Análisis del texto del Memorare.
Es una de las oraciones marianas más utilizadas. Fácil de memorizar. Y, sin embargo, riquísima en temas de reflexión espiritual y teológica, en armonía y belleza
Memorare
pissima Virgo Maria
a saeculo non esse auditum
quemquam ad tua currentem
praesidia
tua implorantem auxilia
tua petentem suffragia
esse derelictum.
Ego, tali animatus confidentia,
ad te Virgo virginum, Mater, curro
ad te venio
coram te gemens peccator assisto.
Noli, Mater Verbi,
verba mea despicere
sed audi propitia et exaudi.
Acordaos,
oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido
a vuestra protección,
implorando vuestro auxilio,
reclamando vuestra asistencia,
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza,
a vos acudo madre,
Virgen de las vírgenes
gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante vos.
Madre de Dios, no desechéis
mis súplicas, antes bien, escuchadlas
y acogerlas benignamente.
ATRIBUIDO a San Bernardo de Claraval, el Memorare ha sido definido como «una de las joyas de la piedad cristiana».
Es una oración a la Virgen que une la devoción a una sabia pericia retórica, tal y como se podía aprender en el siglo XII en las escuelas que también Bernardo frecuentó antes de ser monje.
El texto tiene una estructura tripartita. La primera parte se abre con una invocación dirigida a la Virgen, que se extiende en una estructura bastante compleja, ya que el «quemquam» sólo concuerda con el «esse derelictum» al final, aunque se le atribuyen tres participios simétricamente dispuestos. Pocas palabras, pero conjugadas con habilidad: es notable la repetición del «tua» referido a la Virgen, a la que se dirige la oración y la desinencia igual de «praesidia, auxilia, suffragia, que, procurado una mayor facilidad para memorizar, se debe a razones artísticas.
Léxicamente se trata de una petición casi militar o, dado el tiempo de su composición, caballeresco; aquel que se vuelve a la Virgen lo hace virilmente: se pide ayuda para sostener la lucha de la vida.
La segunda parte se inicia con un pronombre que designa en primera persona al fiel: en las tres frases siguientes los verbos situados al final, son verbos de movimiento, «curro, venío, adsisto», dispuestos según una gradación que va desde una petición excitada, como fruto de un peligro urgente, pasando a una más moderada, hasta una presencia firme e implorante (ad-si-sto) consciente de la propia condición: «gemens peccator». También aquí, como arriba, la triple repetición inicial del «te», hace de María el término único de la oración.
Se debe reparar también en la amplificación «virgo virginum» en oposición al «mater», usual, tratándose de María, pero siempre significativa: Ella es la mujer que reúne en sí las características más bellas de la feminidad.
La tercera parte concluye brevemente. Al principio un juego de palabras: «Mater Verbo, verba mea», la misma palabra contrapone el Verbo, Jesús, a las palabras del orante, aludiendo a la común humanidad. Siguen otros tres verbos; el primero en forma negativa: «noli despicere», no mirar desde arriba, no desdeñar; los otros dos en forma positiva y ligados por su mismo final «audi-exaudi», con un incremento de significcado, que confiere a la oración su carácter de apelación llena de seguridad, casi de victoria.
Traducido por Gabriel Richi
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