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Huellas N.6, Junio 2018

PRIMER PLANO

Los dones que esperamos de vosotros

Algunos pasajes del discurso del presidente Emmanuel Macron a la Conferencia episcopal francesa (Colegio de los Bernardinos, 9 de abril de 2018)

Al encontrarnos aquí esta tarde, Monseñor, usted y yo hemos desafiado a los escépticos de cualquier bando. Y si lo hemos hecho, es porque seguramente compartimos confusamente el sentimiento de que el vínculo entre la Iglesia y el Estado se ha deteriorado, y que nos interesa recuperarlo tanto a usted como a mí. Para ello, no hay ningún otro medio que un diálogo en la verdad. Este diálogo es indispensable, y si debiera resumir mi punto de vista, diría que una Iglesia que pretende desinteresarse de las cuestiones temporales no llegaría hasta el fondo se su vocación; y que un presidente de la República que pretendiera desinteresarse de la Iglesia y de los católicos faltaría a su deber. El ejemplo del coronel Beltrame ilustra este punto de vista muy esclarecedor. Muchos intentaron nombrar los resortes secretos de un gesto heroico: unos vieron la aceptación del sacrificio anclado en su vocación militar; otros vieron la fidelidad republicana alimentada por su recorrido masónico; otros al final, su esposa en particular, interpretaron su acción como la traducción de su ardiente fe católica, preparada para la prueba suprema de la muerte. Estas dimensiones están tan entrelazadas en realidad que es imposible separarlas, y es incluso inútil, ya que esta conducta heroica es la verdad de un hombre que se mostrado en toda su complejidad. Pero en este país que no escatima su recelo por las religiones, no he oído levantarse ni una sola voz para contestar esta evidencia, grabada en el corazón de nuestro imaginario colectivo: cuando llega la hora máxima intensidad, cuando la prueba manda reunir todos los recursos que tenemos al servicio de Francia, la parte del ciudadano y la parte arden, en el verdadero creyente, en una misma llama. Estoy convencido de que los lazos más indestructibles entre la nación francesa y el catolicismo se forjaron en esos momentos que muestran el valor real de los hombres y de las mujeres. (...) Si los católicos han querido servir y hacer crecer a Francia, si han aceptado morir (...) es también porque estaban sostenidos por su fe en Dios y por su práctica religiosa. Algunos pueden pensar que estas observaciones se contraponen a la laicidad. (...) Creo que la laicidad no tiene como función negar lo espiritual en nombre de lo temporal, ni desarraigar de nuestras sociedades la parte sagrada que alimenta a muchos de nuestros conciudadanos.

Como jefe de Estado, soy garante de la libertad de creer y de no creer, pero no soy ni el inventor ni el promotor de una religión de Estado que sustituya la trascendencia divina por un credo republicano. Dejar de ver voluntaria mente la dimensión espiritual que IOS católicos invierten en su Vida moral, intelectual y familiar, social, sería condenarme a tener una visión parcial de Francia; sería desconocer el país, su historia, sus ciudadanos; optando por la indiferencia ante ellos no sería fiel a mi misión. Y esta misma indiferencia, tampoco la tengo frente a todas las confesiones que existen hoy en nuestro país. Y porque no soy indiferente percibo que el camino que el Estado y la Iglesia comparten desde hace tanto tiempo está hoy sembrado de malentendidos y de desconfianza mutua. No es la primera vez que esto sucede en nuestra historia. (...) Pero hoy, en este momento de gran fragilidad social, cuando el tejido de la nación puede desgarrarse, tengo la responsabilidad de no dejar que la confianza de los católicos frente a la política y los políticos se erosione. (...) No puedo permitir que esta desilusión se agrave. Por un lado, una parte de la clase política se ha apegado a los católicos por razones que a menudo eran electoralistas, (...) dando lugar así a una visión partidista, que va en contra de la diversidad y la vitalidad de la Iglesia en Francia.(...) Por otro lado, encontramos todos los argumentos para no escuchar a los católicos, relegándoles por desconfianza y cálculo al rango de minoría militante en contraste con la unanimidad republicana.
Por razones a la vez biográficas, personales e intelectuales, he madurado una idea más elevada de los católicos. Y no me parece ni sano ni bueno que la política se las haya ingeniado con tanta determinación para instrumentalizarlos o ignorarlos, ya que para avanzar en la dirección justa necesitamos un diálogo y una cooperación de otro nivel para poder comprender nuestro tiempo y para actuar. (...) Sus preguntas, Monseñor, (...) interesan a toda Francia, no porque sean específicamente católicas sino porque se basan en una idea del hombre, de su destino y su vocación que están en el centro de nuestro futuro inmediato, ya que tratan de ofrecer un sentido y unas referencias a los que a menudo no las tienen. Estoy aquí para intentar responder a vuestra petición. Y para pediros solemnemente que no os sintáis al margen de la República, sino que recuperéis el gusto y la sal del papel que habéis tenido siempre. Sé que se ha debatido sobre las raíces cristianas de Europa como si del sexo de los ángeles se tratara. (...) Pero lo que cuenta es la savia. Y estoy convencido de que la savia católica debe contribuir, todavía y siempre, para dar vida a nuestra nación. (...) La República espera muchos de ustedes. Espera precisamente, si me lo junio 2018 permiten, que le proporcionen tres dones: el don de vuestra sabiduría, el don de vuestro compromiso y el don de vuestra libertad. La urgencia de nuestra política contemporánea es la de hallar sus raíces en la pregunta del hombre o, por decirlo con Mounier, de la persona. En el mundo actual ya no podemos con tentarnos con un progreso económico o científico que no se pregunte por su impacto sobre la humanidad y el mundo. (..) Necesitamos dar una dirección a nuestras acciones y esta dirección es el hombre. Pero no es posible avanzar en esta vía sin cruzar el camino del catolicismo, que desde hace siglos profundiza pacientemente en estas preguntas. Excava en ellas, en su propio cuestionamiento y en diálogo con otras religiones. Y estos interrogantes cobran la forma de una arquitectura, una pintura, una filosofa y una literatura en las que de mil maneras se expresan la naturaleza humana y el sentido de la vida. «Venerable porque ha conocido bien al hombre», dice Pascal de la religión cristiana. Y ciertamente, otras religiones y otras filosofías han profundizado en el misterio del hombre. Pero la secularización no puede eliminar la larga tradición cristiana. En el centro de estas preguntas sobre el sentido de la vida, sobre el papel que damos a la persona, sobre la manera en la que le conferimos su dignidad, usted, Monseñor, ha planteado dos temas de nuestro tiempo: la bioética y la inmigración. (...) Ambos temas movilizan en nosotros la parte más humana y la concepción misma que tenemos de lo humano, y esta coherencia es esencial para todos.

En cuanto a los migrantes, nos reprochan a veces que no los acogemos con suficiente generosidad y amabilidad, que los encerramos en los centros de retención o que expulsamos a menores que llegan solos. Se nos acusa incluso de permitir la violencia policial. Pero en realidad, ¿qué estamos haciendo? Tratamos de responder a situaciones urgentes que hemos heredado y que se acrecientan a causa de la falta de reglas, de su mala aplicación o de la mala calidad (...). Tratamos de conciliar el derecho con la humanidad. (...) Respecto a la bioética, existe la sospecha de que tengamos guardada una agenda oculta, de que contemos de antemano con los resultados del debate que abrirá nuevas perspectivas en la procreación asistida, abriendo paso a prácticas que se impondrán irresistiblemente, como la maternidad subrogada. Algunos sostienen que la presencia de los representantes de la Iglesia católica, así como de los representantes de otros cultos, como me comprometí a hacer desde el principio de mi mandato, es un engaño destinado a diluir la palabra de la Iglesia y a tomarla como rehén. (...) Estoy convencido de que no estamos frente a un problema que pueda zanjarse con una simple ley, sino que nos encontramos frente a debates morales y éticos profundos que tocan lo más íntimo de cada uno de nosotros. Nos encontramos en una sociedad donde las formas de la familia están cambiando radicalmente, donde el estatuto del niño se diluye y nuestros conciudadanos sueñan con fundar células familiares según el modelo tradicional, a partir de modelos familiares que ya no funcionan. (...) La Iglesia acompaña incansablemente estas situaciones delicadas e intenta reconciliar estos principios con la realidad. (...) De este modo, la política y la Iglesia comparten la misión de meter las manos en la masa, de medirse todos los días con lo que es temporal y, me atrevo a decirlo, con lo más temporal. Todo ello resulta a menudo difícil, complicado, exigente e imperfecto. Y las soluciones no vienen por sí solas. Nacen de la articulación entre lo real y un pensamiento, un sistema de valores, una concepción del mundo. A menudo obedecen a la elección del mal menor, siempre precaria, lo cual es también exigente y difícil.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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