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Huellas N.6, Junio 1992

CULTURA

La duda es un coqueteo

Ambrogio Pisoni

La duda expresa una posición humana incapaz de abrirse al encuentro con la novedad inagotable del ser.

«ARISTOTELES dice que la filosofía comienza con el maravillarse y no, como se dice en nuestros tiempos, con la duda. El mundo debe aprender todavía que no merece la pena comenzar con lo negativo; y la razón por la cual hasta ahora ha funcionado el método es porque no se ha sido negativo del todo. No se ha hecho hasta el fondo aquello que se afirmaba que había que hacer. Su duda, a fin de cuentas, no es más que un coqueteo».
La duda es un «coqueteo»: el genio de Kierkegaard nos regala otra prueba de su capacidad para sumergirse en el misterio de la existencia humana.
¿Quién es el hombre armado con la duda, aquel que se hace un escudo para defender a toda costa la pretendida autonomía propia y lo blande con obstinación para afirmar la propia «libertad de pensamiento» crítica y sin prejuicios?
Es un hombre víctima de la más trá­gica de las ilusiones: la de bastarse a sí mismo.
Efectivamente, el yo que actuando genera duda ofrece el espectáculo de una persona preocupada de sí misma, en tensión para conseguir una certeza que inexorablemente se le escapa. Por la sencilla razón de que no es reconoci­da como el seno en el que el sujeto mismo reposa desde el origen de su existencia. Porque vivir significa exis­tir, darse cuenta de estar puesto en movimiento por otro, de haber sido hecho por la iniciativa de otro. Darse cuenta de sí mismo, decir «yo», signifi­ca al mismo tiempo tomar conciencia de esta inexorable evidencia: yo vengo de otro distinto de mí.
La distracción respecto de esta ele­mental evidencia genera en el hombre, sin embargo, un profundo malestar, un extravío angustioso, la sensación de no tener tierra bajo los pies que le per­mita afrontar razonablemente el riesgo inevitable de la decisión a la que todo instante invita. En consecuencia, la duda se presenta como la única moda­lidad que tiene las credenciales ade­cuadas para afrontar la tarea de vivir a la que no podemos sustraernos.
La duda es el rostro de la fragilidad, encarna la inseguridad.
Fragilidad e inseguridad que, puesto que no son en absoluto capaces de generar una existencia digna, humana, acaban por producir fatalmente su fruto más terrible y cargado de conse­cuencias desastrosas para la vida del hombre: la violencia, en todas sus for­mas, desde las más abiertas y clamo­rosas que producen tragedias de enormes proporciones, hasta las más enga­ñosas y silenciosas que se consuman en los pliegues, más o menos escondidos, de la vida cotidiana.
El hombre que afirma con palabras tener a la duda como método de la pro­pia existencia está constreñido por la realidad a renegar, de hecho, de su pro­pósito. La imponencia de la realidad no soporta rebeliones de ningún tipo . La vida es un dato: es don de otro. Su pre­sencia confirma su irreductibilidad onto­lógica que tiene en la certeza el corres­pondiente reflejo psicológico.
Es sencillo: basta con que cada uno mire con calma sincera a la propia vida de cada uno. Nos daremos cuenta de que no hay tiempo ni espacio para la duda; sólo hay tiempo para acoger la provocación de la realidad en toda su sorprendente riqueza.
Por esta razón la duda, afirma Kierkegaard, es un índice de coquetería, expresión de una posición humana deprimida y mistificadora, incapaz de abrirse al encuentro con la novedad ina­gotable del ser y por tanto reducida a entretenerse con la mezquindad de la propia medida. Quien cede a esta tenta­ción se entrega a un inexorable destino: la tristeza desesperada que se sofoca con el cinismo, del cual sólo se puede salir quitándose la máscara, dando rienda suelta a la violencia.
En cualquier caso, como siempre en el drama de la vida, no tenemos escapato­ria. Que la realidad sólo tolere la aproxi­mación dictada por la maravilla y el asombro y sin embargo haga rendir cuen­tas, antes o después, a quien presume, dudando, de poseerla, esto sólo es verifi­cable en el drama cotidiano de la existen­cia en la que cada uno está implicado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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