Tres mil personas en la Universidad Católica de Milán para escuchar la conferencia del Rector de la Universidad Complutense de Madrid. Una lección de libertad desconocida en Italia. La búsqueda de la verdad, la relación entre docentes y estudiantes, la expresiva y asociativa libertad de los universitarios. «Bastaría esta libertad para garantizar la paz social»
«Hemos tratado de promover aquellas actividades cuyo espíritu universitario parecía más auténtico y eficaz para crear espacios de libertad y de profundización entre los estudiantes». No son las palabras de cualquier representante de los estudiantes en un Consejo de facultad. La frase resonó el pasado 10 de mayo, durante un encuentro inmenso sobre la idea de Universidad («Estudiantes y docentes: un compromiso concorde por la libertad»), organizado por el Centro Cultural de Milán en la Universidad Católica. Huesped y conferenciante de excepción Gustavo Villapalos Salas, Rector de la Universidad Complutense de Madrid, una ciudad frecuentada prácticamente por ciento cincuenta mil estudiantes y seis mil profesores, el mayor ateneo español y entre los más grandes y antiguos del mundo. Ante una platea muy concurrida -más de tres mil estudiantes y profesores llenaban el aula magna y otra sala contigua- Villapalos dice que la Universidad es para el hombre y no al contrario. Que formación universitaria significa educación en la verdad, en la unidad del saber, en la libertad de la persona. No a la universidad como recolector aséptico de cerebros, alimentados en batería en función de las estructuras de producción. No a la universidad como esa fábrica de funcionarios imaginada y planificada por reformadores iluministas. No a la universidad como servicio público aséptico, gestionado por un estado centralista, dominado por la rígida división de los saberes y de las competencias.
En su larga y aplaudidísima intervención el rector del campus madrileño, desarrolla con precisión y pasión estos puntos cruciales para afrontar lo que, a su juicio, representa el problema más grave de la institución universitaria: esto es, «su crisis de identidad» por la que, en el fondo, «no se saben orientar los recursos humanos y materiales». Haciendo suyo el polémico diagnóstico de un gran predecesor suyo (el sociólogo y filósofo Ortega y Gasset, que en la apertura del año académico 1917-18, denunciaba «la falsedad que invade hoy toda la vida universitaria»), Villapalos proyecta su visión de la universidad explicando las direcciones a través de la cuales se orientan la brújula y el timón de su embarcación.
«Desde sus orígenes la universidad es el lugar de la búsqueda de la verdad, síntesis del saber, servicio al hombre». Verdad: «así como los pulmones tienen necesidad de aire, la razón tiene necesidad del “porqué”». Síntesis del saber (y aquí cita de nuevo a Ortega y Gasset para denunciar a «los nuevos bárbaros, esa clase de profesionales más sabios y especializados que nunca, pero al mismo tiempo más faltos que nunca del auténtico sentido de la cultura y de la vida»): «porque la falta del sentido de la totalidad del saber, explica el rector, la super-especialización conduce, como sucede en países muy desarrollados como U.S.A., hacia un neoanalfabetismo enmascarado bajo la docta vestidura de la educación superior». Servicio al hombre: «es decir formación de las nuevas generaciones», donde formar «significa estimular a la persona a ser lo que es». Con este punto sintético Villapalos reclama explícitamente a la enseñanza de Juan Pablo II: «No basta que los estudiantes salgan de las universidades con la cabeza llena de nociones. Deben salir como hombres».
Entre líneas surge claramente la polémica con las concepciones iluministas y estatalistas, que empiezan a abrirse camino con von Humboldt y hoy día se expresan en los planteamientos meramente burocráticos que dan forma a la organización y a la vida de los ateneos. Así Villapalos opone la creatividad de la idea original de universidad, surgida como libre asociación entre estudiantes y profesores, a aquella fundada sobre la «concepción utilitarista de una universidad que prepara los profesionales de los que la sociedad tiene necesidad, y con más frecuencia, de aquellos que necesita el estado-leviatán».
Los modernos están atareados realizando una institución que produzca funcionarios dóciles, nosotros sin embargo, da a entender el rector, contestamos empíricamente esta posición y decimos que sólo la búsqueda de la verdad y de la libertad favorecen la curiosidad positiva y, por tanto, la adquisición de competencias (y aquí cita palabras de don Giussani, el único italiano, junto a Eco, que ha sido invitado por la universidad complutense junto a los personajes más ilustres y a premios novel, desde Popper a Ecckler, desde Fukuyama a Thurow).
Dibujado el cuadro, he aquí las cuestiones expuestas en el marco de la vida concreta del ateneo complutense, lleno de iniciativas que ve como protagonistas, al lado y junto a la institución universitaria, a las diversas asociaciones estudiantiles. Villapalos cita el Club de Debate, los Cursos de Verano y toda una serie de actividades culturales que animan la vida de la Universidad en plena y constructiva colaboración con las iniciativas organizadas por los estudiantes, desde la Feria del Voluntariado a los Happening. Precisamente, a propósito de estas iniciativas, he aquí el juicio del rector: «Los resultados han sido más que excelentes y no lo digo para atribuirme este mérito, sino para atribuírselo a estas asociaciones estudiantiles que han conseguido incluso institucionalizar sus actividades anuales más significativas». Idea que el rector repite ante el corrillo de estudiantes y profesores que se forma alrededor suyo al final de la conferencia: «el hecho de que los estudiantes se puedan reunir libremente en la universidad deriva del derecho de asociación, que es un derecho de la persona. El derecho de “subsidiariedad” no puede ser en ningún caso limitado. No me digáis que en Italia manifestaciones como el Happening no se pueden celebrar en la Universidad». Un estudiante le responde:«¿En la universidad? Imposible». Y el rector como si hubiera oído voces de otro planeta dice: «¡pero esto es absurdo!». Don Giussani, saludando a Villapalos comenta: «Bastaría esta libertad para garantizar la paz social». Después, un continuo sucederse de saludos y de manifestaciones de simpatía.
Un coro de “gracias” para el amigo Gustavo Villapalos Salas, “Magnífico Rector” de nombre y de hecho.
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