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Huellas N.07, Julio/Agosto 1998

COLABORACIONES

Lecturas para el verano

Rafael Sánchez Mazas
La vida nueva de Pedrito de Andía
Barcelona, Planeta, 1995

La novela transcurre en 1923. Es el personaje protagonista el que nos cuenta las aventuras y desventuras del verano y otoño de ese año. Pedrito lo pasa entre el viejo caserío vasco de Andía y algunas excursiones a Bilbao, una peregrinación al santuario de Begoña y alguna estancia corta en Las Arenas. Lo que narra es una época de su vida, especialmente significativa porque supone el paso de la adolescencia a la madurez. Este paso lo da él, Pedro de Andía, pero estará guiado por el amor a Isabel, nueva Beatrice que le conduce hacia una vida nueva; por la compañía sabia y llena de tierna autoridad del Padre Cornejo; por la fiel amistad de Joshe-Mari; por la presencia cierta en la fe del tío Lorenzo; por la apasionante historia - romántica y sacrificada - de la tía Clara; por la memoria de la humanidad noble de don Agustín. Uno de los mayores atractivos de la novela es lo bien traídas que están las peripecias que rodean la vida de Pedro. Nos muestran dos mundos que todavía pugnan. Por un lado, las deliciosas peripecias y preocupaciones del niño: las peleas entre muchachos, el amor por el mar, las travesuras, la obsesión por llegar a ser tan alto como Joshe-Mari. Por el otro, nuestro protagonista y narrador se desplaza hacia historias del pasado - descubre la deliciosa historia carlista de su tía Clara -, escudriña en el valor que amigos y familiares dan a sus vidas para hallar el sentido de la suya, comienza, en definitiva, a emerger la conciencia adulta, razonable, que no por ser tal deja de estar llena de asombro y agradecimiento por todo lo recibido. La vida de Pedro atraviesa el umbral de la duda y de la aparente decepción de la realidad y llega a abrazar la belleza que, a través del rostro de Isabel, descubre en las cosas: así, en una de sus cartas a su amigo Joshe Mari dice: «¡Mira tú lo que ha sido este verano de 1923! (...) Miro a las estrellas. ¡Qué hermoso me parece hoy el mundo, Dios mío! A cada momento se me saltan las lágrimas de pensar lo feliz que soy. ¿Cómo he podido yo merecer esto?».
Guadalupe Arbona


Max Frisch
No soy Stiller
Barcelona, Seix Barral, 1990

Max Frisch nació en 1911 en Zurich. Fue un crítico de la sociedad suiza durante toda su vida. No soy Stiller se publica en 1954. Podríamos resumir rápidamente el argumento: se trata de los apuntes de un hombre al que hacen prisionero en Suiza y los comentarios que hace un fiscal a esas notas. El detenido insiste en negar la identidad que le adjudican quienes lo han encerrado: «Yo no soy Stiller». En un primer nivel la novela nos mantiene en esta incógnita: ¿Quién es este sujeto? En toda la primera parte - el relato de Stiller desde la cárcel - el personaje deja que salgan sus preguntas y temáticas en forma de historias, parábolas, pequeños relatos míticos, alegorías; los interrogantes de Stiller son patrimonio de toda la humanidad: «Rip Van Winkle... era un individuo de buen corazón, que no pescaba para coger peces, sino para poder soñar, porque su cabeza estaba llena de algo que él llamaba ideas, pero que no tenían mucho que ver con su realidad... Tenía una esposa y dos hijos, pero no se sentía feliz. Había esperado más de sí mismo...».
La segunda parte es un epílogo en el que el fiscal Rolf retoma las preguntas y planteamientos de Stiller para darles respuesta. Puede resultar extraño, pero, por ejemplo, para aclararle a Stiller la cuestión de la identidad, le habla de la fe: «De todos modos has llegado al conocimiento de lo más importante, le dije entre otras cosas. Sabes que no se resuelve nada pegándose un tiro, por ejemplo. Nadie sabría describir esta experiencia, pero tú la conoces, por indescriptible que sea. Me parece que tienes una concepción de la fe algo curiosa. ¿Crees acaso que uno se siente seguro cuando cree? ¿Que es una especie de sabio que no tiene nada que temer en el mundo? En vista de que no sientes ninguna seguridad, te figuras que no puedes tener fe. ¿No es eso? Porque no puedes imaginarte a Dios, pretendes no haber experimentado jamás su presencia...». Por primera vez el texto enfrenta a los personajes Stiller-Rolf en el diálogo directo, no en el relato del diálogo; son las páginas de mayor tensión, no sólo porque estamos frente a los personajes sin estar me-diatizada la discusión por un tercero, sino porque Rolf da respuestas sin rodeos, y Stiller está allí, escuchando, como nosotros.
Alicia Saliva


Rafael Sánchez Ferlosio
Industrias y andanzas de Alfanhuí

Madrid, Destino, 1996

Rafael Sánchez Ferlosio nació en Roma en 1927, de madre italiana y padre español: el escritor Rafael Sánchez Mazas. Pasa allí los años de la Guerra Civil española. En 1950 escribió Industrias y andanzas de Al-fanhuí, mucho menos conocida que El Jarama (1955), novela que obtuvo el premio Nadal y el premio de la Crítica. El grito de los alcaravanes suena “alfa-nhuí-al-fa-nhuí”. Son pájaros amarillos como los ojos del niño que vemos crecer en esta novela. Su maestro lo bautizará con este nombre significativo. El artista es un “industrioso”, un hombre que debe trabajar con un material y mostrarlo en todo su esplendor. El arte en este caso es el relato y el material del artista la palabra. Ya sea una palabra, o una página entera, en este texto revelan la misma actitud paciente y amo-rosa frente a lo nombrado, porque se está dando expresión a significados llenos de misterio. Es más, hay un nombre oculto en las cosas, que no es aquel con el que las llamamos: «Porque el nombre que se dice, no es el nombre íntimo de las hierbas, oculto en la semilla, inefable para la voz, pero ha sido puesto por algo que los ojos y el corazón han conocido y tiene a veces un eco cierto de aquel otro nombre que nadie puede decir». Hay una analogía posible entre el artista, el hombre y Alfanhuí: esta actitud atenta y curiosa es innata; pero crece, se hace impetuosa y se anima a entrar y experimentar con aquello que le llama la atención después del encuentro con un maestro: «En las noches que siguieron, Alfanhuí y su maestro estudiaron la cuestión del pozo y del castaño. El maestro no podía bajar a explorarlo y Alfanhuí le contaba cómo era cada cosa. Descubrieron que las raicillas que colgaban del techo eran venas que venían de las hojas y cada una de ellas iba a una hoja y subía el agua verde, para darle color». El maestro otorga filo a la mirada de Alfanhuí, un pensamiento industrioso y una sensibilidad que no lo abandonará, que lo hará mudar de andanza cuando presienta que la ceguera está en sus ojos, que puede llegar a resignarse: «Podría descansar; podría resignarme a no huir y mis manos volverían a ser como antes. Pero es preciso salir». Y se lanzaba de nuevo adelante y aprendía a buscar la salida y soportaba todo el dolor y el repeluco de sus dedos. Ahora la fiebre le había menguado y se sentía húmedo y tibio, con el escalofrío de las cuevas y la grima de los gusarapos».
Y cuando vuelve a ver, todo detalle que llegue a sus ojos “significa”: «Al-fanhuí no había visto nada tan libre, ni tan limpio como las camisas blancas de los segadores, con sus cuellos desabrochados como la pobreza, con sus mangas infladas de viento sobre los brazos vellosos, desmedrados. Pero Alfanhuí entornaba los ojos para ver todo esto, porque acertaba mejor por gracia y por instinto, que poniéndose a considerar».
Alicia Saliva


Oscar Wilde
El ruiseñor y la rosa y otros cuentos
Espasa Calpe, Madrid, 1981

La fama de Oscar Wilde se debe en gran parte a su controvertida actitud de crítica hacia las convenciones sociales de la Inglaterra de finales del siglo XIX. Sin embargo, no es en absoluto menos importante su sensibilidad hacia lo humano, que le convierte en un genio literario. Así, en El ruiseñor y la rosa y otros cuentos, a través de sencillas narraciones de animales fabulosos, gigantes y príncipes, disfrutamos de un canto a las virtudes humanas. Frases como «el amor es mejor que la vida», o «no conozco en el mundo nada más noble que una fiel amistad», brotan de unos personajes vivaces y, sobre todo, humanos. Wilde no pretende adoctrinar, e insiste en que sus cuentos no tienen una moraleja, pero en sus relatos todo nos acerca a aquello que constituye el corazón del hombre: el deseo de amar verdaderamente. De una amistad gratuita, la caridad, la sensibilidad, y también el egoísmo o la presunción. Pero la percepción del escritor es aún más profunda: también aparece en algunos cuentos una intuición de un Dios vivo que se hace presente en la circunstancia concreta. Así, por ejemplo, al gigante egoísta arrepentido, que finalmente permite que los niños jueguen con él, uno de ellos le dice antes de que muera: «Me dejaste jugar una vez en tu jardín. Hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso».
Luis Miguel Hernández


Fiodor Dostoyevski
Memorias del subsuelo
Aguilar, 1982

Esta novela señala un punto de inflexión en la obra del genial escritor ruso F. M. Dostoyevski. Hasta este momento había adquirido una gran popularidad con obras cargadas de un gran realismo en las que describía con maestría las vidas de los “pobres” y de los “humillados y ofendidos”. Ahora su preocupación ya no es tanto la psicología de los personajes sino las profundidades del alma humana. En Memorias del subsuelo comienza el camino de la libertad, un camino que se inicia con la exaltación de la propia individualidad, la rebeldía contra el orden establecido y el aislamiento frente a un mundo racionalizado («2+2=4 no es la vida sino el comienzo de la muerte»). Así, aparece ante el lector el hombre del subsuelo, que expresa en un inquietante monólogo su rebeldía contra cualquier concepción del hombre que pretenda explicar su conducta mediante un análisis lógico, ya que el hombre, más que buscar ventajas para sí mismo, necesita ser libre y, en sus propias palabras, «demostrarse a sí mismo que es un hombre y no un tornillo». Esta exaltación de la libertad hace sufrir al hombre y atrae al protagonista hacia su propia perdición, pero él, sin embargo, aprecia este sufrimiento y esta perdición.
Esta novela es el primer paso de Dostoyevski en el análisis de la naturaleza humana despojada de cualquier atadura o ley que le impida recorrer los caminos a los que conduce el drama de la libertad. Desde el primer momento cada lector se ve llamado a comparar con la propia experiencia lo que se describe como un camino arduo y apasionante.
Pablo Llano

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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