. Es un acontecimiento que incide en la sociedad, un ejemplo para todos de que puede existir un cambio real, de que en la conducta habitual puede haber una dimensión extraña, nueva: la gratuidad. La gratuidad es una dimensión que hace más ligero el trabajo, que le da constancia y que, sobre todo, hace consciente del valor infinito que tiene la acción del hombre cuando tiene presente su destino en los ojos y en el corazón. Esto es literalmente sinónimo de oración; del mismo modo que se puede rezar sin ser conscientes de lo que se dice, igualmente se puede obrar sin tener consciencia de que es oración: pero lo es. Desarrollar esca consciencia es el camino de la madurez y mantiene la frescura. Si esta compañía logra estructurarse, se convierte en un instrumento de ayuda ofrecido a quien quiere vivir una vida más verdadera, a quien quiere dar a la sociedad una presencia más justa, más digna del ser humano. Esta compañía se convierte en expresión de lo que Juan Pablo II ha llamado «protagonismo cristiano en el mundo».
Pasajes de la intervención de don Luigi Giussani en la Asamblea de la CdO en Marzo de 1989
La caridad en obra
Doscientas cincuenta realidades, entre cooperativas y asociaciones, actúan en el complejo y abigarrado campo de la asistencia social. «Un mar de caridad», como lo ha definido el cardenal de Milán, añadiendo que «parece sin embargo una gota en un mar de necesidades y dolores».
Para la mayoría de la gente, caridad es sinónimo de limosna, para algunos una forma extraordinaria, particular o insólita, de dedicación a los demás. Sin embargo, para nosotros, la caridad es una dimensión, es decir, una medida más grande de relación cotidiana con la realidad. La caridad convierte en «obra» el trabajo que cada uno desarrolla, una expresión visible del intento de cambio de uno mismo y del mundo.
No existe por tanto alternativa entre profesionalidad y acogida de quien está necesitado. El punto de partida de la caridad no es un pietismo, ni siquiera la ilusión de eliminar mágicamente el dolor, sino la conciencia de que incluso el más débil tiene un valor infinito, porque ya ha sido salvado por Uno que ha dado su vida para que seamos felices. Las obras de caridad que se adhieren a la CdO intentan documentar esta transformación de uno mismo y del trabajo emprendido. A la CdO se adhieren aquellas realidades caritativas que trabajan en todos los sectores tradicionales de intervención de la asistencia socio-sanitaria. Por ejemplo:
- obras educativas y de rehabilitación para personas con minusvalías físicas y psíquicas: centros socio educativos, comunidades de alojamiento, centros residenciales, ayuda escolar, talleres de trabajo para inserción laboral;
- obras para ancianos: casas de reposo, centros de animación diurnos, asistencia a domicilio;
- obras de intervención para menores: casas de acogida, asistencia a domicilio;
- obras de intervención a favor de marginados ( ex presidiarios, ex toxicómanos, inmigrantes): actividades de formación de base y profesional, consultas médico-sanitarias y ocupacionales;
- obras de intervención para enfermos del SIDA
- obras de sostenimiento familiar: consultores, casas de acogida;
- obras de sostenimiento sanitario: poliambulatorios;
- obras de investigación y formación para los que trabajan en actividades psico-sociales.
No es la intervención especializada la que determina el rostro de una obra, sino su hacerse cargo de la necesidad que encuentra, tomando en consideración y comprometiéndose con todos los factores que el hombre necesitado manifiesta. La acogida no es un sector de algunas obras, sino condición de todas. La asistencia a domicilio no es específica de algunas, sino la respuesta que diferentes obras dan tanto en el caso de enfermos del SIDA, como en el caso de la asistencia social a niños con situaciones familiares incómodas. La necesidad no reduce ni define la obra, sino que es la ocasión para un compromiso. Se ha creado una estructura central para el sostenimiento de las realidades caritativas: el Centro de servicios para obras de caridad.
AYUDAS INTERNACIONALES
No somos tercermundistas, el desarrollo no es el motivo por el que muchos de nosotros se han ido a países del tercer mundo a vivir y a trabajar. El desarrollo es la consecuencia de la misión, es decir, del amor a Cristo, vivida integralmente como pasión al hombre y a su vida. Las obras surgidas en tierra de misión tienen su origen en la presencia de hombres que querían dilatar mas allá de las fronteras Italianas la experiencia personal y social de un cristianismo interesante y beneficioso para la vida.
Tal experiencia es, por su naturaleza, católica, no tiene límites de tiempo y de espacio. Así ha sucedido en Sudamérica hace mas de veinte años, después en África, en Centroamérica, desde hace algún año en Europa del Este, hoy en Kurdistan. La presencia de obras sociales, caritativas, asistenciales y también económicas es quizás una realidad que implica a países de tres continentes. Cada organismo crece y creciendo necesita de instrumentos adecuados a su forma de vivir y a su desarrollo. Ante las necesidades y las peticiones que nos llegan desde las obras con sede en países extranjeros, la sede central de la Compañía de las Obras ha decidido instituir, en septiembre de 1990, la Secretaría de Ayudas Internacionales.
La Secretaría desarrolla una tarea muy simple: recibe las peticiones del extranjero y organiza la recogida de fondos y de bienes solicitados: medicinas, ropa, alimentos, herramientas, etc. En estrecho contacto y colaboración con la Secretaría se encuentra el AVSI (organización italiana no gubernamental de voluntarios para el servicio internacional).
La recogida y las suscripciones vienen públicamente a través de la movilización de miles de voluntarios que colocan mesas en las plazas, en los mercados, en los lugares de trabajo, delante de las Iglesias. En 1991 se lanzaron públicamente, a través de las columnas del Corriere delle Opere: la suscripción en favor de los boat people Vietnamitas, las tiendas de solidaridad con ocasión de la Navidad en favor de las obras de los países Sudamericanos, la suscripción de apoyo a los más pobres de las víctimas de la Guerra del Golfo.
Traducido por María del Puy Alonso
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