El presidente de Ediciones Encuentro intervino junto a Giancarlo Cesana y Javier Prades en una mesa redonda titulada “El camino a la verdad es una experiencia”
Soy hijo cultural de los años 60, hijo de la mayor ruptura que se ha producido en Occidente. La ruptura del 68, como explicaba Giussani, el fundador de Comunión y Liberación, quería ser una respuesta frente a los formalismos del sistema. Yo viví el insufrible formalismo del sistema católico y la llegada del Concilio Vaticano II como una bocanada de aire fresco. Giussani explica que la crisis del 68 sorprendió muy poco preparado al mundo católico porque se había perdido la ontología del hecho cristiano. El cristianismo se había reducido a un compromiso moral y político. Eso también había sucedido en España: en los años 50 se había hecho una crítica, sobre todo moral, a la Iglesia. Y, por reacción, por el deseo de estar a la altura la Iglesia, acentuó en aquellos años el compromiso ético. En realidad se produjo un proceso de exacerbación moralista. En esa situación conocí a los responsables de la editorial Jaca Book, gente de Comunión y Liberación que para hacer su trabajo partían no de la moral, sino de la identidad cristiana y la convertían en categoría de juicio. Después de muchas idas y venidas, una noche conocí en una cena a Giussani. En aquella cena charlamos durante largas horas y le expliqué “mi compromiso”, mi doble fidelidad a los pobres y a Cristo. Y me contestó: «un segundo antes está Cristo». Pensé que se refería a una prioridad cronológica, pero me explicó que un segundo antes de mi búsqueda, de mi lucha, estaba la presencia de Cristo. En sus palabras percibí que Cristo era una presencia real, no una fuente de inspiración. Antes de despedirnos me abrazó. Más tarde comprendí que ése era el método de Giussani. Desde ese momento había implicado su vida conmigo.
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