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Huellas N.03, Marzo 1995

CULTURA

Sergei Rachmaninov

Vera Drufuca

Aún viviendo en la primera mitad del siglo XX, en un periodo dramático para Europa, sea desde el punto de vista político (la revolución rusa, las dos guerras mundiales), sea desde el punto de vista cultural (domina la incertidumbre, la duda, el relativismo, la falta de puntos de referencia), contemporáneo a Schonberg que es considerado símbolo y fundador de la música moderna, Rachmaninov parece pertenecer a otra historia y es considerado por los críticos y compositores contemporáneos como un patético fantasma, cuya fama y fortuna se deben a su habilidad como pianista e interprete más que a sus composiciones.

Pero también él tenía un juicio pésimo sobre sus contemporáneos:
«Existen tres categorías de compositores: Aquellos que componen 1) música popular, es decir, “para el mercado”; 2)música de moda, es decir moderna; y finalmente 3)“música seria, muy seria”, como dicen las mujeres, categoría a la que Usted y yo tenemos el honor de pertenecer. Los editores están bien dispuestos a editar trabajos de las dos primeras categorías,¡porque es un producto que se vende muy bien! Y muy reacios a hacerlo con esta última categoría: este producto se mueve con dificultad. Las dos primeras son para el bolsillo. ¡La última es “para el alma”! De vez en cuando, sin embargo, un editor tiene una mínima esperanza de que en el futuro, cuando el compositor de música seria esté a punto de cumplir cién años, o mejor todavía, cuando haya muerto, sus composiciones alcancen la primera categoría y se hagan populares. Pero ésta no es nunca una esperanza seria» (a Medtner. 1926)

Psicológicamente frágil (tuvo una depresión que lo condujo durante un tiempo al alcoholismo), su música aparece, sin embargo, sólida y tranquila; impetuosa, vigorosa y apasionada, pero nunca violenta; dulce y melancólica, pero no angustiada y vacilante. Creo que la gran diferencia con sus más famosos contemporáneos, los “modernos” que revolucionaron el lenguaje musical, no está tanto en el hecho de que Rachmaninov permanezca formalmente ligado a la tradición cuanto a la presencia en él de un punto de referencia. ¿Pero cual? Toda su vida parece no tener seguridad y él mismo no tiene patria pues la revolución rusa le ha obligado a exiliarse?

Encontramos la respuesta si partimos de su producción sacra, llena de la armonía de los cantos populares, de esa música que hace referencia de manera explícita a su tierra y lo arraiga en ella, una tierra que amó siempre pues se sentía y era hijo suyo. No se trata de ese sentimiento nostálgico que se apodera de los exiliados, sino más bien de una pertenencia consciente a su pueblo, y no a un pueblo de otra época, sino de hombres vivos, generado por una larga y sólida tradición: «Estáis en lo cierto cuando decís que el canto popular ruso y los cantos de la Iglesia ortodoxa han tenido influencia sobre el trabajo de los compositores rusos...» (a Yasser, 1935)

Su vena melódica especialmente rica, delicada y genial, muy original pero en cierto modo familiar, nace toda de esta tradición íntimamente vivida.
«El primer tema de mi tercer concierto, no está tomado ni de las formas del canto popular, ni de las fuentes de la Iglesia. Sencillamente ¡«se ha escrito solo»!¡Probablemente vosotros lo atribuiréis al inconsciente! Si he tenido alguna vez un proyecto al componer este tema, era sólo el del sonido. Quería «cantar» la melodía al piano como lo haría un cantante, y buscar un acompañamiento orquestal adecuado, o por lo menos uno que no ahogase este canto. ¡Esto es todo! Por esto no aspiré a infundir en este tema ni un canto popular ni un carácter litúrgico...Y a la vez me doy cuenta de que tiene asumido involuntariamente un carácter popular o ritual» (a Yasser, 1935)

En especial su producción sacra (Vísperas, Liturgia de S. Juan Crisostomo), colocándose entre la música litúrgica y acogiendo al mismo tiempo la tradición popular, se convierte en expresión coral de un pueblo en el que la vitalidad y la conmoción humanas se someten, obedienciendo las reglas de la música sacra ortodoxa, al horizonte de un tiempo dilatado que alcanza una dimensión que no pertenece al hombre, en las continuas repeticiones, como si estuviese ante el Misterio. De hecho, los textos son tratados con profundo respeto, con la conciencia de que la Iglesia comprende y abraza al hombre entero, un respeto que se expresa bien en esta frase de la liturgia: “Abre Señor mis labios y mi boca cantará tus alabanzas”.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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