Respuestas de Luigi Giussani a las preguntas que surgieron durante la asamblea de responsables de Comunión y Liberación en Norteamérica, Pocono Manor (Pennsylvania), el 4 de enero de 1998
Don Giussani, has dicho que la conferencia de presentación de
The religious sense en la sede de Naciones Unidas de Nueva York el 11 de diciembre de 1997 es lo más imprevisible que ha sucedido en la historia de CL, después del inicio del movimiento, hasta el punto de que se ha dado un nuevo inicio. ¿Por qué has hablado de un “nuevo inicio”?
Porque la misión en Estados Unidos es como la misión de san Pedro en Roma. La misión resucita la conciencia y, de esta forma, renueva el yo. Como una Pascua; la primavera de Pascua. La primavera hace brotar las yemas en las ramas desnudas. Se renueva la planta - renovar quiere decir hacerla nueva, fresca, bella, con su verdadera belleza, que produce el fruto tras la caída de la broza-. La propia naturaleza hace que se caigan las ramas secas. Así sucede en el hombre bautizado: la misma gracia del Espíritu, con el tiempo, hace madurar el yo rescatándolo del mal, de aquello que agosta su mente y su corazón, y volviéndole fecundo. La misión renueva el yo como sujeto haciendo presente el origen, es decir, el acontecimiento de Cristo, igual que la naturaleza en primavera hace presente el acto creador. De esta forma, donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (san Pablo). Como dicen los Padres, la redención es mayor que la creación, porque la creación crea de la nada y la misericordia recrea del mal.
La experiencia de estos últimos tiempos demuestra que a la pro-puesta de Cristo, tal como se comunica a través del movimiento de CL, se adhieren personas muy diferentes y sin necesidad de ninguna condición cultural. Decimos que el “carisma” del movimiento es ofrecer esta posibilidad buena a cualquiera. ¿Qué significa esta palabra?
Nosotros miramos al carisma como la acción del Espíritu enviado por Cristo después de su ascensión al cielo, que esta continuamente creando su Cuerpo misterioso, su pueblo, es decir la Iglesia, según el designio del Padre. El carisma señala la acción del Espíritu Santo acogida según el designio de Dios por un hombre, con su carácter, su temperamento, su tradición y su ambiente. Una experiencia nace de un verdadero carisma cuando el don del Espíritu, que la palabra carisma indica, se demuestra capaz de explicar la verdad que se revela en todas las cosas. El carisma se desarrolla y actúa como movimiento; todo carisma da origen a un movimiento que culmina en la misión, primavera de la vida de la Iglesia, que le confiere su fuerza viva y expansiva. El carisma surge en una persona - o en quienes se unen a ella y la siguen - , y en una historia, y es la forma de actuar que tiene el Espíritu en la Iglesia de Cristo. Por tanto, el Espíritu mueve un carácter y un temperamento, una historia, y crea una tradición en la que emerge el rostro del carisma.. El carisma se puede definir como coesencial a la institución, como afirmó Juan Pablo II: institución y carisma son los dos aspectos en los que el acontecimiento de la Iglesia se convierte en acontecimiento real, vivo e históricamente incisivo.
Muchos de nosotros hemos percibido la desproporción que se da entre nuestras fuerzas y capacidades y el resultado de las iniciativas que emprendemos, y lo hemos percibido especialmente en el encuentro en la ONU. Es evidente que Dios se sirve de nosotros para llevar adelante su designio, aunque seamos poco conscientes. ¿Qué significa esta paradoja?
Significa que todo es gracia. Esto explica la desproporción tan grande que hay entre lo que el individuo puede hacer en su vida , y todos los del movimiento durante tantos años, y el evento de Nueva York, que ciertamente es fruto de la gracia, es “milagro”. Lo que esta sucediendo nos obliga a damos cuenta de ello, y, además, nos hace conscientes de que en nuestro compromiso con el movimiento está en juego nuestra vida entera. Y, en particular, nos hace conscientes de que Dios puede crear hombres y situaciones históricas que, de una forma inesperada para nosotros, se abren al compromiso que Dios nos pide en la historia. Todo ello nos provoca a una conciencia mayor pero, sobre todo, implica nuestra entrega. Esto significa que la gratuidad del Espíritu exige gratuidad por nuestra parte.
¿Qué relación hay entre este inicio nuevo, marcado por iniciativas culturales como la de Nueva York, y la vida cotidiana de cada uno de nosotros y con el conjunto del movimiento en América? ¿Qué implica este nuevo inicio de manera que no lo reduzcamos a un compromiso activista, de mera organización?
Implica, ante todo, que nosotros somos portadores de un verdadero concepto de cultura, como dijo Juan Pablo II en un discurso en el MEIC en 1982: «Una fe que no se convierte en cultura es una fe que no ha sido plenamente acogida, enteramente pensada, fielmente vivida». Un americano que sea leal, un americano que nazca “americano”, un americano de verdad, no puede no ser consciente de esto. Y, como creyente, no puede dejar de plantear todo -existencia, vida personal y política-, según el punto de vista de la fe (esto es lo que dijo, en el encuentro de finales de noviembre en Roma, monseñor Albacete). Así, el compromiso de organización sólo puede ser la expresión de la conciencia de uno mismo dictada por la fe, igual que el cuerpo es moldeado por el alma.
Los intelectuales más agudos y los obispos estadounidenses observan en la vida de la Iglesia americana una cierta división entre un gran esfuerzo de organización y la experiencia de la fe. ¿De dónde nace esta esquizofrenia? ¿De qué manera para nuestro movimiento la propuesta cultural está injertada en la presencia?
La esquizofrenia se produce siempre que el acontecimiento cristiano no se presenta como un encuentro con Cristo en el presente y, por tanto, como un encuentro personal, hic et nunc. De hecho, el encuentro es un acontecimiento que le sucede al individuo, a la personalidad de cada uno.
Y cuando la persona llega a una conciencia madura, convencida, tiende a concebir las relaciones consigo y con los demás como expresión de la fe.
El sujeto y el objetivo de la misión es un encuentro. Se trata de un hecho contingente que, sin embargo, cambia el origen y la forma de la persona, es decir, la mentalidad que uno tiene en la existencia y que se lleva a cabo en el individuo: es la conversión. Ese cambio de mentalidad coincide con la misión. Es una dimensión inherente a la persona, que lleva a concebir todas las relaciones como ocasión para una conversión... ¡que todo el mundo, que todos los hombres conozcan a Jesús, que todo sea para gloria de Cristo!
Vosotros, aquí, en Estados Unidos, por la tarea que la historia os asigna, estáis llamados a este ecumenismo de una forma particular.
¿Es adecuado pensar que los puntos más importantes de nuestra presencia son el compromiso educativo y la realización de propuestas culturales vinculadas al contenido de nuestro carisma y realizadas junto con personalidades pertenecientes a ambientes culturales diferentes?
Sí, estos son los dos pilares más necesarios e interesantes para la comunicación y el desarrollo de nuestra fe, para alcanzar una comunicación adecuada de la misma.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón