La vida en los campus universitarios americanos. Donde cualquier interés y deseo parecen encontrar respuesta. Donde lo imprevisto parece no poder tener lugar. Sin embargo...
Al entrar en un campus universitario americano te encuentras en un ambiente familiar y, a la vez, sorprendente: una multitud de servicios a disposición de los estudiantes, gimnasios de primera clase, campos deportivos, bibliotecas con miles de volúmenes a las que cualquier matriculado tiene acceso, centros de consulta donde poder profundizar los cursos más interesantes o aprobar los más difíciles y, cómo no, la tecnología informática más avanzada. A ello hay que añadir contactos continuos con el mundo de la empresa, de la política y de la cultura. «The city on the hill», la ciudad en la colina. Con esta expresión R. Reagan, retomando la famosa frase puritana, definía la universidad americana: el lugar donde los estudiantes aprenden y forjan la imagen de la sociedad ideal. La universidad es el modelo para la reforma de la sociedad.
Permiso de existir
No es oro todo lo que reluce. La universidad es un ambiente totalizante cuyo objetivo prioritario es formar "ciudadanos productivos". Cada aspecto de la vida de los estudiantes cae bajo su tutela: actividades culturales, deportes, salud, diversiones. Sólo la religión se deja de lado. Al principio del curso a los recién llegados se les pone en guardia contra grupos religiosos, sectas, movimientos o clubes no reconocidos por la institución. Los estudiantes viven separados de sus familias durante cuatro años y todo lo que existe entre los estudiantes debe ser aprobado por los responsables de la universidad. Todo lo nuevo, para poder existir, ha de ser previamente "asimilado" y, en cierto sentido, "institucionalizado".
Algo cambia
El año pasado, al acabar mi segundo semestre en el Boston College, fui a hablar con un profesor. Tras darme una serie de consejos, me dijo: «Quería verte. Me alegro de que estés estudiando aquí, en este mundo universitario tan complicado. Estoy contento porque quien te encuentra, ve que se puede vivir como tú, que existe un camino para vivir la vida de un modo humano».
Este año me he encontrado con algunos "undergrads": dos de ellos encontraron el movimiento en Eichstatt donde fueron a estudiar alemán el semestre precedente. Comenzamos a participar en la Escuela de Comunidad junto con otros que empezaban a estudiar en Harvard o Brandeis. De este grupo de amigos nacieron algunas iniciativas, entre ellas una serie de conferencias sobre El Sentido Religioso. El motor de todo fue el deseo de dar a conocer lo que sucedía entre nosotros: la experiencia de un cambio impensable. Lo mismo se repetía en Nueva York, Washington y Chicago.
Las primeras vacaciones
A finales de Mayo nos juntamos en Pensylvania para pasar unos días de vacaciones juntos. ¡Las primeras vacaciones del CLU! Un verdadero milagro: escuchando a Schubert, leyendo a Leopardi, yendo de excursión y jugando, lo que más llamaba la atención era la unidad entre nosotros. Sorprendía ver la unidad entre personas de distintas clases sociales y religiones. No olvidemos que hay pocas sociedades donde la división entre clases sociales es tan profunda como en el mundo anglosajón.
«Vine para divertirme, pasar un buen rato, ir en canoa y hacer nuevos amigos. He encontrado una unidad que nunca había visto antes»,dice Hatim, una chica musulmana que estudia a Georgetown University en Washington. Entre los estudiantes de Nueva York había un grupo de chinos que estudiaban inglés para poder acceder a la universidad. Todo les sorprendía porque no conocían nada del cristianismo: «Pero, ¿quién es "ese hombre" del que habláis tan a menudo? Y ese señor vestido de blanco ¿qué bebe en el cáliz?». Una de ellos, Ellen, se me acercó un día y me dijo: «Antes de venir aquí, para mí Dios no era más que un ente abstracto. No me interesaba en absoluto. Ahora, después de haber visto la amistad y la alegría que vivís, ya no puedo seguir pensando lo mismo. Me gustaría vivir como vosotros. ¿Cuándo nos podemos volver a ver?». Es el encuentro con una realidad concreta.
Shasha y la pianista
«Cuando decía a mis amigos que en mi vida faltaba algo, la única respuesta que me proponían era que intentara ascender en la sociedad, que buscara un trabajo mejor. Por eso vine a Estados Unidos. He encontrado un trabajo donde gano más dinero y mi vida es más fácil. Pero la carencia seguía presente. Aquí he encontrado lo que siempre me había faltado. Me gustaría poder bautizarme», comentó Shasha, un estudiante ruso, al final de las vacaciones.
¿Quién se puede quedar impertérrito al ver como de la nada, entre personas que viven en un ambiente donde la aventura de la vida está planeada de antemano irrumpe una novedad? Una chica que estudia en Boston y que es una formidable pianista contaba: «Siempre había tenido poca estima de mí misma y nunca he encontrado a nadie que me acepte por lo que soy. Evitaba tocar en público, porque no quería que la gente me tratara bien sólo porque sé tocar el piano. Aquí he encontrado a la gente que siempre estaba buscando, que me acepta por lo que soy, no por lo que soy capaz de hacer».
Una evidencia
Jennifer, estudiante en el Boston College, cuenta: «Volví contenta de Alemania porque había conocido unos amigos con los que podía vivir sin tener que censurar lo que verdaderamente deseo. Pero también estaba triste porque pensaba que, una vez llegada a casa, con mi familia y mis viejos amigos, sería imposible seguir viviendo así, y que, probablemente, a nadie le interesaría lo que me había sucedido. Aquella bella experiencia estaba abocada a convertirse en un nostálgico recuerdo. No fue así. Lo que hemos vivido este año en el Campus es un signo evidente de que también en mi país y con mi propia gente se puede vivir la misma historia».
Una promesa
Día a día, este cambio lo perciben incluso los más lejanos, como cuenta Jackie: su tutor en Harvard en el informe que escribió al final del año emitió un juicio positivo sobre la vinculación de Jackie a CL. Escribía que este grupo era de una importancia capital para su felicidad y no la distraía del estudio, como le sucede a la mayoría de los estudiantes. Su tutor le ha propuesto crear una asociación en la universidad para que otros puedan encontrar "ese grupo de amigos".
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