Dos son las influencias más importantes en la obra del valenciano Joaquín Sorolla. Primero, la de su maestro, el costumbrista Domingo y Marqués, que suscita en su joven discípulo el interés por los temas regionales. Segundo, el decisivo influjo del pintor sueco Anders Zorn, al que Sorolla conoce en Madrid en sus primeros años como pintor en busca de estilo propio. Zorn era el guía del luminismo, movimiento del norte de Europa preocupado por convertir a la luz en un elemento expresivo estructural, inherente al cuadro. Sorolla investiga en estas dos líneas pintando sobre todo escenas de la vida cotidiana de su Valencia natal (pescadores trabajando, niños en la playa, etc.) envueltas en la luminosidad del Mediterráneo.
Por encargo de un millonario norteamericano, Sorolla pinta entre 1911 y 1920 una serie de lienzos de gran formato sobre temas regionales españoles para decorar las salas de la Hispanic Society of America. Seguramente, son sus obras más sencillas y logradas. A esta serie pertenece el cuadro Mujer con niño.
La escena debió tener un significado especial para Sorolla, huérfano desde muy pequeño. Una madre sostiene en brazos a su hijo, envuelto en una toalla que por un lado se escapa, libre, volando al viento. Tras ellos, una barquita, tal vez del padre, seguramente pescador. La mujer habla con el pequeño de las cosas de las que cualquier madre hablaría con su hijo al secarle en la playa.
Partiendo del luminismo, Sorolla hace que la luminosidad del sol mediterráneo envuelva toda la composición y matice y defina la percepción de los colores. Por este procedimiento funde unos con otros, utilizando al tiempo una paleta de colores muy reducida y sencilla. El fondo de la composición es el azul del mar. En el horizonte, este azul pierde un poco de intensidad para convertirse en el gris del cielo. En primer plano, resalta el blanco cegador de la toalla que cubre el blanco de la blusa de la madre con una sombra cuya tonalidad evoca aquellos azul y gris de mar y cielo. También se asemejan los tonos malva y violeta de la falda y el mandil de la mujer, que el pintor usa en trazos claros sobre el azul del mar para dar sensación de profundidad y densidad al agua. El marrón de la arena de la playa podría confundirse con la piel tostada de las figuras. Sólo los verdes de la barca parecen escapar al ambiente del cuadro. Pero Sorolla no duda en emplearlos en las sombras de la cara de la mujer y el cuerpo del niño y entre las olas del mar.
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